Zapatero no propone nada nuevo para paliar la crisis
Publicado el 10/09/2008, por Expansión.com
El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, ha anunciado en el Congreso que el Gobierno no ha llevado a la Cámara ninguna nueva propuesta y ha augurado que la inflación terminará el año por debajo del 4%.
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En su comparecencia a petición propia para hablar sobre la situación económica, Zapatero ha señalado que la economía española es "muy sensible a la coyuntura internacional" por ser "muy abierta" y que tiene una gran dependencia energética y necesidad de financiación internacional. Así, ha afirmado que la economía española crecerá un 1,6% en 2008 y un 1% en 2009.
Con los datos de crecimiento obtenidos en los últimos meses, el presidente ha admitido que la economía española se encuentra en práctico estancamiento y ha admitido que el crecimiento en los próximos meses será "débil o muy débil". Asimismo, ha señalado que el Gobierno espera terminar el año con una inflación por debajo del 4%.
En los primeros minutos de su intervención, tras mostrarse optimista por el descenso del precio del petróleo, el presidente ha señalado que la economía española tiene problemas específicos que afrontar y asume la responsabilidad de su ejecutivo. Concretamente ha dicho: "El Gobierno es y se siente plenamente responsable".
Además, ha señalado que el español ha sido el primer Ejecutivo en adoptar un paquete de medidas para sacar la economía adelante "sin comprometer el futuro".
"No esperen una nueva batería de propuestas en esta sesión porque no tiene sentido aprobar todos los días algo nuevo", ha continuado Zapatero ante el asombro del resto de la Cámara.
Empleo, principal objetivo
El empleo, según ha confirmado Zapatero, es el principal objetivo del Gobierno. Además, ha dicho que él es el primer responsable cada vez que una persona pierde su empleo.
El presidente, asimismo, ha señalado algunas ventajas que, a su parecer, tiene España para emprender la recuperación. Un sólido sistema financiero, que los agentes económicos extranjeros sigan confiando en la economía española y que las empresas españolas se asienten en el exterior para diversificar riesgos son tres de ellas.
En este terreno, Zapatero ha confiado en la importancia del diálogo social, igual que lo fuera en periodo de bonanza, y ha culpado a la crisis en la construcción como principal razón de los altos índices de desempleo registrados en los últimos meses.
Como soluciones, el presidente ha hablado de coordinar los más de veinte programas de empleo existentes en la actualidad para ayudar a la reincorporación de los desempleados. Asimismo, ha dicho que el aumento del presupuesto en el Plan de Empleo ayudará a 100.000 desempleados que usarán su periodo sin trabajo para formarse. La reforma del actual modelo de Formación Profesional es otra de las vías que baraja el Gobierno porque España está 17 puntos por debajo en este terreno.
Sin recortes sociales
En cuanto a la política social, el presidente del Gobierno ha vuelto a insistir, igual que lo hiciera en su intervención de julio, que el Ejecutivo no solventará la crisis a base de reducciones en el terreno social. Así, ha reiterado que en 2009 aumentará las pensiones un 6% y seguirá apostando por las ayudas a la dependencia y las becas, entre otras iniciativas.
De todos modos, Zapatero ha dicho que el Ejecutivo actuará bajo el principio de "austeridad" y ateniéndose a los márgenes presupuestarios disponibles.
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La comparecencia en el Parlamento del presidente del Gobierno para hablar de la situación económica ha sido un nuevo ejercicio de negación de la realidad, de confiar en que todo se resolverá por sí mismo y sin demasiados problemas y de creer que simplemente con comparecer ante el Parlamento, y las cámaras de televisión, con la idea de transmitir ilusión y optimismo basta para arreglar las cosas.
