jueves, 31 de diciembre de 2009

JOLGORIO NAVIDEÑO.





¿Independentistas o anexionistas?

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GRUPO RAMON LLULL (*) La presión catalanista se está intensificando en Balears, baste señalar el anuncio de referéndums de independencia, que en el fondo lo son de anexión a Cataluña. Por ello, hoy más que nunca, conviene no confundirse con el lenguaje y llamar a las cosas por su nombre. El sustantivo "nación" se utiliza para señalar diversos conceptos. Así puede utilizarse para definir al conjunto de personas con un mismo origen étnico, por ejemplo, la nación hebrea. También se usa frecuentemente para señalar a los hablantes de una lengua (la nación francófona). Como "nación política" suele entenderse a aquella comunidad que, además de hablar una lengua, disfruta de una misma cultura, historia y tradiciones, que tiende a vivir en común y por tanto a organizarse en un Estado propio.
Es decir, para definir a una nación política no basta con que sus integrantes hablen el mismo idioma, sino que éstos deben tener voluntad de formar un Estado. De ahí que no podamos decir que todos los hablantes de inglés forman una nación política, ni que todos los hablantes de español formen otra. Que les pregunten a los ingleses si basta con que los irlandeses hablen inglés para que sus habitantes se sientan ingleses. Ni mejicanos ni argentinos aceptarían que por hablar español se les integrase en España.
Uno de los motivos que históricamente ha demostrado mayor capacidad de devastación ha sido la voluntad de construir una nación política, a la larga un Estado, de lo que únicamente era una comunidad lingüística. El conocido lema "Una lengua, una nación, un Estado", además de falso, es un peligrosísimo axioma, fuente de terribles conflictos. El Anschluss alemán, la obsesión de conformar un Estado que integrara a todos los pueblos de habla alemana, no sólo fue una de las causas originales de la segunda guerra mundial, sino también una causa de primer orden en el estrangulamiento de la democracia y las libertades individuales. En efecto, la pertenencia de un individuo a una nación política es subjetiva, depende de sentimientos y voluntades personales y no de la lengua que hable. La lengua, a diferencia de lo que afirman los nacionalistas, no tiene por qué determinar absolutamente a un individuo. Desde luego, decir, abusando del cientifismo como hacían los marxistas y ahora sus herederos, que los mallorquines, queramos o no, nos guste o nos disguste, "científica y objetivamente" somos catalanes de les illes, es una estupidez cargada de intención anexionista.
Algunos mallorquines, la mayoría, además de serlo de derecho, nos sentimos españoles. Queremos vivir en plena unión solidaria, económica, social y política con el resto de España. Por supuesto deseamos que se respeten todas nuestras particularidades, entre ellas nuestra lengua regional, como nosotros respetamos y queremos las de los gallegos, vascos, asturianos o catalanes. Otros, circunscriben al territorio exclusivamente isleño lo que consideran su nación, y se sentirían muy a gusto con una Mallorca independiente. ¿Acaso no lo son, dicen, Malta, Luxemburgo o Liechtenstein, todos ellos con menos territorio y población?
Otros extienden algo más su ámbito de sentimientos y deseos e incluyen en su visión a las otras islas hermanas. Es decir, creen que su nación es la comunidad balear, a la que ven capacitada como ente político, territorio, población y riqueza suficientes para constituirse en Estado soberano.
Por último, están aquéllos que nos ven integrados en un Estado catalán, junto a valencianos (si se dejan) y catalanes. Son los que sueñan en una gran Cataluña en la que nos incluyen con todo descaro, o en los Països Catalans, como identifican a esta supuesta comunidad política, de forma más tímida o taimada. Son los que tienen por bandera propia de Balears a la cuatribarrada, con o sin estrella. Sus fronteras llegan hasta Aragón y Castilla. Y colocan a nuestras islas bajo un nuevo Estado excluyente del resto de España, que nunca ha existido hasta la fecha. Pretenden cimentar, fundar esta unión política en una lengua común, por lo que nos encontramos otra vez con el "Una lengua, una nación, un Estado", que además en este caso podríamos particularizar en "Una lengua única y uniforme, una nación única y uniforme". Lengua uniforme, sin particularidades lingüísticas que los catalanistas ven como alentadoras de localismos nefastos para tal proyecto, y que supone, en ello están con todas sus fuerzas, la sustitución escrita ¡y hablada! de nuestro auténtico y maravilloso mallorquín por el catalán estándar Pompeu, argamasa del nuevo Estado catalán.
Estrictamente hablando, sin embargo, nacionalista es el que subordina su visión mental, y su propia vida, a la exaltación de sus sentimientos o intereses nacionales, condicionándolo todo a la mayor gloria de su nación, ya sea la española, la catalana o la mallorquina. Es decir, se puede ser nacionalista español, nacionalista balear, nacionalista mallorquín o nacionalista catalán. Los que apuestan por separarnos de España e integrarnos con los catalanes a las órdenes de otra metrópoli, Barcelona, son nacionalistas catalanistas. No les llamemos únicamente "nacionalistas", así sin apellido, porque ello es dar por supuesto que para los mallorquines sólo puede existir una nación, la suya, la gran Cataluña, y que sólo ellos son los que defienden los verdaderos sentimientos nacionales, mientras que los demás, los que no pensamos como ellos somos una especie de seres amorfos sin nación, alineados con un fantasmagórico imperialismo madrileño o soñadores de naciones imposibles. A ver, las cosas claras en beneficio de todos, a los que nos quiera meter en Cataluña, llamémosles nacionalistas catalanistas o simplemente catalanistas, pero no nacionalistas a secas que no quiere decir nada.

