(Nos toman por idiotas porque gran parte de la sociedad española es políticamente inmadura. Por eso la izquierda puede hacer casi lo que quiera y la respuesta es el silencio. A veces, incluso, el aplauso.
Un ejemplo entre miles. El presidente Sánchez destacó por su repetido 'No es no', dirigido a Rajoy, ganador de las elecciones. O sea, no quería ni hablar con el que había ganado las elecciones democráticas.
Ahora quiere hablar- y lo repite con insistencia- con los golpistas. ¡Con los golpistas! ¡No con Rajoy!
¿Reacciones de indignación? Mínimas. Esta es la sociedad española.
No se pueden pedir peras al olmo.
PD. ¿Qué se puede esperar de una sociedad que votó- dos veces- al incompetente y majadero Zapatero)
NOS
TOMAN POR IDIOTAS. (La izquierda reaccionaria.)
Días
atrás pude comprobar cómo una corresponsal de Televisión Española en el
extranjero recibía una llamada en su móvil nada más terminar una crónica
transmitida en directo. El
motivo era una recriminación por la descripción que había hecho de los
políticos sobre los que estaba informado. Su interlocutor, miembro del comité
de empresa de RTVE, exigía una definición más agresiva de un político
conservador del que ella estaba hablando. El ambiente ya reflejaba la nueva
realidad de la corporación. La
izquierda se considera la propietaria de la radiotelevisión pública como los
independentistas creen poseer la radiotelevisión catalana. Son medios
públicos, pero solamente de una parte del público. Ayer tuvimos el mejor
ejemplo de esto.
Pablo Iglesias escenificó en directo el nombramiento
de un periodista de su confianza como nuevo presidente de Radio Televisión
Española. Según dijo, la persona escogida se debía a que «en la negociación
[entre PSOE y Podemos] ha habido una cuestión que ha quedado clara desde el
principio: TVE tiene que dejar de ser un aparato de propaganda del partido que
gobierne». Y ¿quién es la persona ideal para que TVE deje de ser un «aparato
de propaganda del partido que gobierne»? Pues un periodista llamado Andrés Gil del que confieso que en treinta
años de carrera profesional no he oído hablar nunca -lo que sólo demuestra cuán
ajeno a la realidad en la que vivo estoy.
Gil hizo el master de «El País» y
trabajó en el diario gratuito ADN antes de incorporarse a «Eldiario.es», órgano
de expresión muy próximo a la izquierda podemita, donde es su redactor jefe de
política. ¿Su experiencia en televisión? La de verla sentado en
el sofá de su casa. ¿Sus conocimientos para dirigir un equipo de casi 7.000
empleados? No se descarta la posibilidad de que sea aficionado a los soldaditos
de plomo. Y entonces, ¿por qué anuncia Pablo Iglesias ese nombramiento? ¿Nos toman por idiotas cuando nos dicen
que tiene que dejar de ser un aparato de propaganda del Gobierno? Evidentemente
sí. Y mientras te justifican el nombramiento que contradice su
planteamiento teórico, te van miccionando en la pernera del pantalón. Con gran
deleite.
Uno de los mayores pecados
políticos del PP a lo largo de los años de presidencia de Aznar y Rajoy ha sido
el dejar todos los medios audiovisuales en manos de la izquierda.
El último caso fue el de la creación de Atresmedia con la incorporación de «La
Sexta» en contra del criterio de la Comisión Nacional de la Competencia. Ahora
la democracia española se encuentra con todas las televisiones alineadas en la
misma posición ideológica y TVE controlada por Podemos. Por no hablar de
Telemadrid, que todavía no se ha recuperado del giro a la izquierda que le dio
aquella fallida sucesora de Mariano Rajoy que se llama Cristina Cifuentes.
Imaginen
ustedes que el PP hubiera llegado al poder sin ganar unas elecciones y que
hubiera colocado al frente de la radiotelevision pública al jefe de política de
un pequeño diario digital de línea dura, tan dura como «Eldiario.es», pero en
el extremo opuesto. Y que el nombramiento lo hubiera
anunciado no el presidente del Gobierno, si no un aliado circunstancial, por
ejemplo el presidente de VOX.
La reacción de la izquierda
española requeriría la recuperación para el periodismo del siglo XXI de don
Benito Pérez Galdós y su narración de la batalla de San Quintín. Pero aquí no pasa nada.
(Ramón Pérez Maura/ABC.)
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