Miguel Gil | Actualizado el 6/9/2009 - (LaNacion.es)

José Luis Rodríguez Zapatero vuelve a incumplir su palabra: subida de impuestos y posible congelación salarial a los funcionarios. La realidad se impone, por mucho que se retuerza, y la crisis económica que el Ejecutivo se empeñó en negar durante meses hoy le obliga a desdecirse. Muy lejos queda el latiguillo con el que recurrentemente Zapatero reprochaba a Rajoy las diferencias entre el PSOE y el PP ante la gestión económica: “Le recuerdo que usted, siendo ministro de Administraciones Públicas, congeló el sueldo a los empleados públicos”. Este titular ya no le sirve, como tampoco su palabra de que jamás subiría los impuestos. La empeñó durante una entrevista en Cuatro en la que aseguró que “no va a haber más subidas de impuestos” tras las del tabaco y los hidrocarburos.

Los ministros de Trabajo y Fomento lanzaban los dos globos sonda más importantes del Gobierno en pleno mes de agosto: congelación de los salarios de los funcionarios y subida de impuestos. De rondón, en sendas entrevistas, el Ejecutivo socialista incoaba medidas impopulares ante la evidente necesidad de recursos tras el mastodóntico gasto público que va comprometiendo. El déficit de las cuentas públicas se ha multiplicado por cinco en un año: 49.687 millones de euros hasta julio. Donde dije digo... La Champions League de la economía mundial ya quedaba muy lejos. Los más de cuatro millones de parados y un PIB interanual del -4,2% en el segundo trimestre no pueden disfrazarse. Con todo, la huida hacia delante del Ejecutivo, sin abordar medidas estructurales, le ha abocado al improvisado parcheo del subsidio de 420 euros a los parados de larga duración.

Suma y sigue.

El ministro de Trabajo e Inmigración, Celestino Corbacho, soltaba su globo sonda en pleno mes de agosto y durante otra entrevista: el Gobierno socialista estudia y vería lógico congelar el sueldo de los funcionarios el año que viene “si las cosas siguen igual”. El titular de Trabajo argumentó que es “razonable” que el Ejecutivo “camine por la vía de que los sueldos de los altos cargos se congelen”, ya que el Gobierno “empezó dando ejemplo congelando el salario de sus ministros y de sus altos cargos”. En concreto, la medida afectaría a un tercio de los funcionarios, aquellos que cobran más de 30.000 euros.

Posteriormente José Blanco suscribía la medida precisando que hay que “establecer niveles de contención” con los funcionarios -entre otras cosas-, sin que “pierdan poder adquisitivo”. Sin embargo, el mensaje veraniego de Blanco fue otro, el segundo gran test ante la opinión pública del Gobierno: apostar por una subida de impuestos “a los que tienen más recursos”. Horas después matizaba sus declaraciones aclarando que se trataba de una “reflexión personal y abierta” ante unos recursos del Estado “limitados”. Ahora bien, la carga de profundidad del Ejecutivo socialista del Gobierno ya se había soltado.

La última semana de agosto Zapatero confirmaba entre decenas de eufemismos ambas medidas durante su comparecencia extraordinaria en el Palacio de la Moncloa para hacer balance de la gestión del Gobierno: “Las subidas de impuestos serán limitadas y temporales”, sentenció. El presidente se resistió a concretar dónde se aplicarían, pero también admitió “margen” para modificar su controvertida rebaja de 400 euros del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas. Si por un lado negaba cambios en el IRPF, admitía margen para modificarlo... Cuadró el círculo a la par que trató de tranquilizar a los empresarios, afirmando que su intención es la de “preservar y mantener la moderación fiscal” de las compañías. “Habrá algún ajuste, algún cambio, alguna revisión, alguna al alza y alguna a la baja, pero en todo caso serán limitados y en algún supuesto con carácter temporal”, decía Zapatero, que también explicaba que los cambios “atenderán a los criterios de progresividad y de preservar a la clase media y a los trabajadores”.

Entre quiebros y requiebros, el presidente achacaba la subida impositiva, entre otros, a circunstancias como la gripe A o el aumento del paro (la anterior, la del tabaco y los hidrocarburos, se justificó por nuestra salud descartando afán recaudatorio alguno...).

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