Para terminar, otro mal uso del lenguaje, relacionada con todo lo expuesto, es llamar independentistas a los mallorquines que lo que pretenden es incluirnos bajo el dominio de Barcelona. Independentistas en Mallorca, sin más aclaración, debe aplicarse a los que quieren la independencia de Mallorca. A los que nos quieren integrar en la gran Cataluña se les debe llamar anexionistas a Cataluña o simplemente anexionistas, que ya nos entendemos, pero no independentistas ¡Brillante independencia sería acabar sometidos a las órdenes de Carod, de Montilla o de Artur Mas!

(*) Integrado por Antonio Alemany,
Joan Font Rosselló, Rafael Gil-
Mendoza, Sebastián Jaume, Miquel
Nigorra, Román Piña Homs y
Sebastián Urbina

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MallorcaDiario.

Más de un millar de personas según fuentes policiales, convocadas por los colectivos nacionalistas de Mallorca agrupados en la Plataforma 31 de Desembre, se han manifestado este miércoles por el centro de Palma para demandar la autodeterminación de los Países Catalanes y contra la actual crisis "capitalista".

EL MAL CATALÁN.
Publicado Domingo , 13-12-09 a las 22 : 17
MÁS allá de la ratificación demoscópica de que ser catalán representa lo más sublime que le puede ocurrir a un habitante del planeta Tierra, el valor prospectivo de los referendos de la Señorita Pepys, esa moda que tanto furor está causando en el agro local, viene limitado por una premisa implícita tan errada como herrada.

A saber, la que pretende llegado el momento en que, tal como soñó el gran Francesc Pujols, todo ha de salir gratis total a los hijos de esta arcadia feliz. Nadie se extrañe, pues, de que los entrañables rústicos de Sant Jaume de Frontanyà hayan proclamado su afán sedicioso instalados en la vana certeza de que, tras la secesión, el IVA que pagan en Madrid, Sevilla y Betanzos, como el célebre dinosaurio del cuento de Monterroso, seguirá ahí, presto a facilitar que ellos continúen viviendo con envidiable decoro merced a plantar cuatro lechugas subvencionadas.

Mayor interés indiciario posee, sin embargo, la reacción del «establishment» de esta unidad de destino en lo editorial ante tales bullangas. Sobre todo, por el muy clamoroso contraste que —de nuevo— deja entrever entre la opinión pública y la publicada. Empezando por los esforzados escribidores de guardia, siguiendo por los capataces del chiripitiflaútico López Tena y acabando por el propio don José, todo han sido parabienes, elogios, loas, agasajos y bienvenidas a la charlotada. Que si muy legítima; que si indubitada su legalidad; que si gran lección de civismo y democracia; que, por supuesto, manifiestan su más absoluto respeto al simulacro de destruir España; que a título personal votarían sí, faltaría más… Una ecuménica connivencia institucional con los pirómanos que no se compadece con esas «consultas» trimestrales que se vienen celebrando al respecto en Cataluña desde hace lustros, los sondeos oficiales del Centre d'Estudis d'Opinió. Rutinarias catas identitarias que revelan con no menos rutinaria terquedad que el ochenta por ciento de la tropa de a pie sigue queriéndose española.

