UNA MUJER ESPAÑOLA
Es
ilicitana. No ha recibido ni una palabra de felicitación feminista de
las obsesas sexuales del ministerio de Igualdad, de Podemos o de las
organizaciones feministas reunidas en el pesebre. Ella es militar. Cabo
de la Patrulla Acrobática de Paracaidismo del Ejército del Aire. Ha sido
la primera mujer en saltar en paracaídas con la Bandera de España ante
los Reyes en el Día de las Fuerzas Armadas recientemente celebrado en
Granada. Para ello ha tenido que aprobar toda suerte de pruebas que no
superaron muchos de sus compañeros masculinos.
Para ello ha tenido que
saltar en paracaídas en dos mil quinientas ocasiones. Para ello se ha
jugado la vida por España en cinco destinos de alta peligrosidad en
Afganistán. Se llama Carmen Gómez Hurtado, tiene la sonrisa abierta, y,
para molestar aún más –involuntariamente– a las feministas que odian a
las mujeres de verdad, es guapísima. Su sueldo no cubre ni el 10 % de
los que perciben las birrias de la degeneración y degradación femenina.
Irene, la Pam, la Isa, la Victoria, la Lillith, la Yolanda, la Mónica, y
demás componentes de la banda de la Piltrafa, que multiplican por más
de diez el salario de esta mujer decente, patriota, servidora de los
españoles, cumplidora con creces de su deber, arriesgada, valiente,
preparada y feliz.
El
salto de precisión portando la Bandera de España enganchada a un pie
sólo está al alcance de los elegidos. Pero las feministas del pesebre no
han prestado atención a su hazaña. Claro, que para ella, su hazaña
forma parte de su vida cotidiana y lo asume con plena naturalidad.
Cuando pisó tierra en el punto exacto de aterrizaje, recibió la ovación
agradecida de los Reyes, el presidente de Andalucía, la ministra de
Defensa, el alcalde de Granada y de los muchos miles de personas que
acudieron a la gran fiesta castrense, llenando las calles de Granada de
banderas de España y de admiración y amor por quienes, desde el
anonimato, han elegido dedicar su vida a la defensa de su Patria y la
libertad y tranquilidad de sus compatriotas.
Cuando pisó tierra y
estalló la ovación, ella, la cabo Carmen Gómez Hurtado, respondió con un
saludo lleno de modestia, recogió y plegó su paracaídas, guardó la
enorme Bandera que había custodiado desde las alturas, y dejó de ser la
protagonista. Nunca mejor dicho que Carmen es una Mujer de Bandera, con
mayúscula en la Mujer y mayúscula en la Bandera.
Las
payasas no repararon en ella. Ni en los sacrificios y esfuerzos dejados
atrás en su impecable trayectoria militar. Ni en la peligrosidad de su
especialidad y sus pasados destinos. Si a cualquiera de esas cretinas
que viven de gorra y sólo se pelean para seguir haciéndolo, se les
informara de lo que gana una cabo del Ejército del Aire, o de Tierra o
de la Armada, o de Sanidad Militar, o de cualquier Cuerpo de nuestras
Fuerzas Armadas, se les caería la cara de vergüenza. Sucede que no
tienen vergüenza, y lo que no se tiene no se puede caer. La grandeza de
una mujer sencilla desnudando la innecesariedad, la inutilidad, el
derroche y el enriquecimiento personal de esas profesionales del odio y
la estupidez. Se llama Carmen Gómez Hurtado, la cabo Gómez Hurtado, por
si alguna de las memas se arrepiente de su silencio y aún sin sentirlo,
deciden enviarle unas palabras de gratitud y admiración.
El
arriba firmante, que es superior a ella – soy cabo 1º en la
reservísima–, ante ella me cuadro, saludo y le expreso con emoción, mi
enhorabuena, mi admiración y mi agradecimiento.
Siempre a sus órdenes, mi cabo.
(Alfonso Ussía/El Debate/5/6/2023.)
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