Para el presidente del Gobierno la crisis sigue sin existir. Crisis, ¿qué crisis? es el mensaje que transmite una y otra vez. Todo lo que ocurre en nuestro país es culpa de las circunstancias internacionales y aunque reconoce que también hay factores propios, ni los menciona, no sea que alguien empiece a ver la relación entre ellos y la ausencia de política económica desde que Zapatero llegó al poder. Por eso, en parte, no habla de crisis, sólo de frenazo y dificultades, términos a los que se viene refiriendo desde hace tiempo para evitar tener que dar explicaciones acerca de cómo faltó a la verdad sobre la situación económica durante la campaña electoral. Y lo hizo el mismo día en que la Comisión Europea dio a conocer sus nuevas previsiones económicas, en las que afirma que España entrará en recesión en la segunda mitad del año. Pues para Zapatero, que conocía de sobra ese análisis, porque Bruselas siempre lo manda por anticipado a los Gobiernos, la naturaleza de las cosas no ha cambiado: sólo ha empeorado en los dos últimos meses, como reconoció en su discurso, si bien, a su juicio puede empezar a mejorar enseguida porque el precio del petróleo ha caído durante ese mismo periodo de 140 a 100 dólares por barril. El mundo idílico de Zapatero, por tanto, sigue intacto.
En esta misma tónica, Zapatero sigue insistiendo en que España está bien preparada para capear la crisis porque el sistema financiero es sólido, los inversores confían en nuestro país, las empresas han diversificado internacionalmente sus actividades, hay margen para actuar mediante la política fiscal, esto es, el gasto público; la situación exterior ha mejorado y el sector público y el privado tienen un claro compromiso con la mejora de la capacidad productiva física y humana de nuestro país. O sea, todo está de maravilla, cuando no es así. Las entidades crediticias se las ven y se las desean para obtener financiación, cosa que se agravará con las nuevas exigencias del Banco Central Europeo para prestarles dinero, mientras los bancos medianos y las cajas de ahorros pequeñas y medianas se las ven y se las desean para superar una situación que amenaza con colocar a más de una en una posición realmente difícil. Las empresas están notando la crisis en su cuenta de resultados en forma de reducción de beneficios y ya las hay que están anunciando planes de reducción de plantilla, por ejemplo, el sector de la automoción, del que Zapatero no ha hablado. El Gobierno ya se ha comido el superávit presupuestario con las medidas electoralistas del presidente y se ha volatilizado de la noche a la mañana. Si el saldo exterior empieza a mejorar es porque la crisis ha reducido la demanda interna de exportaciones. A su vez, los inversores desconfían cada vez más de nuestro país, lo que se nota en la prima de riesgo de la deuda pública española en relación con la alemana. Y, por último, la capacidad productiva física del país, o sea, la inversión en infraestructuras, en lugar de ir a más, va a menos, como prueba el hecho de la reducción de las licitaciones de obra pública en lo que va de año. Así es que el país está mucho menos preparado para afrontar la crisis de lo que dice el presidente, y lo está porque lo que se ha hecho es redundante y porque hace ya cuatro años y medio el Ejecutivo renunció a hacer lo que se tiene que hacer, esto es, las reformas estructurales que necesita la economía española.
Sin las medidas adecuadas, no se va a poder superar una crisis que, lejos de lo que piensa Zapatero, no va a concluir a mediados de 2009 sino que, según los analistas privados, no tocará fondo hasta un año después de lo que dice el Gobierno. Pero el Ejecutivo no puede admitir tal cosa, en parte porque le pondría en evidencia y en parte porque, en el fondo, a Zapatero no le importa la economía y es de los que piensan que ya se resolverán las cosas por sí mismas y sin demasiado coste político para el Gobierno. Por eso, lejos de presentar hoy un verdadero paquete de medidas de política económica, o de, al menos, anunciarlo, Zapatero se ha limitado, por un lado, a defender lo que ya ha aprobado que, a tenor de los últimos datos, lo mejor que se puede decir de ello es que no ha servido para nada; por otro, a seguir adelante con sus planes de gasto público electoralista cuando lo que se necesita en estos momentos es redefinir las estrategias de gasto para poner más énfasis en la inversión pública y en la necesaria contención del déficit público. No obstante, si Zapatero parte de la tesis errónea de que tiene margen presupuestario, esperar de él racionalidad en el gasto público es como pedir peras al olmo. Él quiere gastar a toda costa y nada se lo va a impedir, sobre todo cuando el modelo de política económica que tiene en la cabeza es el que es.