Una evidencia empírica, otra más, que confirma la patología crónica de la casta dirigente doméstica, eso que «Le Monde» ha dado en llamar «el mal catalán». Un cuadro clínico que cada vez recuerda más a algunos guiones de Buñuel. Repárese al respecto en cómo se ocultan, pudorosos, avergonzados, tras un hilillo de voz imperceptible para defender el orden constitucional antes de volver a confraternizar en el bullicioso retrete separatista. O recuérdese «El ángel exterminador», cuando en la suntuosa mansión está todo dispuesto con tal de celebrar un festín. Y mientras los invitados van llegando, los criados, por enigmáticas razones, abandonan presurosos la casa. Luego, todos los comensales quedarán atrapados allí de por vida. Porque ni la suciedad —el hedor irrespirable del ambiente devendrá vomitivo— ni las infecciones contagiosas que no tardarán en surgir, podrán vencer al pánico que se apoderará de ellos cuando se acerquen a la puerta de salida, un acceso que, en apariencia, nadie les impediría franquear. Clavado, igualito que nuestros muy honorables pacientes. (José García Domínguez/ABC)
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ANTONIO ALEMANY DEZCALLAR

Corrompen todo lo que tocan

El problema no es que haya cretinos que aplicando categorías políticas actuales con efecto retroactivo de casi 800 años se empeñen en convertir la Fiesta de l’Estandart en paradigma de la “catalanidad” y en percha para ejercer el odio contra España y propugnar, no la independencia, sino la anexión a Cataluña. El pensamiento es libre y el cretinismo también: Ninguna de las dos cosas resultan problemáticas. El problema surge cuando del “pensamiento” y del cretinismo se pasa a la acción y se pretende ejercer violencia sobre los demás, imponiendo “pensamiento” y cretinismo a toda la sociedad. Cuando esto ocurre se está dando un salto cualitativo fascistizante.

Con ello quiero decir que, a mi, al menos, no me preocupa que el inefable portavoz del la Obra Cultural balear escriba que “el Ejército español ha sido expulsado de la Fiesta de l ‘Estandart”. O que Miguel Serra ejerza de corifeo dirigiendo a todos los coreutas catalanistas que pululan por su periódico. O que El Púnico escriba tonterías. Lo inquietante es cuando estos sujetos consiguen el oportuno Caballo de Troya- sea un caballo socialista, sea un caballo popular- para imponer sus fantasías oníricas a toda la sociedad. Porque quién ha convertido la Fiesta de l’Estandart en una caricatura de lo que durante siglos ha sido no son ni los del pensamiento fascista ni los cretinos, sino el Caballo de Troya. Quién ha poblado de banderas catalanas el casco histórico de Palma para subrayar la “catalanidad” de la Conquista no ha sido la OCB y su portavoz, sino Calvo, la alcaldesa. Quienes están financiando con nuestros dineros a los sembradores de odio son, además de la Generalitat catalana, Antich, Armengol y Calvo. Quienes fomentan, financian y alimentan toda esta sistemática “alienación”- en el sentido hegeliano y sociológico-marxista del concepto- son los partidos con responsabilidad de gobierno devenidos equinoides troyanos: el PSOE y el PP, el primero porque comparte el cretinismo del catalanismo fascista, el segundo, porque está regido por una pandilla de acojonados.

Lo cierto es que, por fas o por nefás, una conmemoración popular, de raigambre secular y de carácter festivo ha sido transformada en un campo de Agramante por obra y gracia de unos exaltados catalanistas empeñados en borrar la identidad de esta tierra que nunca ha sido catalana y, menos aún, catalanista. En este sentido, hace tiempo que vengo sosteniendo que estas gentes, lo que representan y sus pretensiones totalitarias e impositivas son, de verdad, el único factor de disenso grave en nuestra sociedad. Grave por irreconciliable y por la desagradable agresividad que practican y que, previsiblemente y en legítima defensa, acabarán generando la agresividad contraria. Estas gentes todo lo que tocan lo corrompen desde cualquier conmemoración histórica hasta la lengua mallorquina de la que, dentro de una generación, no quedarán ni las raspas. Y no porque se la coma el castellano, sino el catalán.

