viernes, 7 de febrero de 2020

QUÉ BIEN LO EXPLICA ALMUDENA



 (Luis Ventoso, que es un magnífico articulista, termina su artículo con una pregunta. Muy en la línea de un fino articulista.

 ¿O acabarán obligándonos a acatar el pensamiento único?

Los blogs suelen tener un lenguaje más combativo, así que dejaré a un lado los ademanes versallescos.

Hay que eliminar el interrogante. Si la izquierda tuviera mayoría absoluta se comportaría como siempre. O sea, no respetaría nada a la oposición. Pasaría por encima.

Esta es la izquierda. La izquierda 'buena', la que no haría esto, no manda, ni ha mandado nunca. En la II República mandaban totalitarios sin escrúpulos como Largo Caballero. Los 'buenos' socialistas, como J. Besteiro no mandaban. Y así terminó.

En el fondo, ahora harían algo parecido. Si pudieran. Siguen admirando a los dictadores criminales como Fidel Castro.

No se hagan ilusiones.)





QUÉ BIEN LO EXPLICA ALMUDENA.

Siempre me llaman la atención las pestes que echan contra su país escritores españoles «comprometidos», a los que les ha ido viento en popa en semejante averno. Indefectiblemente pintan una España que es un pozo negro de desigualdad y pobreza, rehén todavía del tardofranquismo.

 La Guerra Civil, que concluyó hace 81 años, décadas antes de que ellos naciesen, la viven como si hubiese terminado ayer por la tarde (el bueno de Manoliño Rivas sufre como si acabase de resultar herido en el frente de Teruel). Incluso se han embarcado en la misión imposible de vengar la derrota de una república fallida, que ni siquiera fue capaz de hacer cumplir sus propias leyes.


 Ejemplo de tal mentalidad es la literata Almudena
Grandes Hernández, madrileña de 59 años. Al margen de ser una novelista valiosa, llena de vigor narrativo, sus declaraciones políticas ejemplifican de manera diáfana el problemón que tiene España con su izquierda, un autoodio que no se da ni en Inglaterra ni en Francia

Nuestros «progresistas» reniegan del concepto de unidad nacional, de la Constitución y de lo que huela a patriotismo, pues una obsesión dogmática -y miope- los lleva a asociarlo todo a Franco.

Almudena ha diagnosticado «un problema muy gordo», y es que «España está llena de gente que ve la bandera y siente que no tiene nada que ver con el país donde vive» (no sabemos en qué círculos de «gente» se moverá, pues las encuestas se dan de bruces con sus sensaciones: solo un 16% de la población declara sentirse más de su comunidad que española).

 Sobre la Transición, reconoce que «salió bien», pero a ella no le sirve, porque fue un ejercicio de amnesia: «Fue una ingenuidad pensar que la dictadura se iba a diluir», añade. ¿Dónde están esos rescoldos de franquismo en un país donde gobiernan socialistas y comunistas sostenidos por los separatistas, donde el autogobierno regional es máximo y donde no se sanciona ni injuriar al Jefe del Estado?

Pero bueno, seguro que Almudena tiene razón y algunos gañancetes no acabamos de coscarnos de que Millán Astray manda aquí más que Pablo Iglesias y la dictadura sigue impregnándolo todo. ¿Y qué solución propone la novelista comprometida para esa España con la que según ella no se identifican los españoles? Pues la del PSOE: diálogo con los separatistas (léase cesiones), federalismo (más cesiones) y reforma de la Constitución (a fin de hacer posibles hasta las cesiones más radicales).

 Es la misma receta de Sánchez, la fórmula que lo llevó ayer a pelotillear al xenófobo Torra en Barcelona. Se trata de debilitar la unidad del país, conceder más autogobierno a los independentistas -poniéndoles más cerca la independencia-, y reformar la Carta Magna para derribar su muro de contención y el del Rey, creando un nuevo régimen que en la práctica haría hegemónica por siempre a la izquierda.

Esta novela de Almudena presenta un fallito argumental: más de la mitad de los españoles no queremos protagonizarla. ¿Van a respetar nuestro derecho a discrepar y ver la vida de otra manera? ¿O acabarán obligándonos a acatar el pensamiento único?

(Luis Ventoso/ABC/7/2/2020.)

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