BALEARES: FANATISMO CATALANISTA.
El sindicato UOB Ensenyament reivindica el catalán como lengua vehicular para superar el el “Decreto de Mínimos” de día 4 de julio de 1997.
“En estos momentos en que se está debatiendo y consensuando un PACTO POR LA EDUCACIÓN, el sindicato apela a la “Proclama por la Enseñanza en Catalán” con el que el año 2000, José Massot i Muntaner, Josep Melià Pericàs y Gabriel Oliver (Biel Majoral) inauguraron la Semana del Libro en Catalán”, según explican en un comunicado.
” Después de sufrir desde mayo de 2011 ataques constantes por parte del PP y del gobierno Bauzá contra la lengua propia de Baleares a la administración, a los medios de comunicación y a la escuela; ahora, al igual que en el año 2000, sabemos que vivimos una situación delicada, pero también que la recuperación de la lengua catalana es posible y que es ineludible tomar las medidas mínimas de inmediato”, prosiguen.
(MallorcaDiario.)
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EL INTOLERABLE FASCISMO LINGÜISTICO QUE NOS INVADE.
Grupo Ramon Llull* El
fascismo, el comunismo o cualquier otro sistema totalitario pueden ser
cogidos a beneficio de inventario. Quiérese decir: no hace falta un
Hitler, un Mussolini o un Stalin -y los respectivos regímenes que
impulsaron y dirigieron- para que el totalitarismo en cualquiera de sus
proyecciones haga acto de presencia en una sociedad determinada. Basta
que se produzca una absolutización de cualquiera de las categorías
medulares del fascismo -identidad, nación, estado, territorio o lengua-
para que suenen las alarmas y nos encontremos ante un desagradable e
inquietante proceso de fascistización, incluso en un régimen
democrático.
Es lo que ha ocurrido en Balears con el PP -de forma suave y vergonzante- y con el PSOE de forma opresiva y radical. Y es que el problema no surge de grupos minoritarios nacionalistas fuertemente fascistizados, sino cuando, por razones coyunturales de estrategia política o de pactos de gobierno, estos dos partidos de notable implantación y de ámbito nacional asumen la radicalización de las minorías fascistizadas, quebrando gravemente el principio de representación que está en la base de toda democracia y provocando una situación intolerable que genera altas cotas de irritabilidad social ante la flagrante conculcación de derechos y libertades fundamentales.
Es el caso de la lengua, que, con el Pacto de Progreso, se ha proyectado en unos términos de coerción opresiva- violencia institucional cabe decir sin rodeos- inédita históricamente en estas Islas. En dos direcciones coactivas: la imposibilidad de que los padres puedan -desoyendo e ignorando reiteradas sentencias, jurisprudencia y recomendaciones europeas- ejercer la libre elección de la lengua de la enseñanza para sus hijos y la utilización del catalán como “única” lengua de expresión de todas las administraciones autonómicas. En el primer caso se conculcan un derecho y una libertad que pertenecen al ámbito inalienable de la persona y que son anteriores y superiores a cualquier norma positiva, incluida la Constitución que, por lo demás y en el caso español, positiviza y confirma a través del llamado “bloque de constitucionalidad” unas libertades y derechos que, insistimos, no emanan sólo de las normas jurídicas en la medida que son inspiradoras de dichas normas y preexistentes a su concreción positiva.
En el segundo caso -la expulsión de la lengua oficial del Estado de los usos administrativos baleares- conculca el principio de seguridad jurídica y el derecho de cualquier ciudadano español a entender y comprender las leyes de las que es destinatario. En el supuesto de las comunidades bilingües -es nuestro caso- las proyecciones administrativas deben ser, imperativamente, bilingües de acuerdo, tanto con la realidad sociológica y lingüística de las Islas como con la norma fundante de la autonomía -el Estatuto- que prescribe la cooficialidad de las dos lenguas.