Hay algunas cosas que, a esta altura de la película, deberían estar meridianamente claras. Históricamente: la Conquista no fue una empresa de Cataluña- no existía-, sino de la Cristiandad; las tropas conquistadoras estaban integradas por mandos y efectivos de múltiple procedencia, con una minoría mayoritaria catalana; el poblamiento de Mallorca es materia confusa al confluir población autóctona, nuevos pobladores y esclavos: recurriendo a documentos indiciarios como el Capbreu de la Parroquia de Santa Eulalia de Don Estanislao de Kosta Aguiló de unos años posteriores a la Conquista refleja, como posible muestra representativa, que la población de origen catalán es importante, pero inferior al conjunto de otras procedencias .

Políticamente. El reino de Mallorca jamás tuvo relación de dependencia o intermediación catalana: su relación era directa con el Rey de Aragón en su calidad de Rey de Mallorca. No ha existido jamás la “Corona catalano-aragonesa”, termino malévolamente federalizante, sino la Unión personal, en la figura del Rey, de los reinos de Aragón, Mallorca, Valencia y el Condado de Barcelona. Sólo desde la ignorancia más supina puede interpretarse la Guerra de Sucesión en los términos en que lo hace el catalanismo: lo que se dabatió en esta guerra fue la obsolescencia del estado arcaico de los Austrias frente la modernidad del Estado borbónico. Es más, ganara quien ganara, el resultado hubiera sido el que fue: un estado que suprime barreras entre las distintas partes de España y que centraliza e incrementa el poder del Estado.

Linguísticamente. La lengua no la hacen los lingüistas, ni las reales academias, ni los catalanistas de las universidades a la violeta. La lengua la hace el pueblo. Ni Ramón Llull ni Turmeda, precisaron del Institut d’Estudis Catalans ni del departamento de Filología Catalana de la Universidad de Montpeller para culminar su gran obra literaria. Tampoco Berceo, Jorge Manrique, el Marques de Santillana, Lope, Quevedo, Góngora, Tirso o Cervantes precisaron de ninguna Real Academia que “puliera, fijara y diera esplendor” a la ingente creación literaria de todos ellos. Si en la transición del Bajo Imperio de Roma a la Alta Edad Media hubieran existido las cohortes de normalizadores, sociolingüistas y demás impertinencias del fascio catalanista- serían el “fascio latinista”- hoy, no existirían ni el castellano, ni el gallego, ni el mallorquín, ni el francés, ni el italiano, ni, desde luego, el catalán: todos hablaríamos latín, lo cual hubiera sido una ventaja al no tener que soportar a todos estos jenízaros de la lengua. Moraleja: mande a hacer puñetas a los catalanistas: la lengua es suya no de ellos, usted la crea, usted la escoge y usted la denomina como le da la real gana.

Está claro que estas cosas no están nada claras para estos agresivos grupúsculos catalanistas que nos amargan la vida, que se interfieren en nuestras libertades y que, para más oprobio, están financiados con nuestros dineros. Mañana, la Fiesta de l’Estandart será un ejemplo de a dónde hemos llegado.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

“Y no porque se la coma el castellano, sino el catalán.”. És clar que sí. El mallorquí està ple de paraules catalanes com bocadillo, nevera, basura, ojalá, después, bueno, diós, entonces, alcantarilla, panyal, fiambrera, xaleco, cenicero, colilla, rentar els plats, tenir que, abraç, pues, cera, cepillo, sostens, calsoncillos, mando, tipo, casi, reflexar, tonteria, fi de semana, gordo, a lo millor, cumpleanys, lograr, tado, aconteixement, hasta, donar-se compte... La causa deu ser les més de vint televisions que tenim en català, a part de totes les pel·lícules de cinema, diaris, productes de consum... Maleït català, és per tot.
En resum: hi ha “intel·lectuals” que valdria més que no escrivissin segons quins dois.

Anónimo dijo...

Se queman banderas, y mañana se hurta, pasado se hacen butrones y al mes que viene se viola.

El futuro de españa.


sigamos siendo guays y progres.