ODIO DE PROGRESO.
ODIO DE PROGRESO.
RAJOY Y EL ODIO.
La nueva etapa política se abre
con una gran incógnita. Nadie tiene una explicación clara y precisa de
la ira de las nuevas generaciones de políticos que pueblan las
instituciones democráticas. Nadie es capaz de dar con la clave que
justifique el odio, el desprecio y la carencia absoluta de un
sentimiento de mínima generosidad hacia la democracia española. No hay
etapa de la historia de España que pueda compararse con la actual en
este terrible odio.
Ni en la guerra civil entre españoles de 1833 a
1839, que tuvo su origen en el terrible reinado de Fernando VII, ni
tampoco en la de 1936 al 39, seguramente la etapa más cruel de toda
nuestra historia, hallaremos un odio tan atávico hacia el Estado de
Derecho y la democracia española como el que exhiben hoy los
separatistas y Podemos.
Tampoco hay país en Europa, a pesar de que gran
parte de la izquierda y la derecha de los países de la UE tienen su
fundamento programático en la violencia contra la democracia, que exhiba
un odio tan salvaje y cruel como el de las nuevas generaciones de
separatistas y podemitas. Resulta incomprensible que odien tanto a lo
que les da la vida. Han nacido de la democracia, pero la odian hasta llevarla a su destrucción.
Las palabras de Rufián, en el Congreso de los Diputados,
fueron la última muestra de lo que se viene cultivando desde la etapa de
gobierno de Rodríguez Zapatero, cuyo principal jalón en la historia del
odio a la democracia tuvo lugar en la acampada del 15-M en la Puerta
del Sol de Madrid. El 15-M fue, o mejor dicho, es una vara que se clava
para fijar uno de los puntos fijos del patrimonio de la ira y el odio en
España. La otra es la intervención del diputado separatista Rufián en
el Congreso de los diputados el día que Rajoy salió investido como
presidente de Gobierno.
Entre esos dos puntos fijos del odio, quienes
aún nos sentimos y actuamos como ciudadanos de un país democrático,
tenemos la obligación de recordar a todos los que lucharon por la
democracia y la reconciliación entre todos los españoles. ¿Cómo no
acordarse ahora de muchos sindicalistas, comunistas, liberales,
monárquicos y socialistas que pagaron con la cárcel, el exilio y la
muerte la llegada de la democracia?
Me cuesta ponerme en la piel de mi
amigo César Alonso de los Ríos, o en la de un sindicalista como Nicolás
Sartorius, o en la de un socialista como Teo Uriarte, que pasaron un
montón de años en las cárceles de Franco por traer la democracia, ante
las palabras de Rufián. Imagino que el asco que habrán sentido solo es
comparable con la tragedia política de sus vidas. La política o se vive como tragedia o no es política.
Quien no sintiera escalofríos de horror al oír los aplausos
que dirigían los separatistas y los de Podemos a las palabras de Rufián,
es que desconoce la historia de España o, sencillamente, estaba
perturbado por el morbo del odio provocado por un separatista resentido.
Parece que ha llegado el momento no sólo de revaluar las prescripciones
democráticas que nos dimos en 1978, sino sobre todo de combatir el odio
que puede acabar con cuarenta años de democracia. Combatir aquí y ahora
sólo puede significar explicar de dónde procede ese odio.
En efecto, todos los españoles de bien tienen la obligación de
combatirlo, pero algunos, especialmente quienes detentan el poder y
quienes se dedican a labores intelectuales, tienen la sagrada misión de
intentar explicarlo. La primera misión de Rajoy será justificar, darnos
razones políticas, para explicarnos esa quiebra democrática y,
posteriormente, combatirla.
Yo, en honor a la verdad, no tengo claro de dónde procede esa ira.
Solo tengo sospechas. No diré, pues, con contundencia que la han
promovido, o peor, utilizado e instrumentalizado, quienes tenían que
haberla combatido. No exculparé con determinación a los partidos
políticos tradicionales, PP y PSOE, que han mirado para otro lado ante
la ira que se instalaba por todas las instituciones.
No afirmaré que no
tenga alguna relación con el viejo odio generado por la conciencia de
clase. No dejaré de imaginar que los generadores de odio tratan de
imitar la ira de los dioses. No cuestionaré que algo de ese odio tenga
que ver con la eliminación de la autocompasión de la agenda
revolucionaria. No negaré que ese odio participe en cierto sentido de la
famosa triada perversa del lenguaje revolucionario: opresión,
explotación y alienación.
Tampoco puedo dejar de relacionar ese odio con
la fantasmagórica idea de que es posible diseñar la felicidad futura…
Alguna relación tendrán era ira y sus hermanos gemelos, el resentimiento
y la envidia, con todas esas causas.
Sin embargo, como diría mi amigo, uno de los encarcelados
por el franquismo por defender la democracia, tengo un barrunto, quizá
una sospecha, de la "causa general" del odio que llevan en sus entrañas
quienes aplaudían a Rufián: la pérdida del sentido nacional. Exactamente es lo que tiene que recuperar Rajoy. España y su democracia. El resto es faramalla.
(Agapito Maestre/ld.)
Este ODIO a las puertas de las armas tiene su origen a mi forma de ver, desde, y, ya antes de ZP. Rubalcaba, Bermejo, Garzón y más, toda una organización malvada para derrocar y hacer desaparecer de las instituciones al Partido Popular. Se ha ido diciendo y viendo que esto ha sido así...Una vez El Sr. M.Rajoy al poder y con el Sr P. S.chz psoe 96. & Podemos como partido de “armas y de vileza” y con el psoe 139 de la Srª Susana, adulando por obligación a psoe 96 & Podemos, este ODIO no se ha podido erradicar por el auge de la vileza “autorizada” por un Sr. M.Rajoy Brey, un calzonazos y un amilanado con mayoría absoluta, ante la evidencia.... Me gustaría saber algún día la verdad de ATOCHA.
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