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domingo, 9 de mayo de 2010

¡QUÉ CARADURAS!











"Los catalanes hemos hecho mucho más por España que los que mandan en Madrid por Cataluña", explica a EL IMPARCIAL Artur Mas, líder de Convergència i Unió. El traje oscuro le queda como un guante, su fotogenia está fuera de toda duda. Su sonrisa amplia acoge al interlocutor y su mirada, lejos de intimidar, genera confianza. En pocos meses se enfrenta a su tercera y última oportunidad para presidir a los catalanes. Aclara que el PP de Alicia Sánchez-Camacho no es un buen compañero de viaje, el escollo de su no apoyo al Estatuto en su integridad es casi insalvable.

"Una sentencia negativa sería el final del proceso autonómico tal y como lo hemos concebido en los últimos 30 años", proclama. Por Alberto López Marín
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VICTIMISTAS, CARADURAS Y CHANTAJISTAS.



Con el lenguaje típico de los colectivistas, Artur Mas habla de 'los catalanes'. Como si fueran una horda, una tribu compacta en la que no existe ni el individuo, ni la individualidad. Afortunadamente, no es así. ¿Miente o no se ha enterado?




En un sentido es cierto. Los separatistas catalanistas excluyen a los que discrepan de sus obsesiones identitarias. Y no lo digo en sentido figurado. Albert Boadella o Xavier Pericay son solamente la punta del iceberg, los nombres conocidos que esconden multitud de personas anónimas que han tenido que soportar, y soportan, a esta cuadrilla de fanáticos mentirosos. Apoyados por la 'prensa independiente' que informa con objetividad y rigor de la realidad catalana. Prensa independiente y subvencionada, por supuesto.




Muchos otros catalanes resisten admirablemente los aromas. Arcadi Espada, Miguel Porta Perales o Antonio Robles, entre otros. Recuerdo la impresión que me produjo 'Extranjeros en su país', de Azahara Larra. Un libro escrito por Antonio Robles que narra las miserias y mezquindades del catalanismo. Tanta era, y es, la libertad en el Oasis que tuvo que editar el libro en Madrid. No encontró editor en Cataluña, en Catalonia, en el Oasis. Tampoco puso su nombre (aunque Antonio Robles ha demostrado, con creces, su valor y su inteligencia) sino el seudónimo que antes mencioné.




Ahora es, incluso, peor. Los separatistas catalanistas, ayudados por la cobardía (o la comprensión, o el apoyo) de los dos grandes partidos, cada uno con su respectiva cuota de responsabilidad, que no es la misma, han ido creciendo. No en bondad y sabiduría sino en manipulación, discriminación del crítico, e imposición de los dogmas catalanistas. Españolista el que se resista.




Los catalanistas han ido creando una sociedad enferma de identidad. Una sociedad en la que ser crítico con lo políticamente correcto crea inconvenientes, de diverso tipo. De ahí la mentira y la hipocresía. Pero se puede vivir muy bien en el Oasis. También en el País Vasco, a pesar de los asesinatos. Si no te metes en política. Si no criticas a los nacionalistas. Si miras hacia otro lado. Poco a poco, muchos catalanes no perciben el hedor. Se han identificado con el paisaje y ya no necesitan careta antigas.

'El que se mueve no sale en la foto', dicen que dijo Alfonso Guerra. Lo que sucedía en el Partido Socialista, los catalanistas lo han extendido a todo el Oasis. Si se quiere hacer vida política, si se quiere destacar en la vida pública. Que no te señalen con el dedo. El dedo catalanista.




Apestan. Pero me temo que no están solos. Los grandes partidos apestan como ellos porque permiten que siga esta vergonzosa situación. Mientras tanto, los ciudadanos siguen pagando y callando. ¿Hasta cuándo?

No se sabe.



Sebastián Urbina.


3 comentarios:

  1. Anónimo10:23 a. m.

    Siempre me ha llamado la atención que desde fuera de Cataluña se afee su poco apego a España como entidad ideológica. Dejo aparte consideraciones económicas o políticas, que desconozco: la sorpresa me la produce comprobar que muchas personas siguen escandalizándose porque otros no quieran ser tan "rabiosamente españoles" (Ferlosio) como ellos.

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  2. Yo no creo que se trate de ser "rabiosamente españoles", sino de reconocer que son españoles.

    No creo que haya nadie "rabiosamente" casado, ni conozco ningún médico que sea "rabiosamente médico". Tampoco creo que haya españoles "rabiosamente españoles"; yo diría, más bien, que hay españoles que saben que lo son y están contentos de serlo, mientras que otros también saben que lo son, pero como no quieren serlo, niegan una realidad que no les gusta.

    Y es una pena. Porque ser español no impide ser catalán, ni ser gallego, sino que se es español por ser catalán o por ser gallego... o de Villatorres de Abajo.

    Por eso resulta tan insoportable que quienes no son capaces de asumir su identidad se dediquen a imponer sus sentimientos a quienes no tienen ningún problema con ser catalanes y españoles. Pero es que los necios siempre se han curado sus complejos atacando con la fuerza a los inteligentes que no pueden vencer con la razón.

    Y es que en el fondo son como niños. Actúan como cuando a un niño se le pregunta ¿a quién quieres más a papá o a mamá?, y como ese hipotético niño, se hacen un lío porque no saben contestar al impertinente que les interroga: Pues mira, pedazo de animal, les quiero igual a los dos porque soy de los dos.

    Y es que no saben ser de los dos. No saben ser españoles y catalanes porque tienen el alma y la mente demasiado limitadas.

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  3. Anónimo11:41 p. m.

    Bueno, lo de rabiosamente español no es más que una alusión/recomendación referida a un artículo de Rafael Sánchez Ferlosio (lo decía entre paréntesis). Al leerlo podrás ver que su contenido tiene (lateralmente) relación con el tema catalán/español. Ferlosio toma la que fue una manida frase hecha de los 80 (no es invento mío ni de él) para diseccionar lo que considera digamos menos saludable de eso que podríamos denominar ser español.

    Más allá de la frase, percibo que muchos españoles desean imponer su nacionalidad a otros que obviamente no la sienten así. Un conocido me decía que exhibía su gorra con la bandera española en sus viajes por el País Vasco: "¿No son españoles? Que se aguanten". Mi amigo tiene todo el derecho a llevar su gorra, eso es obvio (y por supuesto abomino de los intolerantes que en las comunidades más proclives al separatismo impiden a los que se sienten españoles manifestarse como tales). Pero sigo sin entender qué impulso interior anima a mi amigo a recordarle a otros cuál es su nacionalidad: y no falto a la verdad si digo que, más que recordárselo, mi amigo desea restregárselo, porque él sabe bien que esos a quienes dirige su mensaje no quieren ser españoles. Pero ahí está él hacerles pasar por el aro simbólico de su gorra rojigualda. ¿Por qué?
    Eso es lo que no entiendo.

    Algo de eso me ha parecido percibir en el artículo citado en esta entrada del blog.

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