MARTA.
Han intentado mancharla y machacarla, y la Justicia ha puesto las cosas en su sitio. No quiero pensar que la Guardia Civil haya intervenido en una operación tan sucia y teledirigida. Pero se ha demostrado que se ha actuado de espaldas a la magistrada del caso, y que el único objetivo perseguido no es otro que fulminar el honor de una mujer que nos ha dado todo a los españoles que ahora la abofeteamos. Porque todos seremos culpables si no exigimos que los contaminadores de su honra respondan ante la Justicia por su indignidad. Del primero al último, sin olvidar a los medios de comunicación que han contribuido, con su patética obediencia al partido que todavía nos gobierna –es un decir–, al desprestigio de una deportista ejemplar. Sucede que sentar en el banquillo a un ministro, al máximo responsable del deporte español, al director de un poderoso diario, al director del Laboratorio de Madrid dependiente del Consejo Superior de Deportes y al mando de la Guardia Civil que ordenó el acoso y derribo de una ciudadana inocente y deportista extraordinaria, no es factible. Tendría que serlo, pero no lo es.
Marta ha entrado y salido de los Juzgados en decenas de ocasiones. Ahí estaban cumpliendo con su deber los reporteros, cámaras y fotógrafos. En España se condena con antelación. Ése fue, si mal no recuerdo, uno de los argumentos fundamentales de la legión de abogados que defendieron a Jesús de Polanco y Juan Luis Cebrián cuando el juez Javier Gómez de Liaño les ordenó presentarse en la Audiencia Nacional. El descrédito público, el duro pasar por el control de los juzgados entre periodistas y curiosos. Pero Marta carece del poder de aquellos. Allí no hubo carpetazo. Al juez Gómez de Liaño se le persiguió con saña y fue suspendido. Aquí tampoco sirve el carpetazo.
Europa representa el valor del individuo, el honor de la soledad ante el abuso del poder. Ese honor mancillado, esa soledad padecida por Marta Domínguez durante el escabroso y tramposo proceso al que ha sido sometida, es también nuestro honor mancillado y nuestra soledad sufrida. Los responsables del abuso de poder no pueden irse de rositas, por muy poderosos que sean, porque también el poder está sujeto a los principios de la justicia y de la decencia. Todos contra el honor de una mujer, aparentemente frágil, pero fuerte como un roble norteño de los que se adueñan de los paisajes de la montaña palentina.
Una mujer que nos ha dado el oro de sus medallas y que ha recibido, a cambio, el asco de la manipulación y la indefensión más absolutas. Pero ha funcionado la independencia judicial. La Fiscalía calla. Estamos acostumbrados a sus silencios cuando se trata de no proteger a los que no forman parte del partido gobernante. Y aquí no vale la excusa de dos trajes, tan fundamentales para el Fical. Aquí no hay ni el elástico de un chándal. No hay nada. El laboratorio alemán de Colonia, el más avanzado del mundo, ha sido tajante. Nada, nada y nada. Así tratamos a quienes mejor nos representan.
Marta. Has resistido y vencido. No te quedes ahí. Te quedan fuerzas suficientes para seguir venciendo en las pistas de atletismo y en desenmascarar a los culpables de tu suplicio. Tu honor es tan alto como el de tu Alta Castilla. A por ellos, Marta. (Alfonso Ussía/La Razón)
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EL DEPORTE NACIONAL.
Aquella noche, las portadas traslucían la satisfacción que procura hincar el diente a un escándalo fresquito y tierno. Un regalo y ¡por sorpresa! Fantástico. El disfrute aún era mayor por ser quien era la implicada. Una persona de probada capacidad, de espíritu esforzado y trabajador, que a la disciplina y el sacrificio consustanciales a su actividad, unía simpatía y sencillez, ese no darse importancia que es atributo de los mejores. Pues, sí, ciertas tribus encuentran placer en la caída en desgracia de los mejores y ni siquiera lo disimulan. Celebran el golpe que hoy baja del pedestal al héroe de ayer. Pasan con gusto del aplauso al abucheo y del viva al muera. En un parpadeo transitan del "quién lo iba a decir" al "ya nos lo decíamos". Y les complace y reconforta que así sea.
Desoída la prudencia, a pocos causó extrañeza que Marta Domínguez, la gran atleta, la campeona, la que cosechaba medallas y honores, chapoteara en el dopaje. Bien al contrario, la acusación gozó de máxima credibilidad. Y un país de descreídos, de gente que está de vuelta, que desconfía a muerte de políticos, jueces e instituciones, se aprestó a creer, de un día para otro, que una deportista honorable era una tramposa y una delincuente. La prensa aportó lo suyo. El principal diario deportivo calificaba de "gran noticia" la detención de la atleta. Caiga quien caiga, clamaba. ¡Tanto mejor si cae de lo más alto! Ni una duda. Ni una fugaz alusión a la presunción de inocencia, tan invocada donde no corresponde. Y el diario global anunciaba con su don profético: "El dopaje también acaba con la gran dama del atletismo". Cómo no estremecerse y deleitarse ante la imagen de una dama de posición que, de pronto, es arrojada del palacio al arroyo. Y si la dama es del PP, qué gozo.
Los anacletos de turno se han cubierto de gloria. De ese "oro" de herbolario que incluyeron, sin más, en el código del hampa. Con ellos comparten podio quienes rehúyen ahora toda responsabilidad, como un Lissavetzky cualquiera. Pero, descontadas esas miserias, queda el asombro ante la vertiginosa facilidad con que se siegan reputaciones, el escaso valor que se concede a una trayectoria intachable, la prontitud con la que se excitan los bajos instintos y se despierta el apetito de linchamiento. Tal y como si el deporte nacional fuera un feroz y resentido rechazo a la excelencia. Domínguez no podía ser tan buena. (Cristina Losada/ld)
Pero Marca fue el primero que la condenó en un juicio paralelo. Y e grupo editorial no es precisamente sospechoso de ser afín al PSOE...
ResponderEliminarAsí parece ser. Lo que mostraría que,a veces, la obsesión por vender periódicos, pasa por cualquier otra consideración. Los socialistas tuvieron esta ayuda. Esto pasa cuando se quiere ser el centro, como PJ.
ResponderEliminarY no han pedido excusas, lo que muestra su catadura moral.
Añado. Además de Inda, el exdirector de Marca.
ResponderEliminarEs que lo de Inda no tiene nombre. No sé si vio el debate con José María García, pero disfruté como una enana. No le llamó abrazafarolas como en sus mejores tiempos. Pero le dijo lo que muchos pensamos.
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