España ha sufrido este lunes algo absolutamente impensable en un país que se supone que es avanzado, que es parte de Europa Occidental y que tiene una economía –al menos hasta ahora– entre las primeras del mundo.
El suministro cayó de golpe en todo el país alrededor de las doce y media de la mañana, durante muchas horas ningún responsable del Gobierno ha dado la más mínima información y no ha sido hasta las seis de la tarde cuando Pedro Sánchez ha comparecido para no dar ninguna explicación y pedir que no se difundan "bulos", pero admitir al mismo tiempo que no se descarta ninguna posibilidad. En mitad de un silencio estruendoso hemos tenido que esperar hasta las once de la noche para la siguiente comparecencia del presidente del Gobierno, pero de nuevo, ha seguido sin decir nada sobre las causas últimas del desastre, ha admitido que ni siguiera habían comprendido lo sucedido y, de nuevo, no descartaba "ninguna posibilidad".
No hay más que dos opciones: o bien el Gobierno efectivamente no sabe lo que de verdad ha ocurrido o bien se lo está ocultando a la población. Ninguna de las dos es aceptable, no al menos en el país que queremos que sea España, no en el país que era hasta este lunes.
En los últimos años se ha venido advirtiendo con insistencia de que la red eléctrica de nuestro país estaba en un estado muy deficiente y que eran necesarias inversiones millonarias para evitar problemas de suministro.
Pero en lugar de abordarlas se ha emprendido una transición energética guiada únicamente por el sectarismo ideológico más atroz y sin tener en cuenta, tal y como se ha visto, que en lo tocante al suministro eléctrico lo más importante no es llenar el país de molinos porque eso nos da una imagen muy verde –y de paso llena algunos bolsillos–, sino garantizar el suministro a toda la población.
En cualquier caso, hayan sido la razón de este desastre los problemas anteriores de la red o un ciberataque externo, tal y como se ha comentado durante buena parte del día, es inaceptable que haya tenido este impacto brutal, que la recuperación del suministro esté siendo extremadamente lenta y, por supuesto, que no se estén dando las explicaciones oportunas.
Insistimos: sea cual sea el motivo es intolerable que España se vea así, que la mitad de nuestro país haya pasado más de medio día sumido en un apagón total que ha frenado la actividad económica, que ha llevado el caos a las calles y las carreteras, que ha tenido –y tiene cuando escribimos estas líneas– a miles de personas aisladas y a decenas de miles de negocios sin saber si cuando vuelva el suministro sus pérdidas serán asumibles o directamente desastrosas.
Aunque en España parecemos haberlo olvidado, un Gobierno no está para crear leyes sobre todos y cada uno de los aspectos de nuestra vida particular, sino para prevenir estos problemas o, al menos, solucionarlos en un plazo razonable. En cambio, en nuestro país lo que ocurre cada vez que la población necesita del Estado, ya sea una pandemia, una Dana o el gran apagón, es que descubrimos que el Estado no está y el Gobierno no es capaz de hacer otra cosa que propaganda barata.
(Edit. Libre Mercado/29/4/2025.)
La culpa: ¿de pedro sanchez y de beatriz corredor?
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