Por último, Zapatero, que dice estar muy preocupado por el empleo y el paro, confía en el diálogo social como solución a los problemas. Para él es una especie de panacea, de bálsamo de Fierabrás que todo lo cura. Sin embargo, ese diálogo social no va a resolver los problemas porque lo que se necesita es una nueva reforma laboral que los sindicatos no están dispuestos a acometer. Si ya es sorprendente esta confianza en que los agentes sociales vayan a aportar la solución, más lo es la propuesta de Zapatero acerca del plan de empleo: tirar de la chequera para que el sector público, sobre todo las corporaciones locales, contraten a cien mil parados para realizar trabajos de interés público o social. La primera cuestión al respecto es de dónde van a sacar los ayuntamientos el dinero cuando sus finanzas están en crisis; la segunda, porque se hace depender a los parados del Estado en lugar de arbitrar medidas para que sean las empresas quienes contraten, por ejemplo, con lo que se necesita en estos momentos, una rebaja de impuestos a las empresas.
En resumen, cuando se habla de crisis, Zapatero sigue mirando hacia otra parte y, al hacerlo, ni toma las medidas que hay que tomar ni hace nada de nada para resolverlo. Sólo tratar de vender sus particulares ideas sobre la justicia social –no hay mayor justicia social que el que la gente tenga un trabajo- y sus propuestas electorales, que se empeña en sacar adelante contra todo y contra todos, sin pararse a pensar en la factura tan onerosa que está dejando a este país. (Emilio J. González).
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(PD).- Hace ya varias semanas que tras su pertinaz pseudoignorancia de la crisis, el Gobierno Zapatero reconoció casi paladinamente que «haberla, hayla».
El profesor Ramón Tamames, que lanzará en breve un libro sobre esa "crisis" que tozudamente se estuvo negando desde las alturas, publicó el pasado lunes en el diario La Razón un esclarecedor artículo sobre el tema en vaticina que "nos queda crisis in crescendo en 2009, fuerte en 2010 y con recuperación en 2011".
Lo cual se corrobora aún más al día de hoy con tres indicadores. El primero, la evolución del PIB, que la Fundación de las Cajas de Ahorro acaba de revisar muy a la baja: 1,1 por 100 para 2008, y 0,5 por 100 en 2009.
El siguiente indicador, la desocupación, se cifra ya en el 12,5 por 100 de la población activa, con un incremento de 103.000 personas sólo en agosto y ya 2,5 millones de parados.
En tendencia que al iniciarse 2009 se desbordará la cifra de tres millones, en torno al 15 por 100 de la población activa. Y si no hay una política económica eficaz, de la que no existen ni atisbos, a finales de 2009 podríamos estar alcanzando la fatídica cota de los cuatro millones.
El tercer indicador sitúa la evolución del consumo en fuerte tendencia a la baja, de sólo el 0,7 por 100 en previsión del Gobierno para 2008 y el 0,4 en el 2009; parámetros que, sin embargo, parecen de color demasiado rosa.
A poco que se aprecie cómo van desarrollándose los acontecimientos, en términos de caídas profundas en las ventas de bienes duraderos (automóviles, vestimenta, calzado), alimentos, sin olvidar la inversión, cuyo nivel de crecimiento podría situarse en términos negativos más pronto que tarde.
En esa tesitura, los tantas veces solicitados «Nuevos Pactos de La Moncloa», podrían acabar llegando. Pero con matices muy distintos, pues si en 1977 estábamos en la transición, ahora nos hallamos en una mezcla de retrocesión/retracción, complicada con los problemas de la financiación autonómica y el olvidado pero indispensable «Pacto Local».
