(Se trata de engaño. A ver si muerde el anzuelo.
¡Socorro, nos rodean los fascistas!
Mientras tanto, los comunistas- a la altura de los nazis- están en el gobierno.)
ANTIFASCIMO SIN FASCISMO. (El enemigo que no existe).
El uso vago, abusivo e indiscriminado del lenguaje es habitual en el discurso político, y actualmente está más omnipresente que nunca. En las últimas décadas, uno de los términos más populares de abuso político ha sido “fascista”. La práctica del mal uso de esta palabra alcanzó rápidamente cotas de histeria durante la candidatura presidencial de Donald Trump, en 2016. Su uso se ha vuelto tan indiscriminado que algunos se quejan de que la palabra ha perdido cualquier significado preciso, salvo el de desaprobación.
“Fascista” es especialmente útil como peyorativo polivalente porque el término carece de un significado inherentemente claro, por muy amplio que sea, al igual que otras palabras comunes como “progresista”, “conservador” o “socialista”. El término derivó inicialmente del símbolo de las fasces de la antigua República romana, que significaba “unión” o “haz” y que, a principios del siglo XX, era un apelativo común para varios grupos radicales italianos diferentes, al principio más a la izquierda que a la derecha. El ultranacionalista Fasci italiani di combattimento, fundado en 1919, se transformó en un movimiento de masas y dos años después se rebautizó como Partito Nazionale Fascista. Sus miembros eran los fascistas originales. El adjetivo fue aplicado entonces, de forma generalizada, por amigos y enemigos a la dictadura, que duró dieciocho años, de Benito Mussolini (1925-1943).
Hoy, en cuanto al uso de la violencia y la búsqueda de una revolución antropológica antitradicional, el término ‘fascista’ podría aplicarse más fácilmente a la izquierda
El término fue adoptado por primera vez como peyorativo político general por la Internacional Comunista en 1921 y, posteriormente, los propagandistas comunistas lo aplicaron en numerosas variantes a todo tipo de grupos -“liberal-fascista”, “conservador-fascista”, etc.-, así como a los fascistas italianos. Cuando el nacionalismo autoritario empezó a florecer en muchos países europeos durante la Gran Depresión, los comentaristas y analistas serios empezaron a extender el término también a los nacionalistas radicales de derecha y autoritarios de diversos tipos, algunos más, otros menos, similares a los fascistas italianos.
El Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán nunca se llamó a sí mismo, ni al régimen de doce años de Hitler, “fascista”, pues prefería no ser confundido con los italianos. Sin embargo, a partir de 1933, cuando la gente decía “fascista”, cada vez más quería decir “nazi”, y esta implicación se hizo común durante la Segunda Guerra Mundial. Y ha persistido.
(Stanley Payne/La Gaceta/27/1/2021.)
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