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lunes, 10 de mayo de 2010

PACTO EDUCATIVO.









Por Arturo Muñoz y Julián Ruiz Bravo.

Quien produce un problema no está capacitado para resolverlo. Podríamos referirnos al partido que impulsó la LOGSE y se empeña en mantenerla viva con la actual LOE, o a un presidente de gobierno, cuya gestualidad ya no disimula la vaciedad de sus palabras. Pero nos referimos a un ministro, cuyo nombramiento tiene ahora diáfana explicación.


Fiel al estilo de Rodríguez Zapatero, el Ministro Gabilondo ha demostrado en su discurso buenas intenciones, cómo no, pero ninguna capacidad real para cambiar la inercia destructiva en la que el PSOE sumió la educación. Se ve que alguien tenía que estar ahí, ocupando un puesto que no podía quedar vacío, simulando que quería cambiar las cosas sin cambiar nada. Un falso ministro que propone un pacto en falso, a partir de un documento que aparentemente afronta el problema, pero en realidad no contiene más que vaguedades. Al contrario, más bien pretende cerrar el verdadero debate, que debe partir del reconocimiento de que hay que desandar el camino recorrido desde 1990. La retórica petición de "implicación de todas las partes", queda en ridículo cuando se renuncia a cambiar la parte que a uno le corresponde, y se dejan intactos los principios del sistema educativo.

Con el pomposo título de "Pacto social y político por la Educación", se propuso a los partidos políticos un texto que algo tiene de social y mucho de político, pero muy poco de verdadera vocación educativa. Olvídense los despistados, que creen que el debate se debe centrar en aumentar el gasto, enfrentar a la pública con la privada, exaltarse a favor o en contra de una asignatura irrelevante en el conjunto del currículum como es Educación para la Ciudadanía, o pedir estabilidad legislativa, cuando llevamos 20 años de estabilidad en el fomento de la mediocridad. El problema es que la propuesta de pacto no corrige los fundamentos psicopedagógicos de la LOGSE-LOE. No devuelve la educación al sentido común que los profesionales de la docencia tienen, del que carecen los inventores de teorías preciosistas que sólo funcionan sobre el papel. Corrige muy deficientemente la comprensividad y el inclusivismo, el todos juntos a todas horas y por muchos años, obligados a estudiar lo mismo, sin reconocer que ha fracasado estrepitosamente. Y si se alega que por fin cambia el último curso de ESO, al proponer dos tipos (uno dirigido a Bachillerato y otro a Ciclos), no se entiende por qué cambia sólo la última pieza del engranaje. Para empeorar las cosas, mantiene la intención de flexibilizar el Bachillerato. Lamentablemente, sabemos lo que eso significa. En Baleares, por ejemplo, el remedo de flexibilidad para los alumnos de 2º de Bachillerato que repiten, no está sirviendo para que mejoren las notas de las materias que aprobaron. Recordemos que la anterior ministra se llevó un serio revés cuando su plan para flexibilizar el Bachillerato fue rechazado por los tribunales. Sobre la Educación Primaria, se corre un velo de silencio, a pesar de ser la base de un modelo educativo que en nombre de una equidad mal entendida, ha hecho superflua la excelencia. Pero todo cuadra: el documento es triunfalista sobre los efectos de la plena aplicación de la LOGSE, cuando los datos demuestran que el porcentaje de jóvenes que siguen estudiando cualquier cosa a los 16 años ha descendido. Reconocer que el camino del facilismo educativo es contraproducente, implica una honestidad y una valentía propias del liderazgo que Gabilondo no tiene.

UPyD no ha firmado el Pacto, lo que no es electoralismo ni populismo, es simplemente no perseverar en la irresponsabilidad, para no hacer un agujero más al casco hundido de la educación.

1 comentario:

  1. Anónimo10:39 a. m.

    "Corrige muy deficientemente la comprensividad y el inclusivismo, el todos juntos a todas horas y por muchos años, obligados a estudiar lo mismo (...) Para empeorar las cosas, mantiene la intención de flexibilizar el Bachillerato."

    ¿No hay una clara contradicción en esa doble crítica? La flexibilización del Bachillerato actual no genera en absoluto una situación de "todos juntos a todas horas", sino precisamente lo contrario (sea bueno o malo). ¿Cómo puede criticarse la comprensividad y la flexibilización en un mismo paquete? Me he quedado sin poder saber si los autores se oponen a la comprensividad o a la flexibilización. El afán invencible de criticar a toda costa produce esto.

    PD.: Ignoro si los autores del texto son catalanes víctimas de la enseñanza bilingüe. Pero detecto en su artículo puntuales deficiencias en el uso de signos de puntuación (comas que deberían ser dos puntos, comas que separan inadecuadamente sujetos de sus verbos, etc.). Es obvio que alguien en el sistema educativo por el que pasaron los autores les privó de conocimientos sobre la lengua castellana necesarios para que su propio texto alcanzara esos niveles de "excelencia" que tanto añoran en la enseñanza actual. O quizás veían la tele más de lo debido y leían menos de lo conveniente.

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