El fondo del incierto panorama que tenemos ante nosotros, radica en una larga serie de incidencias negativas interrelacionadas.
Primero, el sector de la construcción, que alcanzó en el 2008 un aporte del 16 por 100 al PIB; pero repercutiendo, con su demanda de toda clase de insumos (áridos, cemento, cerámica, acero, aluminio, cristal, textil, mueble, etc.) de más del 30 por 100.
Con el resultado inevitable de que al hundirse la actividad constructora, están deprimiéndose otros muchos sectores, en un proceso que incluso alcanza los servicios, que ya no generan ni crecimiento ni empleo sustitutivos del ladrillo.
Con un stock de 700.000 a un millón de viviendas nuevas invencidas que llevará mucho tiempo reabsorber, si no se adoptan instrumentos extraordinarios, como los planteados por algunas CC.AA. ante la inacción del Gobierno.
Pero con todo, el problema central está en la falta de liquidez del sistema, después de una política bancaria muy expansiva, que generó fuerte endeudamiento en todas las entidades financieras; con el resultado de que éstas están reduciendo el crédito (el célebre «credit crunch»), con toda clase de agobios para las empresas.
El escenario se complica, con una Administración General del Estado, que con la faz compungida va viendo cómo se fundió el superávit, para entrar en un déficit de ya casi el 1 por 100 del PIB, y «lo que te rondaré morena».
Lo que hará cada vez más difícil desarrollar políticas keynesianas de mayores inversiones en nuestra deteriorada naturaleza, en infraestructuras físicas y avances en I+D. Todo lo cual tendría que ir acompañado de reformas estructurales: en los mercados laboral, financiero, y energético; así como en las áreas de la fiscalidad y la seguridad social, y en la indispensable mejora de una administración pública que a todos los niveles (Gobierno, CC.AA., entes locales) se pierde en el derroche, el burocratismo, las corruptelas y la corrupción, y la ineficiencia; ribeteada toda esa orla de miserias de un despotismo impropio de los tiempos que dicen que corren.
En la complejidad en que estamos inmersos, muchos hablan de la «tormenta perfecta», con la única certidumbre de que van a seguir las turbulencias de todo tipo, y sobre todo de la ya señalada falta de liquidez; con un BCE polarizado en sujetar la inflación, y que junto con las demás autoridades de la Eurozona no sabe o no quiere encontrar recursos extraordinarios a medio y largo plazo para superar la crisis.
A diferencia de lo que desde hace décadas se practica por EE.UU. en relación con los países emergentes, y sobre todo con China, a base de colocarles sus bonos del Tesoro.
La previsión es que nos queda de crisis lo que resta del 2008, in crescendo en el 2009, todavía fuerte en el 2010, y con una recuperación que tal vez sólo se inicie en el 2011.
Predicciones que no son ni antipatriotas ni pesimistas, pues en la prensa internacional podemos encontrarnos con ideas mucho más agoreras –como por ejemplo, las de Wolfgang Münchau, un destacado columnista del «Financial Times»–, que auguran para España problemas muy serios durante por lo menos un decenio.
Y en cualquier caso, el mayor pesimismo hay que imputarlo al Gobierno Zapatero, con sus cortinas de humo y su continuidad en crear nuevos problemas –en vez de solucionar los que patéticamente nos rodean según hemos visto– de división de la conciencia nacional.
De este sujeto, que tenemos como presidente del Gobierno, no esperemos nada que no sea a peor.
ResponderEliminarEs de la oposición de la que podemos esperar algo. De la oposición que hace oposición, para entendernos. El PP se ha puesto a la cola del PSOE, esperando que caiga (iluso) y no hace oposición.
Y si nadie coge el testigo, pues lo tendrá que hacer el personal.
¡Estos golfos no pueden salirse con la suya!
FERNANDO SANTAYANA