No estamos, como se ha reiterado en los interminables debates sobre la materia, ante una “cuestión lingüística”, sino ante una cuestión de derechos y libertades que han retrocedido de forma alarmante en nuestra autonomía. La translación de derechos y libertades a entes de razón a los que se les adjudican atributos que sólo corresponden a las personas es, histórica y conceptualmente, una categoría esencial de los fascismos en cualquiera de sus formas. Nada nuevo sino viejo y doctrinalmente de sobras conocido: la lengua como expresión sacrosanta de la identidad “nacional”, un concepto metafísico inaprensible que sólo cabe tras un proceso de “personalización” de la nación, fuera de la cual, como en las tribus, no hay salvación posible.
La lengua identitaria deviene así una
religión y un dogma, una weltanschaung -cosmovisión- que lo abarca y lo
justifica todo: desde el sometimiento del individuo al Gran Moloch
nacional hasta la ingeniería social y educativa para producir “buenos
ciudadanos”, pasando por la calificación de “apóstata” al que no se
somete a los postulados de la tribu. La unidimensionalidad de los
nacionalistas identitarios que no tolera el pluralismo ni la complejidad
de las sociedades modernas o la planificación coercitiva de la
educación son, entre otras, dos muestras habituales de este proceso de
fascistización incompatibles con la concepción demoliberal de nuestro
ámbito europeo.
Como
ocurre con todos los procesos fascistas, la mancha de aceite se
extiende y penetra por recovecos insospechados. Por ejemplo, aquí y
ahora, el componente económico de la ira identitaria. Por un lado, como
señuelo para el sometimiento del “otro”: si quieres medrar en esta
sociedad tienes que convertirte en un “buen catalán”, seas médico,
funcionario o inmigrante de primera generación. Es la técnica del palo
-la coerción- y la zanahoria -la expectativa profesional y económica-.
Por otro lado, el catalanismo, en nuestras Islas, es un “sector
económico” que alimenta a miles de fieles y catecúmenos, y que maneja
importantes cantidades monetarias procedentes de subvenciones públicas
baleares y catalanas. En estos momentos, el catalanismo en torno a la
lengua es un enorme búnker que no sólo defiende sus “principios”, sino
su modus vivendi.
Este es el panorama. ¿Qué hacer? La primera dificultad a vencer es política: si los dos partidos nacionales que representan a más del 80% de la población balear no retornan a sus principios fundacionales, la batalla por la recuperación de las libertades será dura. La situación lingüística actual es ficticia, provocada artificialmente por los poderes públicos y, desde luego, generosamente financiada por estos poderes.
Por otro lado, está en sus manos la adecuación de la
legislación a la realidad social y a los imperativos legales. Más: un
tema conflictivo como el de la lengua -el conflicto se da entre una
exigua minoría que los reiterados sondeos fijan en un 15% frente al 85%
de la población- lo que procedería, para zanjar de una vez el conflicto,
sería un referéndum consultivo que sólo los poderes públicos pueden
convocar. No lo hacen, ni derechas ni izquierdas, porque saben cual
sería el resultado, lo cual subraya lo intolerable de una situación en
la que se gobierna en contra de la inmensa mayoría de los ciudadanos y
no hay nada más dramático que la ciudadanía no se vea representada por
nadie con real opción de poder. Y, por último, queda el recurso a la
sociedad civil que debería movilizarse y cortar de raíz todo este
acelerado proceso insidioso que la inmensa mayoría de la población no
comparte ni aprueba.
*
Los miembros del Grupo Ramon Llull son Joan Font Rosselló, Miguel
Nigorra, Antonio Alemany, Sebastián Urbina, Sebastián Jaume, Rafael
Gil-Mendoza y Román Piña Homs.
El intolerable fascismo lingüístico que nos invade – Diario de Mallorca.
2 comentarios:
La diferencia de "pelaje" entre unos y otros es notoria. Aire enrarecido, como de rebost con aceite rancio en su interior y aire fresco, como la brisa marina un día soleado.
tes
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