LA UTOPÍA LAICA.
La utopía es una especie de sueño organizado, en el
que se muestra una sociedad ideal, por contraste con la realidad que nos ha
tocado vivir.
El punto de partida de las utopías
se suele situar en La República de Platón. Es decir, un Estado perfecto, un
Estado justo. La intención de los utópicos siempre es buena, aunque los
resultados no suelan acompañar a las buenas intenciones. Pero no se limitan a
Platón. Recordemos a San Agustín (La Ciudad de Dios), Tomás Moro
(Utopía), T. Campanella (La Ciudad del Sol) o Francis Bacon (La Nueva
Atlántida), entre otros.
Es cierto que la ensoñación de un
mundo mejor (que tiene su correspondiente actual en la máxima progre, ‘otro
mundo es posible’) es una característica humana. En este sentido, nada malo
habría en dibujar utopías en las que, supuestamente, seríamos auténticamente
felices. El problema aparece cuando, una y otra vez, la utopía en cuestión se
materializa gracias al empeño de un grupo organizado, más o menos numeroso, y
obtiene resultados que poco tienen que ver con lo prometido. Es decir, en vez
de felicidad y bienestar a raudales, la utopía chapotea en pobreza, sufrimiento
y ausencia de libertad.
Uno de los objetivos del
socialismo utópico fue la creación de comunidades igualitarias, gran obsesión
de la izquierda. Recordemos los falansterios de Fourier. Se trataba de
comunidades rurales supuestamente autosuficientes. Hay, también, utopías
modernas (Arhhelm Neussüs) que pretenden ser diferentes a las demás utopías
pero, a pesar de las diferencias y los matices, todas tienen el mismo fondo
común: la crítica y el rechazo a la realidad social existente, y una propuesta
alternativa, radical y global.
¿Qué diferencia hay, si la hay,
entre utopía y religión? Aunque la definición de religión no es pacífica y hay
opiniones diversas, podemos decir que la religión es un sistema de creencias y
de prácticas vinculadas al destino trascendente de los seres humanos. Por
tanto, una diferencia fundamental sería el carácter inmanente de la utopía y el
carácter trascendente de la religión.
Dicho esto, veamos como, a pesar
del proceso secularizador que se produce en Europa, especialmente a partir del
siglo XVII (con la revolución científico-técnica) los seres humanos no han
abandonado el sentido de la trascendencia. Porque no es nada fácil seguir los
consejos de Epicuro: ‘La muerte en nada nos pertenece pues mientras nosotros
vivimos no ha llegado y cuando llegó ya no vivimos’. Podemos aceptarlo
racionalmente, pero las emociones y las pasiones que nos afligen en ciertos
momentos críticos, no se disipan con facilidad.
Dice G. Steiner: ‘Las
mitologías fundamentales elaboradas en Occidente desde comienzos del siglo XIX
no sólo son intentos de llenar el vacío dejado por la decadencia de la teología
cristiana y el dogma cristiano. Son una especie de teología sustitutiva’.
Aunque Steiner se refiere, no
solamente al marxismo, sino, también, al psicoanálisis (Freud) y a la
antropología estructural (Levy Strauss), creo que es preferible centrarse en la
utopía laica por excelencia, la ideología de izquierdas. ¿Por qué? Porque es la
más influyente en la práctica de millones de ciudadanos. Por no hablar de los
partidos de izquierdas, los medios de difusión de izquierdas y la
enseñanza de izquierdas. Pues bien, ¿Cómo es posible que, a pesar de los
continuados fracasos de la ideología de izquierdas, millones de personas les
sigan votando?
Pongamos un ejemplo. Dice Guy
Sorman: ‘... puede considerase que entre los economistas existe consenso
acerca de la eficacia superior de la economía de mercado, indudablemente sin
alternativa’.
¿Sirve para algo este consenso
generalizado entre los economistas para que todos los ciudadanos acepten la
economía de mercado? Es muy dudoso. Y la explicación tiene que ver con la
importancia de las ‘teologías sustitutivas’ del cristianismo, como las
mencionadas. Hace tiempo seguía un debate televisivo en el que había gentes de
un cierto nivel, que escriben artículos de opinión en los periódicos más
importantes de España. Una de estas personas se quejó de que, ‘el mercado
está mandando sobre la política’.
