PADRES,
HIJOS Y LEGISLADORES.
La Audiencia Provincial de Pontevedra ha fallado contra una madre que abofeteó a su hijo
por negarse a ir a la ducha. El tribunal le ha impuesto una
pena de dos meses de prisión al considerarle autora de un delito de maltrato en
el ámbito de la violencia doméstica.
Aquella infausta
noche, el rechazo del menor, de diez años de edad, a ir a la ducha originó una
discusión que acabó con un
‘par de bofetadas’ a cargo de su madre, que ocasionaron un pequeño
enrojecimiento por el que fue atendido en primera instancia por
los servicios médicos.
El castigo fue eliminado de la redacción del artículo 155
del Código Civil con la Ley 11/1981 y se mantuvo en el art. 154 la facultad de
corrección "de forma moderada y razonable". Posteriormente, este
derecho de corrección se ha suprimido en la redacción literal del art. 154 tras
la reforma operada por la Ley 26/ 2015, de 28 de julio.
Apoyándose en recomendaciones del Consejo de Europa, el
Gobierno socialista de Rodríguez Zapatero eliminó esa opción: en consecuencia, ningún cachete, ni
bofetada, ni colleja de los padres a sus hijos es legal en España desde esta
reforma socialista de 2015. Por tanto, los padres-
actualmente- y gracias a la reforma de Rodriguez Zapatero, podrán ser
condenados, como esta madre gallega.
Dice Javier Gomá, filósofo y director de la Fundación Juan March: La
autoridad hay que merecerla, siendo un ejemplo para los hijos y alumnos que se
siga por persuasión y no por coacción’. Estas palabras del filósofo Gomá parecen
concordar con la redacción de la ley de 2015 mencionada. O sea, nada de
cachetes. Todo ha de hacerse por persuasión.
Artículo 154 (C. Civil)
Los hijos no emancipados están bajo
la potestad de los padres. La patria potestad se ejercerá siempre en beneficio
de los hijos, de acuerdo con su personalidad, y con respeto a su integridad
física y psicológica … Además,
los padres podrán, en el ejercicio de su potestad, recabar el auxilio de la autoridad.
los padres podrán, en el ejercicio de su potestad, recabar el auxilio de la autoridad.
Empecemos
por ‘recabar el auxilio de la autoridad’. Imagine que usted sabe que su hijo
tiene un examen dentro de tres días. Cuando llega a casa, come algo y se mete
en su cuarto para jugar con el móvil y el ordenador. En un momento determinado,
el padre o la madre, le dicen al hijo que basta de jugar y que se ponga a
estudiar. Supongamos que el hijo contesta: ‘No me da la gana’.
Los padres
tienen varias opciones. Una de ellas es darle una colleja. ¡A tus padres no se
les contesta de esta manera tan maleducada! Acto seguido la colleja. El hijo, consciente de sus derechos- no de sus
obligaciones, lo que es muy progresista- se pone el abrigo y sin dar ninguna
explicación se dirige a la puerta de entrada para marcharse. El padre y la
madre- aunque podría ser peor y que los padres estuvieran separados y el hijo
sólo tuviera que lidiar con un progenitor, en vez de dos- se plantan delante de
la puerta.
Los padres
quieren saber adónde quiere ir el hijo. Ha oscurecido y no es normal marcharse
sin decir ni pio. El hijo amenaza a sus padres. Si no me dejáis salir por las
buenas pondré dos denuncias, una por la agresión física- léase, la ‘colleja’- y
otra por impedir por la fuerza el ejercicio de mi inalienable derecho a la
libre circulación. El
hijo, que había recibido unas clases de Derechos Humanos en el colegio, suelta
sin pestañear: ‘’El artículo 13 de la Declaración Universal de Derechos Humanos
reconoce el derecho a la libre circulación al proclamar que
“toda persona tiene derecho a circular libremente y a
elegir su residencia en el territorio de un Estado”.
El
padre- ya se sabe, la violencia enfermiza de los hombres- tiene unas ganas
locas de arrearle una segunda colleja. La madre que le conoce bien- no en vano
conviven desde hace más de veinte años- le pone su mano en el antebrazo. ‘No
Manuel, que sería peor’. Acto seguido, los padres se retiran de la puerta y el
hijo Manolito- Lito para los amigos- sale con aires de vencedor. ¿Adónde va? A
la policía. ¿A qué? A denunciar al padre que usó la violencia física contra él.
A
partir de aquí le aliviaré el calvario de los padres. Por una parte, el dolor/humillación
por haber sido denunciados por su hijo. Por otra parte, policía, juzgados y una
previsible sentencia condenatoria. Como la madre gallega de Pontevedra. ¡Qué
escándalo! ¡Cómo es posible! Sin contar que el periódico local saca la noticia
en un lugar destacado. ¡Colleja paterna a un adolescente!
La
tragicomedia puede seguir otros derroteros. Por ejemplo, los padres, en vez de
la saludable colleja- si se hace con mesura y como último recurso- deciden ir a
la policía. A pedir ayuda a ‘la autoridad’. Imaginen la escena. Unos padres
compungidos y avergonzados se dirigen al policía de guardia:
‘Venimos a recabar el apoyo de la autoridad’.
¿De qué me habla, dice el policía?
Que nuestro Manolito no quiere hacer los
deberes. Ya no sabemos qué hacer.
Pueden imaginar lo que pasaría en la vida
real. Incluso si los policías fuesen educadamente exquisitos, les daría la risa
floja. Es ridículo. Pero es un ridículo de los ridículos legisladores que- de
paso- han quitado la autoridad a los padres. Porque la inmensa mayoría de
padres quieren a sus hijos y no dan una colleja por capricho. Además, exigir
que los padres lo consigan todo por ‘persuasión’ es una idiotez, lo diga
Agamenón o su porquero, como se dice en el Juan de Mairena de Antonio Machado.
¿Se imaginan a los padres
tratando de persuadir al hijo estudiante de que debe estudiar- porque es la tarea
de los estudiantes- y Manolito jugando con su móvil y dando la espalda,
desdeñosamente, a sus alucinados y desesperados progenitores A y B?
PD. Han aumentado, alarmantemente, las
agresiones de hijos a padres. ¿Por qué será?
Sebastián Urbina.
(Publicado en ElMundo/10/4/2019.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario