(Gravísimo error. En primer lugar, ayuda a perpetuar el papel secundario y pecaminoso de la mujer, al tener que ocultar su cuerpo.
Y, en segundo lugar, ayudará a que el FN de M. Le Pen siga subiendo en intención de voto.
A mi me parece un insulto a las mujeres.)
La Justicia francesa tumba la prohibición del uso del burkini.
Tras la polémica desatada, el Consejo de Estado se ha pronunciado favorable a su utilización.
(ABC)
QUE EL BURKINI LIBERA.
Parece que el debate agosteño sobre el burkini no pueda salir de los estrechos márgenes sobre si debe o no ser prohibido. En parte es lógico, porque todo viene de la decisión de algunas autoridades francesas de proscribirlo en sus piscinas y playas. Pero, por desgracia, también es cada vez más frecuente que el discurso público asuma que todo aquello que se considera malo debe ser prohibido y lo bueno, obligatorio y pagado por los contribuyentes. Y no.
Es natural que sea en Francia donde viene suscitándose desde hace años el debate sobre la vestimenta islámica.
Primero, porque son franceses, y lo de que el Gobierno intervenga en todo les pone. Pero principalmente porque lo que aquí es aún una anécdota allí sí es un problema de verdad. Es normal que el delito de apología del terrorismo pueda considerarse una atrocidad que atenta contra la libertad de expresión allí donde no llevan décadas sufriendo atentados. También que prohibir ciertos vestidos que son a su vez símbolos de sumisión de la mujer musulmana y propaganda del islamismo parezca un atentado contra las libertades. Pero, claro, aquí no estamos padeciendo de forma constante a todos estos locos que parecen haberse puesto de acuerdo en gritar "Alá Akbar" antes de matar franceses ni los musulmanes son todavía un porcentaje considerable de la población.
Sí, es cierto, llevar burkini o niqab entra dentro de las libertades personales, como llevar casi cualquier tipo de prenda. Habrá quien lo lleve porque quiera y habrá quien lo lleve por la presión social y el miedo a la reacción de su círculo más cercano. En sociedades como la nuestra, donde los musulmanes aún son minoría, ni sabemos los motivos de cada una ni podemos actuar presuponiendo que lo sabemos.
Pero que no debamos prohibirlo no supone ser tan estúpido como para equiparar el burkini con la camiseta de baño, o aplaudir a quien lo lleva o promueve. Porque aun en los casos en que se decide llevar libremente sigue siendo un símbolo de opresión del hombre musulmán contra la mujer con la excusa de la religión. Uno de los casos en que sí podemos usar la palabra machista sin temor a equivocarnos.
Que una feminista lleve burkini o niqab o defienda su uso está en la misma liga de desórdenes mentales que un gay con una camiseta del Che o un judío portando una esvástica.
Entiendo que haya feministas decentes, es decir, contrarias al feminismo de género que hoy domina el discurso, que consideren que deben ser las mujeres quienes libremente escojan qué vestir, aunque esa elección en concreto personalmente les repugne. Pero que haya quien se considere defensora de la mujer y aplauda esas prendas, símbolos de la sumisión de la mujer en las sociedades islámicas más cerriles, es algo realmente difícil de comprender. Más aún cuando son las mismas que luego fomentan la tontería esa de que es "micromachista" que un tipo te hable en una biblioteca.
Todo se explica, claro, cuando damos el paso de asumir de una vez que la práctica totalidad del feminismo actual no tiene nada que ver con la defensa de la mujer, sino con la defensa de una ideología que les permite presentarse a la vez como víctimas perpetuas y como portadoras de una llama perenne de superioridad moral con la que hacer caja. Y como a cualquier persona decente, es decir, alguien que no es feminista pero tampoco es machista, le horrorizan el burka, el burkini y el niqab, ellas se sienten estupendas consigo mismas defendiéndolo y colocándose así en un plano superior a nosotros, pobres mortales que no hemos sido bendecidos con la Verdad.
