Vendiendo a la madre
Anda el Gobierno trasteando el Código Penal. Y lo hace para contentar a sus socios. Se veía venir desde el pacto del abrazo entre Sánchez e Iglesias; desde que el PSOE decidió, en contra de lo jurado y perjurado en campaña (“no dormiría tranquilo con Podemos en el Gobierno”), echarse en brazos de comunistas y separatistas. Los años pasan y todo se va haciendo habitual, pero hay que recordar cuando lo que estamos viendo era impensable.
Cuando Susana Díaz y la vieja guardia socialista se revolvieron para echar a Sánchez, porque entendían que de lo contrario sucedería lo que está sucediendo. Pero Sánchez volvió, se deshizo él de la vieja guardia, se echó en brazos de comunistas y separatistas, y el PSOE dejó de ser la socialdemocracia constitucional y responsable, si alguna vez lo fue.
Y ahora anda Sánchez vendiendo hasta a su madre con tal de seguir en el poder. Tampoco es que parezca que le cueste mucho; ya no se sabe muy bien dónde acaba el PSOE y empiezan sus socios. A Podemos le acaba de dar la Ley Montero, y ya están saliendo violadores y pederastas de las cárceles. ¡Se les advirtió que la Ley estaba mal hecha! Pero no pasa nada, tienen excusa para todo: la culpa es de los jueces, que son unos machistas y la aplican mal. ¿Todos, Irene? Porque todas las asociaciones de jueces, hasta los progresistas, han saltado a explicar que la norma no admite interpretación y les obliga a rebajar penas.
A continuación le toca a Esquerra, y Sánchez les ofrece pulir el delito de sedición ¡y hasta el de malversación! con tal de amnistiar a los del Prusés. También tienen excusa: es por adecuar el Código Penal a la normativa europea. A veces uno cree estar viendo una comedia y espera oír las risas enlatadas tras la alucinante deposición. ¡Qué normativa europea, si el Tribunal Supremo ya explicó que nuestro Código estaba perfecto! ¡Si le estamos viendo negociándolo con sus socios; lo hace porque se lo exigen! Y Francina Armengol repite el argumento, ufana. Saben que a los militantes y votantes que les quedan ya les da todo igual; los que quedan son fanáticos. Si Sánchez dijera mañana que hay que sacrificar bebés, defenderían sacrificar bebés. Lo que digan los nuestros.
De hecho, también pueden defender hoy una cosa, y mañana la contraria. Ningún problema. A cabalgar contradicciones. Recuerden que Sánchez llegó al poder montando un gran escándalo porque el caso Gürtel salpicó al PP de refilón. ¡Con lo que llevamos visto de los EREs, que acaba de entrar Griñán en la cárcel! ¿Y Podemos, recuerdan cómo hablaba contra la corrupción? Pues nada, ahora se plantean rebajar la malversación. Porque no es lo mismo quedarse la pasta, que repartirla. “No se lucró personalmente; todo lo regaló”. ¡Magnífico! ¡Salvo que lo regalado no era suyo! ¿Por qué no alegan que así se fomenta la generosidad y el desprendimiento? Ya puestos… “De los 700 millones de los EREs no nos quedamos nada; lo regalamos todo a nuestros clientes y votantes, porque somos así de rumbosos. ¡Ole!” Pero ojo, dicen ahora, que esto tiene muchas aristas. No vayamos a beneficiar a los corruptos del PP. ¡Sólo a los nuestros!
Lo malo es que con estas cosas Sánchez no vende a su madre biológica, Dios la guarde muchos años, sino a su pobre madre patria, que están descuartizando en diecisiete porciones (bien rojas todas ellas) a cámara lenta y sin reforma constitucional, por la vía de hecho. Fíjense que tampoco sabemos dónde acaba Armengol y empiezan los separatistas de Més, porque el Consejero de la rama se congratula de que el juez Fiol, premio OCB al catalanismo, no permita que se imparta ni el raquítico 25% de la enseñanza en español a que obliga la jurisprudencia.
En España cada vez hay menos ley, y si por casualidad perdieran el poder, me temo que tampoco habría orden. Ya nos conocemos: en 1934, el PSOE y la Esquerra se rebelaron contra la victoria electoral de la derecha. Desde el Prestige hasta el 1-O, cada vez se emplea más la violencia (de baja intensidad, afortunadamente) y la agitación. Con la reforma de la sedición y la malversación, se avanzará en el desarme del Estado.
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