Lo que esta persona, de
izquierdas, estaba diciendo es que el malvado capitalismo no puede (no debe)
imponerse a las políticas sociales y solidarias de los gobernantes de
izquierdas. Dejo aparte a los gobernantes de derechas que, se supone, harán
políticas congruentes con la economía de mercado. Lo que es mucho suponer.
Pero, en cualquier caso, ¿ha entendido, esta persona de izquierdas, como
funciona el mundo? ¿Se ha enterado de cómo funcionaría la sociedad si el mercado
se sometiese a la voluntad de los políticos de turno? ¿Sabe este señor que el
tamaño del Estado se sitúa, en Europa, cerca del 50% del PIB? Parece que no.
Pero, al menos en principio, se trata de gente culta e inteligente. ¿Cómo es
esto posible?
Creo que la respuesta está en la
interiorización de una visión global, de una ideología totalizadora, la
ideología de la izquierda radical. Una ideología que, supuestamente, tiene
respuesta para todo. Cuando se acepta esta ideología, los hechos adversos
suelen tener poca o nula importancia y todo debe someterse a los objetivos,
moralmente superiores, de la utopía en cuestión. De ahí la tendencia de los
izquierdistas confesos a vivir en las nubes (por no aceptar la realidad
adversa) y en la manipulación de la realidad (porque el fin emancipador
justifica los medios).
En resumen, el intento de materializar el cielo en la
tierra, ha devenido, una y otra vez, en grandes sufrimientos y fracasos. Unos
cien millones de muertos, según nos muestra ‘El libro negro del comunismo’.
Pero la ortodoxia ‘buenista’, supuestamente solidaria y emancipadora, puede más
que los hechos, más que la realidad. Porque muchas personas rechazan la fealdad
de un mundo imperfecto y se aferran, ciegamente, a la ‘nostalgia de Absoluto’.
O sea, un falso mundo perfecto. Aquí mismo. Y de izquierdas. Aunque
parecía muerta y enterrada tras la caída del Muro de Berlín, renace una
izquierda salvadora que desprecia la democracia ‘burguesa’. Eso sí, ofrece de
todo, ahora mismo, y gratis. En fin, ‘Podemos’. ¿Será el pueblo español tan
ingenuo que trague la píldora de la felicidad?
Como ha dicho el nuevo líder Pablo
Iglesias, en un desayuno informativo en el Ritz de Madrid, a mediados de Junio:
‘El terrorismo de ETA tiene explicación política’. De ahí que, según
estos progresistas de coleta, los asesinos se puedan convertir en presos
políticos. Y como está muy feo tener presos políticos, a la calle. Y en ‘El
programa de Ana Rosa’, por esas mismas fechas, le preguntaron a Pablo Iglesias
si condenaba la dictadura cubana y dijo, taxativamente, que no la condenaba.
Por no hablar de los demagógicos disparates económicos, radicalmente intervencionistas, que nos llevarían a la ruina. O la huida de capitales que estas actuaciones provocarían. Con estos iluminados la inversión extranjera caería dramáticamente, y nosotros no generamos suficiente ahorro interno. Además, su deseo de controlar la prensa recuerda a Lenin y su famosa frase: ‘Libertad, ¿para qué?’. O sea, nosotros estableceremos lo que se puede decir y lo que no.
EH Bildu (la organización independentista vasca) asegura que su discurso es 'coincidente' con el de ‘Podemos’, y agradece a esta formación que reconozca el derecho de autodeterminación. Por cierto, este supuesto derecho no está reconocido en ninguna Constitución democrática del mundo. Pero a ‘Podemos’ no le importa trocear España. Se ve que esto es progresista.
En resumen, populismo de izquierdas, de la peor especie, que se aprovecha del desencanto y frustración de millones de ciudadanos con este bipartidismo nefasto, para prometer felicidad gratis. Yo también critico duramente este bipartidismo, pero usted debería tomarse en serio este recordatorio: ‘Podemos’ ir a peor. Rectifico. Mucho peor.
Sebastián Urbina.
Lo han aupado desde todos los medios de comunicación.
ResponderEliminarSe han preocupado de que la gente no se interese por la Historia o por la Política y han creado un monstruo demagogo.
Así es. Pero la sociedad tiene que acostumbrarse a defenderse. Ya que los políticos hacen lo que hacen. O nos pasarán por encima.
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