En un comunicado a
través de sus redes sociales, la atleta gallega (Peleteiro) lamentó que
durante el Mundial de atletismo no haya habido ningún tipo de acto o denuncia
pública en defensa de los derechos humanos y contra los tragedia que vive el
pueblo palestino en su guerra con Israel.
Después llegó RTVE insinuando que España no
participará en Eurovisión si lo hace Israel. Y ya
puestos, ¿qué viene luego?¿Pintar estrellas en los
escaparates de los comercios judíos?¿Coserlas en las
camisas, como en tiempos de Hitler?
No sería tan extraño: la historia enseña que
las grandes barbaridades siempre empiezan con gestos que parecen inofensivos. Lo inquietante es
que quienes nos llaman “fascistas” y “nazis” a los demás son los que hoy
aplaudirían medidas calcadas a las del Tercer Reich.
Los
mismos que creen estar del lado bueno de la historia reproducen, con pancarta y
megáfono, el manual más antiguo de odio colectivo. Si Goebbels levantara la cabeza,
aplaudiría con las orejas. La excusa es siempre la misma: “No estamos contra
los judíos, estamos contra Netanyahu”. Pero en la
práctica lo que se señala no es a un primer ministro, sino a todo un país y, de
paso, a toda una comunidad.
Hoy
les prohíbes correr en La Vuelta o cantar en Eurovisión; mañana les niegas
abrir un comercio o matricular a sus hijos en una escuela. El salto es mínimo. Ayer eran
ciclistas; mañana pueden ser médicos, tenderos o vecinos. Y
cuando se cruza esa línea, ya sabemos cómo termina: con trenes hacia el
mismísimo infierno.
El
episodio de la Vuelta ciclista es un buen ejemplo. Un equipo israelí participa
y, de repente, se convierte en objetivo de protestas y pintadas. Los ciclistas,
que lo único que quieren es pedalear, pasan a ser rehenes de una batalla
política que nada tiene que ver con el deporte. ¿Qué culpa tiene un chaval de
23 años de lo que haga o deje de hacer el Gobierno de su país? Ninguna. Pero
ahí estaba Sánchez, presto a aplaudir públicamente a quienes exigen su
exclusión a pedradas y con 22 policías heridos como saldo, como si apalizar a
policías fuera una forma legítima de veto deportivo.
Lo
mismo con Eurovisión. RTVE, siempre tan dispuesta a ondear la bandera de la
moral, se plantea no acudir al festival si participa Israel. Y uno se pregunta:
¿de verdad esa es la línea roja? ¿No participar en un concurso de
canciones mientras se financian películas con dictaduras, se negocia con
tiranos o se vende armamento a regímenes infinitamente más siniestros?
La incoherencia es tan abrumadora y constante
que ya ni siquiera nos sorprende.
(Rosa Martinez/VozPopuli/17/9/2025.)
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Del río al mar, el 7-O y Eurovisión
Ahora el problema es Eurovisión. La participación de Israel
en Eurovisión. Se va a enterar Netanyahu. Confirmado. Nos toman por
imbéciles
Pedro Sánchez ha desatado unacampaña antisemitaque ha degenerado ya en episodios de violenciacomo las algaradas de la etapa final de la Vuelta y en señalamientos de comercios a cuyos propietarios se acusa de sionistas.
Acaba de ocurrir en una librería catalana y
ya sucedió a finales de octubre de 2023 con un hotel en Barcelona.
Habían pasado pocos días de la masacre contra los judíos perpetrada por
Hamás el 7 de Octubre de hace dos años y ya estaba en marcha la
izquierda antijudía.
La izquierda que está lanzado sus jaurías a las calles enarbolando banderas palestinas oculta deliberadamente la causade la respuesta del Gobierno de Israel, aquel ataque de los terroristas
de Hamas en el que asesinaron a 1.300 personas, secuestraron a
trescientas, violaron y torturaron a cientos de mujeres y las exhibieron agonizantes, con los cuerpos rotos y los pantalones manchados de sangre como
prueba de que habían sido ferozmente vejadas y forzadas por manadas de
altivos terroristas de credo musulmán. ¿Y los niños?Los bebés de esas mujeres fueron asesinados a sangre fría. Algunos por procedimientos tan demoníacos comoasarlos vivos en hornos domésticos.
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