Tres grandes capacidades tiene la izquierda para marcar agenda política:
la de retorcer las palabras y sus significados, generando guerras semánticas;
la de buscar en el fondo de la olla relatos y epopeyas victimizantes y las consecuentes víctimas para ser gerenciadas;
y la de inventar problemáticas difusas, arbitrarias, ingrávidas, lo suficientemente caprichosas como para puedan amoldarse a la necesidad política del momento.
Todas estas capacidades están puestas al servicio del mito refundacional estrella del momento: la plurinacionalidad.
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