MEMORIA DE PEIXET.
Vender una rendición en toda regla como un alarde de clarividencia estratégica y política de la líder suprema, sencillamente es tomarnos por tontos.
Una práctica, la de convertir la cobardía en un signo de inteligencia política, que no por extendida entre los medios de la pepesfera resulta menos ridícula.
No menos ridículo resulta asimismo el discurso amoroso con la lengua catalana del telúrico Sagreras.
Un discurso más propio de un Arzalluz de aldea en la barra del bar que de un portavoz de un partido (supuestamente) liberal y nacional español que debería anteponer el respeto a los pactos con sus aliados y a los derechos lingüísticos de todos los administrados a sus entusiasmos lingüísticos a cuenta de sus hondas raíces isleñas.
(Joan Font Rosselló/OkBaleares/9/10/2024.)
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