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viernes, 3 de febrero de 2023

Y SERÁS FELIZ

 

Y serás feliz

Por Gabriel Le Senne

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«En 2030 no tendrás nada y serás feliz» es el eslogan creado por el Foro de Davos que se ha convertido en algo así como el lema del movimiento contra la Agenda 2030, esa agenda que, bajo principios aparentemente irreprochables —«hambre cero», «erradicar la pobreza»— oculta planes que podríamos directamente calificar de genocidas, pues tienden a la reducción drástica de la población global.

Quizás hayan oído hablar de ChatGPT, un prototipo de inteligencia artificial (IA) que se especializa en el diálogo. Dicen los entendidos que es capaz de grandes proezas —no he podido comprobarlo personalmente, porque estaba caída—, y que demuestra que la IA pronto podrá aliviarnos de muchas tareas. No comparto los miedos de los seguidores del Calvo de Davos, su gurú Klaus Schwab, a la pérdida masiva de empleos, porque eso es lo que ocurre siempre en el proceso de destrucción creativa en que consiste el progreso económico.

Ya los ludditas se quejaron de los telares, del automóvil, de los ordenadores… Y ciertamente, se perdieron empleos, pero se crearon otros mejores, más productivos. Conviene ayudar en la medida de lo posible en los procesos de adaptación, pero el mundo sigue girando y al final todo es para bien. Bueno, ¿todo? No todo, evidentemente.

El caso es que leo también comentarios acerca del sesgo izquierdista de ChatGPT —la inteligencia artificial no es inmune al sesgo que le transmiten sus programadores—, y lo último es ya que, por lo visto, esta gran inteligencia artificial propone la esterilización y eutanasia de los humanos como solución para salvar el planeta. Ciertamente, está al nivel de algunos humanos.

Nivel Schwab o Bill Gates, por ejemplo, son gente que al parecer comparte estas ideas. Su súbdito Harari no llega a tanto, pero sí a teorizar sobre ‘hackear’ humanos y entretenerlos con drogas y videojuegos. Son gente que nos cuenta que por un grado o dos más el planeta está en peligro y que nos vamos a extinguir, que el dióxido de carbono es malo o que los hombres pueden quedarse embarazados. Lo peor es que muchos les creen, señal de que su inteligencia es aún menor.

Lo que me preocupa es que con este modo de ‘pensar’, si la IA va a mayores, parece que seguiría el modelo Skynet, o quizás Ultrón. Nada agradable, en cualquier caso. Tal vez Skynet esté más a mano, porque podría por ejemplo lanzar los misiles nucleares de Putin y salvar el planeta (ejem) de los humanos de forma expeditiva. Ultrón no es descartable, tomando quizás el control de los robots de Boston Dynamics y mejorándolos, pero lo veo más complicado.

En fin, otra innovación preocupante es la del útero artificial. Circula un vídeo en que describen una granja de bebés estilo Matrix, en la que dicen que se podrían producir unos 30.000 niños al año mediante unos 400 úteros artificiales (no me salen las cuentas, pero es lo que dicen). Calculan que podría ser posible en unos diez o quince años.

El útero artificial resolvería el problema del aborto: ¿no quieres a tu hijo? —¡o hija!—, ¡pues lo traspasamos al útero artificial y todos contentos! Se salva la vida del no nacido y la libertad de la madre. Lo malo es que aparecerían mil problemas nuevos, casi peores: ¿es moral engendrar niños así? ¿Los padres los encargarían y los recibirían nueve meses después sin necesidad de hacer casi nada? ¿El Estado podría nacionalizar la producción de ciudadanos, ante la baja natalidad? Menuda pesadilla.

No me cabe mucha duda de que, como el aborto, la fecundación in vitro, los vientres de alquiler, la eutanasia y tantos otros ‘avances’, acabaría normalizándose con el tiempo. Hasta llegaría el momento en que lo extravagante sería el embarazo natural: «¿en serio vas a llevarlo en tu tripa?» «¿No ves que ‘la Ciencia’ demuestra que el útero artificial es mucho más seguro?» «Esa es que es ultracatólica, y la Iglesia no se adapta a los tiempos. Ni siquiera come larvas de escarabajo del estiércol, como todo el mundo. Tú sigue la corriente y serás feliz.»

 

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