CATALUÑA, EN DECADENCIA.
Barcelona, es decir Cataluña, hoy sólo es buena en fútbol, y va por delante de Madrid sólo en el ámbito balompédico. Aunque en este tema también deberá pasar en las próximas semanas varios exámenes que pueden alterar el orden establecido. Pero más allá del fútbol, Cataluña vive una incuestionable decadencia. El principado ha dejado de ser la locomotora económica y de modernidad. Cuando en la década de los ochenta los catalanes presumían sin estridencias ni lamentos de ser el cogollo de la España del futuro nadie hablaba de separatismos, ni reivindicaciones nacionalistas. Han pasado los años y las cosas han cambiado. Según el INE, entre 2000 y 2009 Madrid creció 0,45 puntos más de media anual que Cataluña, hasta el extremo de que su aportación al PIB nacional es hoy prácticamente semejante. Aunque, en marzo de 2010, un informe de Funcas decía que por primera vez Madrid superaba a Cataluña en peso económico. El PIB madrileño 18,71% frente al 18,68% de los catalanes. El peso de la economía catalana dentro del conjunto del país fue el principal argumento que esgrimió el Gobierno para incrementar la aportación del Estado en materia de financiación autonómica. De hecho, Cataluña se llevó el 40% de los 11.000 millones extra que repartió el Ejecutivo de Zapatero entre todas las comunidades en 2009.
No se entiende que el nuevo Gobierno de CiU siga con la obsesión independentista del tripartito. Muchos ven en esta actitud radical una clara cortina de humo. Mientras se hable del sexo de los ángeles, de si hay que independizarse o no, la sociedad catalana se olvida de la realidad que más le afecta, la del bienestar económico. El pasado domingo hubo una consulta soberanista –que muchos tacharon de pantomima y que sólo votó un 18% de los convocados– pero que ahí está, y que Artur Mas y su Ejecutivo quieren rentabilizar utilizando como moneda de cambio para reclamar el concierto económico al Gobierno que salga tras las generales de 2012. Hoy, tres días después, Solidaritat per la Independència presenta una nueva propuesta de ley soberanista. Todo ello, olvidando que varios informes, entre ellos el del catedrático Mikel Buesa, indican que la independencia llevaría a Cataluña a la quiebra social y económica.
La hipocresía nacionalista se hace cada día más evidente. Por un lado, se saltan la ley y lo que dictamine incluso el Tribunal Constitucional en materia de normativa lingüística. Por otro, recurren al victimismo para exigir más dinero. Es difícil que pidan más autonomía, pues ya sólo queda el paso de la independencia. Cataluña se ha dedicado a mirarse el ombligo nacionalista, olvidando que una sociedad de casi siete millones de habitantes le exige mucho más que reivindicar algo que ya de por sí existe y nadie les cuestiona, su identidad catalana. La modernidad y la prosperidad no las traerá la bandera soberanista, sino ese espíritu catalán de buen hacer que siempre caracterizó a esta región de España. En lugar de una sociedad abierta y próspera, se ha creado un gueto donde lo políticamente correcto asfixia todo aire de libertad y disidencia. Incluso desde instituciones públicas como TV-3, que pagamos todos y que salen por un riñón (800 millones de euros), se dedican a insultar a Intereconomía a través de unos menores de edad porque opinan libremente en un programa de televisión, haciendo un montaje ofensivo para los jóvenes y para millones de españoles. Como le dijo Gaspar Llamazares a Zapatero, Cataluña, quién te ha visto y quién te ve. (La Gaceta).
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