Que sean mujeres quienes se vean impelidas a llevarlo por la fuerza en muchos países y por la presión social y familiar en Occidente les da lo mismo. Y es que si admitieran que hay mujeres de carne y hueso que sufren de verdad el machismo veríamos más claro que nunca que lo suyo es sólo victimismo.
(Daniel Rodriguez Herrera/ld.)
¿EXISTE EL DERECHO AL BURKINI?
Varias localidades francesas se están embarcando en una batalla que quizá pueda sorprendernos desde aquí, pero a la que creo que hay que prestar cierta atención porque tiene no poca importancia, y no sólo simbólica: la lucha contra el burkini.
Supongo que ya lo sabrán, pero está bien explicarlo: se trata de una prenda de baño de invención relativamente reciente y que reproduce de una forma más o menos playera la siniestra idea subyacente a prendas como el burka, el niqab, el chador o muchas de las formas de vestir el hiyab –si, como me ocurre a mí, los nombres de estas prendas acaban confundiéndoles, refresquen su memoria en esta imagen-: que el cuerpo de la mujer es algo impuro y obsceno que debe ocultarse.
Por supuesto, es extremadamente difícil que, si su cuerpo es impuro y obsceno, la propia mujer no lo sea, y ahí vemos la concepción de fondo que una parte importante del islam actual tiene sobre el sexo femenino y el trato que, a través de estas prendas y de otras muchas cosas, se le da en muchas sociedades musulmanas.
Pero, ojo, que el burka, el niqab y demás no son sólo una consecuencia de la opresión de las mujeres: son sobre todo un medio para perpetuarla, tal y como explicaba perfectamente este artículo en Libertad Digital, en el que se dice certeramente que velar a la mitad de la sociedad es una herramienta esencial para el avance del islamismo.
Es con todas estas consideraciones sobre la mesa como debemos abordar polémicas como la de la prohibición del burkini en ciertas ciudades de Francia o la lucha contra el burka y similares que algunos –muy pocos- plantean en Europa. Y, conscientes de que la opresiva y no otra es la verdadera utilidad de los velos islámicos, lo que debemos preguntarnos es si debemos abandonar a las mujeres sin plantear una batalla social y, por supuesto, también legal.
No se trata de perseguir a las mujeres, al contrario, se trata de darles herramientas para sobreponerse a una presión religiosa, pero sobre todo ideológica y social, que las obliga a desaparecer de la escena pública tras un velo o una rejilla de tela o, como mínimo, a presentarse ante la sociedad medio escondidas tras una panoplia de prendas degradantes.
Por supuesto, habrá mujeres que aseguren que ellas eligen vestirse así desde una supuesta libertad. No voy a entrar a analizar qué libertad puede ser esa que convierte a un ser humano en un fantasma y lo expulsa del mundo en el que los demás compartimos espacios, hablamos, nos relacionamos y, en suma, vivimos como los animales sociales que somos. Lo que está claro es que esa decisión personal no genera un catálogo infinito de derechos: si de verdad quieres ir con burka o con burkini, deberás asumir que las normas que todos nos damos pueden impedirte bañarte en una playa francesa o entrar en un edificio público.
No, no existe el derecho humano al burkini, como no existe el derecho a humillar o torturar públicamente a nadie, aunque la víctima se preste a ello de forma presuntamente voluntaria.
(Carmelo Jordá/ld.)
EL ISLAM ROMPE EUROPA.
Ayer se vio de nuevo que la inmigración musulmana es ya el principal factor de tensión interna y potencialmente de disgregación y ruptura de la Unión Europea. David Cameron ya dijo que el Brexit se produjo en gran parte por culpa de Angela Merkel y sus puertas abiertas a esa inmigración. Ahora otros países anuncian que no aceptarán bajo ningún concepto la pretensión de Merkel y la Comisión de imponerles cuotas de inmigrantes. Ayer la canciller alemana viajó a Praga y se topó con el consenso nacional entre los checos. Es más, los cuatro países de Visegrad, como se conoce a Polonia, Chequia, Eslovaquia y Hungría, están de acuerdo. Todos dispuestos a ayudar económicamente a los países en crisis, ninguno a aceptar inmigración musulmana en sus territorios.
