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miércoles, 10 de noviembre de 2010

¿PROGRESISTA O REACCIONARIO?







¿Progresista o reaccionario?

Es sabido que la expresión ‘izquierda política’ y ‘derecha política’ se refieren, originariamente, al lugar que ocupaban los políticos en el Parlamento francés, después de la Revolución. Los políticos que apoyaban al llamado Antiguo Régimen (que incluía a monárquicos y conservadores) se sentaban en la parte derecha. En cambio, sus adversarios (entre los que podemos situar a liberales y revolucionarios) se sentaban en la izquierda.

Pero esta distinción ya no tiene sentido. Ahora, mucha gente supone que la izquierda atesora unos determinados valores y la derecha otros. ¿De qué valores se trata? No es tarea fácil, dada su variabilidad. En el año 1982, el socialismo español se identificaba con el cambio. O sea, ‘por el cambio, para que España funcione’ . ¿Qué cambio? Esa es otra historia.

En el año 1997, el socialismo se identificaba con el baluarte de la libertad. Es decir, ‘socialismo es libertad’. Pero nada es eterno. En los años 1998-1999, la cosa progresista iba con la ética y la honestidad. Y, finalmente, en este análisis que no puede ser exhaustivo, el programa electoral de las elecciones generales de 2004 era, según nos dice J. Trillo-Figueroa (‘La ideología invisible’), ‘el más radical y escorado a la izquierda que se haya presentado nunca a unas elecciones en España, desde la Transición’.

En fin, una gran revolución socialista que el Presidente Rodríguez Zapatero resume, con su conocida capacidad de síntesis: ‘Son tres palabras que identifican claramente este tiempo político: paz, ciudadanía y talante’. Lo que cada palabra signifique pertenece a los insondables misterios de la izquierda. En cualquier caso, parece ser más progresista no precisar de qué se trata y cómo se consigue.

Algunas personas, inteligentes y honestas, como F. Savater, R. Díez (y muchos otros) han percibido que esta dicotomía ‘izquierda-derecha’ es cateta, manipuladora y poco significativa, al menos en los tiempos actuales, según sus propias palabras. Sirve, especialmente, apara arengar a las masas. Con ‘masas’, me refiero a las personas que prefieren no pensar por sí mismas, no dispuestas a leer y reflexionar y, en consecuencia, a dejarse llevar por tópicos y eslóganes. Este penoso maniqueísmo (buenos, la izquierda; malos, la derecha) debería ser sustituido, dicen algunos, por este otro: ‘progresistas y reaccionarios’. ¿En qué consiste tal distinción?

Es de suponer que los partidarios del progreso, a pesar de la vaguedad de este término, pueden estar situados tanto en la izquierda como en la derecha. A menos que insistamos en la simpleza de que solamente la izquierda quiere el progreso y la derecha, en cambio, quiere el regreso. En resumen, todo el mundo quiere el progreso, al menos hasta que no aclaremos, con mayor precisión, lo que significa. Luego ya veremos.

Sea como sea, podemos suponer que ‘la izquierda’ no renunciará fácilmente a lo que tanto le conviene. ¿Qué es? Hacer creer a la gente que la única opción auténticamente ‘solidaria, buena, generosa y emancipadora’ es la suya, la de izquierdas, que se identifica con el progreso. Virtudes que, obviamente, no tendría la malvada, casposa y reaccionaria derecha.

Me parece que la nueva distinción (progresista-reaccionario) se entiende mejor si la traducimos a esta otra dicotomía: ‘liberal’ e ‘intervencionista’. El intervencionismo, o el estatismo, tienden a restringir la libertad de los individuos y el margen de maniobra de la sociedad civil y, en consecuencia, a aumentar el poder del Estado y sus burócratas. Además, ser intervencionista supone creer que el Estado es ‘bueno’ (y no tiene fallos), por definición, y que el mercado, también por definición, es ‘malo’ (y los fallos son exclusivamente suyos). Hay, pues, que intervenir para paliar, al menos, los fallos, las maldades y las injusticias del mercado.

Recordemos que la caverna socialista, representada por paladines de la ‘auténtica libertad’, como Castro, Chávez, Morales, Correa y demás camaradas, es furiosamente antiliberal. Más aún, claman contra el ‘neoliberalismo’ (aunque no sólo ellos) que debe ser, todavía, más cruel y despiadado que el liberalismo a secas. Pero los países que salen, más y mejor, de la pobreza, son aquellos que aplican medidas liberalizadoras. Entre otros ‘pequeños’ ejemplos, China y la India. ¡Qué cosas!

En conclusión, lo más reaccionario sería el intervencionismo. Sin embargo, todos los partidos son intervencionistas. La cuestión, por tanto, no es si hay intervención o si no la hay. Sería una cuestión de grados. Recordemos a G. Orwell: ‘Todos somos iguales, pero unos más iguales que otros’. Por tanto, habría gente de izquierdas progresista, que sería la débilmente intervencionista. Y también habría gente de izquierdas reaccionaria, la fuertemente intervencionista y estatista. Es la que, encima, se cree moralmente superior. Y lo mismo sucedería con las llamadas gentes de derechas. Cuantos más intervencionistas, más reaccionarios.

La máxima felicidad de los políticos antiliberales (que son la mayoría) es hacernos iguales por medio de la ley. Aunque esto no sea factible (la historia así lo muestra) y solamente sirva para aumentar los impuestos, la pobreza y la ineficiencia económica. Olvidan, o no quieren saber, que la igualdad respetuosa con la libertad, es la igualdad ante la ley, no la igualdad por medio de la ley. ¿Significa esto que hay que eliminar el llamado Estado de Bienestar? No. Significa que hay que controlar y limitar mucho más el mal llamado ‘gasto social’, y ‘adelgazar’ el Estado, para evitar el inmoral saqueo impositivo de los ciudadanos. En nombre del ‘bien común’, por supuesto.

Una sociedad que pone la igualdad por encima de la libertad, terminará sin libertad ni igualdad’.(M.Friedman).

Sebastián Urbina.

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