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sábado, 6 de febrero de 2010

EL PELIGRO DE LA FRAGMENTACIÓN.











5 Febrero 10 - Madrid - J. Ors
La Razón.

Lo reconoce él mismo: la era de los hispanistas ya ha terminado y en el futuro ya no serán tan influyentes. Pero con su nuevo libro, «España, Europa y el mundo de ultramar 1500-1800», demuestra que él todavía sigue siendo fundamental para la historia

En el verano de 1950, John H. Elliott todavía no era Sir, sino un joven británico alto y espigado, dispuesto, junto a otros estudiantes de Cambridge, a gastar sus vacaciones recorriendo de una punta a otra la península Ibérica. En aquellas seis semanas intensas y fatigosas por un país varado en los salientes de la posguerra, descubrió el Museo del Prado, la deslumbrante pintura de Velázquez, y recordó, en un destello de intuición y lucidez, un libro de Fernand Braudel, «El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II». Pero sobre todo se acordó de una pequeña anotación, un comentario fugaz incluido en sus páginas,y que para muchos pasaría desapercibido, que aludía a los tesoros que todavía quedaban por desenterrar en España. El tiempo ha espigado muchos calendarios desde entonces y, esta vez sí, Sir John Elliott es hoy uno de los hispanistas más reconocidos de todas las épocas. A sus espaldas hay libros ineludibles: «La España imperial», «El Conde-Duque de Olivares», «El mundo de los validos» y «España y su mundo», entre otros. Ahora, este maestro de historiadores publica «España, Europa y el mundo de ultramar» (Taurus).

-En su libro sugiere que la época de los hispanistas se ha acabado.
-A mediados del siglo XX, los hispanistas tuvieron grandes posibilidades en España por la falta de recursos en este país, la censura, la imposibilidad de estudiar fuera, y aunque hubo importantes historiadores, como Domínguez Ortiz, sus oportunidades eran limitadas. Nosotros teníamos más libertad y un campo abierto. Después de la Transición, los jóvenes han aprendido idiomas, se han integrado en la historiografía europea. Interpretan su historia. Hacen lo que nosotros hicimos. En el futuro, los hispanistas no tendremos el impacto que tuvimos. Es necesaria esa mirada exterior, porque aporta cosas que no se ven desde dentro, pero no tendremos esa repercusión.


-¿Siente nostalgia por eso?
-No, porque la idea de hispanista sugiere una sociedad subdesarrollada. Implica venir con una visión privilegiada y eso no me gusta. Yo he intentado incluirme en esta sociedad. Ahora puedo ver la madurez de la historiografía española. El problema es si los jóvenes historiadores tendrán puestos en la universidad. Están teniendo dificultades. Pero pasa en toda Europa.


-¿Cuál es el riesgo actual de la historia española?
-El gran peligro es la fragmentación de la historia de España por las autonomías. Hay que pensar en el conjunto de la hispanidad. Así es cómo hay que pensar. Había una España y había, también, las patrias y los reinos dentro de esa España. Lo que me preocupa es esa visión minúscula de la historia. Sólo de su propio hogar. Por eso, el mensaje del libro es ampliar ese horizonte. Pensar en la monarquía española como una monarquía que antes englobó Europa, África y el mundo atlántico, no hay que quedarse en tu propia casa.


-También advierte de los riesgos de la unión y la federalización.
-Es el gran problema. Unión o diversidad. En España se impuso la unidad desde el centro. Desde la Transición hemos visto el renacimiento del mundo periférico, que, en su momento, ayudó a la cultura y la vitalidad de este país, pero ha traído el peligro de la fragmentación por culpa de los nacionalismos. Hay que encontrar un equilibrio entre unidad y diversidad. Ese riesgo también lo corre Europa. Tenemos que evitar que se imponga todo desde Bruselas y reconocer la diversidad de Europa, porque ha sido la causa de la pluralidad y creatividad de este continente. Es importante no perder eso.


-¿Por qué la historia resulta tan conflictiva para España?
-En parte por sus anteriores logros y por imponerse Castilla sobre el resto, que produce reacciones naturales. Todo eso ha influido. En la última parte del siglo XX, esta noción del fracaso en la historia ha cambiado. Ahora se piensa más en los éxitos. No todo ha sido tan terrible como creía. Espero que ese mensaje no se pierda con los problemas de hoy. Algo cambió en la mentalidad. Hubo una sociedad optimista en España hasta 2004-2005. Ojalá continúe siendo así.


-¿Qué cambió en 2004?
-Ha llegado una generación que no ha vivido la Guerra Civil. No busca el consenso como ocurrió en la Transición, que perseguía esa idea como solución para España. Si se pierde esa conciencia de consenso por falta de experiencia personal puede haber una nueva polarización. Me temo que no hay tanto diálogo como hace 20 o 30 años. Los españoles son sensatos, no quieren perder lo que ha ganado, pero, en tiempo de crisis, hay políticos demagogos que tienen ganas de explotar el descontento y las quejas de la sociedad para sacar ventajas. Son momentos peligrosos. Dependerá de los dirigentes políticos, de su cultura, experiencia y capacidad para entender la historia, y me temo que los políticos occidentales tienen poca perspectiva histórica de los problemas.


-¿No tiene la sensación de que Europa está dormida?
-Es cuestión de conservar el nivel de educación, fundamentalmente en la universidad. No hay que hacer economías falsas con la educación superior. Hay que formar un grupo cultivado y educado. Puede que suene elitista, pero no todos podrán beneficiarse de esa educación, aunque es muy importante, como los intercambios de estudiantes en Europa y con los Estados Unidos.

-¿España ha sido tan excepcional?
-Ésa ha sido la lucha de mi vida. No lo ha sido tanto como creía Franco. Ese «excepcionalismo» es absurdo. El riesgo es cuando llevamos esa idea al otro extremo y decimos que ha sido parecido a Europa, y no es verdad.

«En Estados Unidos ganará el inglés»
John Elliott mira con interés el encuentro entre México y EE UU. Dos países que nacieron del imperio español y el británico. «Dependerá de la segunda o tercera generación de inmigrantes, pero es muy probable que Estados Unidos no sea bilingüe. Creo que ganará al final el inglés por ese ansia que tienen los inmigrantes hispanos de integrarse en el seno de esa sociedad y por la política tradicional de EEUU, un país hecho con oleadas de inmigrantes, de asumir en su interior a estas personas».

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