Estos países, sin pasado colonial, no tuvieron inmigración como vieja metrópoli en el siglo XX. Hoy, vistos los inmensos problemas occidentales de convivencia, se niegan a importarlos. En Hungría se celebra un referéndum el día 2 de octubre en el que la población rechazará masivamente estas cuotas. Ese mismo día se repiten las presidenciales en Austria. También bajo ese signo. Merkel pudo confirmar que gran parte de Europa se rebela contra la imposición de esa inmigración sin voluntad de integración y con fundamentos culturales y religiosos que consideran incompatibles con la sociedad democrática y abierta. Esto sucedía ayer en el este.
En el oeste europeo los vientos eran otros. Porque se movilizaban todos los que por diversos motivos quieren una sociedad multicultural con masiva presencia musulmana en los espacios públicos. Que refleja su clara voluntad de hegemonía. Ahí están ya todos, los militantes de esa izquierda que se indigna por un crucifijo en un colegio y esos musulmanes llamados moderados que jamás consiguen movilizarse contra las matanzas de sus correligionarios radicales.
Siempre fue así. Contra unas caricaturas en Dinamarca se manifestaban millones en todo el globo pidiendo la cabeza del dibujante. Y pedir la peor muerte para Salman Rushdie. Pero para condenar el asesinato de Theo Van Gogh y la condena a muerte contra Ryan Hirsi Ali no apareció ni el imán más occidentalizado. Y contra las carnicerías recientes solo se reúnen unos pocos intelectuales musulmanes franceses para tímidas protestas. Por mucho que las inflen las televisiones.
Pero ha bastado que una veintena de alcaldes franceses se tomaran en serio las medidas contra el burkini en las playas, para que la izquierda, los medios y los musulmanes en Europa y en todo el mundo hagan causa común contra lo que llaman «intolerable agresión a la libertad y a la honra y dignidad de las mujeres» que sería el veto al burkini o al niqab. Su poderío mediático es tal que conseguirán convertir la jaula de tela en símbolo de libertad. Y exigirán que se levanten otras prohibiciones que también entienden como agresión al islam.
¿Quiénes son los europeos, sus autoridades y jueces para negar el derecho de ablación y las bodas de niñas y la venta de hijas para esas bodas? ¿Por qué van las autoridades infieles a negar el derecho a imponer la sharia en decenas de miles de comunidades de vecinos, bloques y barrios? En Europa occidental el rodillo mediático de la corrección política intenta aplastar en su raíz esta primera reacción de Francia contra la invasión del espacio público por símbolos de la represión, la desigualdad y la sumisión.
En Europa oriental se ha fortalecido la conciencia de que tienen la inmensa oportunidad de no correr la suerte de las sociedades occidentales. Y están decididos a utilizarla y defender sus razones. De voluntad de supervivencia nacional, algo que en Occidente muchos han olvidado. Lo que explica mucho todo lo que le pasa.
(Hermann Thertsch/ABC)
1 comentario:
Antes de escribir este comentario, me he puesto la ropa de cada dia. LLevo una camisa de cuadritos azules y blancos, estilo paño de cocina, y una falda vaquera. Me he planteado, si mi ropa forma parte de alguna imposición, y he contado mas de veinte, la moda, la tendencia, la industria, la talla, el clima, etc, etc,. Pero no he encontrado ninguna, que me diga como pensar, ni que sea contraria a mi salud, ni siquiera a mi higiene personal.
Despues, he visto con detalle el diseño del Burkini, como hace años, venimos viendo el Burka. Es un sentimiento de aversión, sencillamente porque no me es posible ponerme en los zapatos de la otra. Y me pregunto, al igual que muchos, como es posible, que se acepte en nuestra sociedad, tan jactanciosa de sus libertades, el argumento de que esta prenda opresora, denigrante y humillante, antihigienica y represora, pueda considerarse una expresión de feminismo.
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