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sábado, 28 de octubre de 2017
LA HORA DE ESPAÑA.
LA HORA DE ESPAÑA.
Nuestra nación ha sufrido una agresión a su integridad territorial. Somos muchos los que creemos que no se debería haber consentido que se llegara hasta aquí. Sin embargo, eso ahora no importa. Rajoy es nuestro presidente, y él es el responsable de recuperar la integridad cercenada. Lo hará haciendo lo que crea que debe hacer. A los demás nos cabe respaldarlo, por mucho que nos parezca que en tal o cual aspecto concreto debería obrar de modo diferente. Pero, en la medida en que se dirija a recuperar la región que nos ha sido arrebatada por una banda de criminales, merece nuestro apoyo.
Ahora bien, ya no caben términos medios. Cataluña volverá a ser España, un territorio donde todos los españoles sean iguales ante la ley y donde los derechos que se han venido violando vuelvan a ser respetados. Debe intentarse con todas nuestras fuerzas. Y si no fuéramos capaces de conseguirlo, que Cataluña sea Estado independiente con todas las de la ley, para lo bueno y para lo malo.
Lo peor que nos puede pasar ahora, peor que el que estos criminales consigan su detestable objetivo, es que, por volver a recuperar formalmente el territorio hoy perdido, aceptemos cualquier componenda en la que se reconozca a esa región alguna clase de privilegio en forma de concierto económico, justicia separada de la del resto de España o soberanía compartida. Existe la fundada sospecha de que quien ayer estaba dispuesto a recular si se cumplían no sé qué condiciones, haya declarado hoy la independencia, no para ganarla, sino para negociar desde una posición de fuerza. Nuestro Gobierno merece todo nuestro apoyo, pero no para ceder bajo coacción.
Oiremos estos días muchas voces que hablen de reconstruir puentes, de retomar el diálogo, de aliviar la desafección que muchos catalanes sienten hacia España y qué sé yo cuántos paños calientes más. No debe haber espacio para ello. Si es verdad que una considerable mayoría de catalanes quieren hacer de su región un Kosovo con la esperanza de ser un día una Dinamarca, lo conseguirán. Pero si, como cabe colegir, el patriotismo de muchos de ellos no tiene más valor que el de la subvención que reciben o esperan recibir, recuperaremos la región sin condiciones.
Tienen razón los independentistas cuando dicen que son muchos los territorios que un día fueron de soberanía española y hoy son Estados independientes. Sin embargo, salvo en Holanda y Bélgica, en ninguno sus ciudadanos disfrutan de tanta libertad y prosperidad como en España.
Puede que, por enésima vez, perdamos un trozo de nuestra nación. No parece probable a la vista de la calaña del enemigo. Con todo, si tuviéramos que apurar nuevamente ese cáliz, que sea después de haber defendido nuestra tierra y los derechos de los españoles que viven en ella hasta el límite de nuestras fuerzas. Pero siempre teniendo presente que cualquier cosa será mejor que la deshonra de arrugarnos ante esta ralea de chantajistas de tres al cuarto.
(Emilio Campmany/ld.)
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