ESTO ES EL CAOS.
Octava semana de confinamiento. Cuarta prórroga. Seis semanas más, pretende.
En primer lugar existió el Caos. Del Caos surgió
la negra Noche, que a su vez engendró a la Burla, al doloroso Lamento, a
las Moiras y a las Keres, vengadoras implacables, a Némesis, azote para
los hombres. Después de ella tuvo al Engaño y a la astuta Eris. Ésta
parió a la dolorosa Fatiga, al Olvido, al Hambre y a los Dolores que
causan llanto, a los Combates, Guerras, Matanzas, Masacres, Odios,
Mentiras, Discursos, Ambigüedades, al Desorden y a la Destrucción,
compañeros inseparables (Hesíodo, Teogonía, 120, 215-230).
O el caos o yo. ¿Dónde está la diferencia? ¿Qué
llevamos viviendo desde que supimos de esta mortífera pandemia en
nuestro país? ¿Qué ha sido esto que nos tiene encerrados en casa o nos
permite salir a la calle por generaciones y con toque de queda? ¿Orden?
¿Coherencia? ¿Organización?
A este Gobierno bicéfalo le hemos entregado nuestra
libertad durante ocho semanas. Nuestros derechos fundamentales. Nuestro
patrimonio y nuestro empleo.
Le hemos regalado nuestra mansedumbre, nuestra
obediencia, nuestra resistencia, nuestra solidaridad y sobre todo
nuestra esperanza.
Hemos puesto en sus manos nuestra salud, la de
nuestros padres, la de nuestros hijos. Incluso nuestros muertos,
insepultos y sin duelo.
Y nos dice que no hay Plan B. Que el único que
conoce es el confinamiento. El estado de excepción encubierto. Que es
eso, o el caos. Pero el caos ha sido, el caos es el Plan A.
Lo es ser el país con más fallecidos por millón de
habitantes del mundo. Lo son los 26.000 muertos de hoy. Lo es desconocer
–negarse a dar- el número de fallecidos en las residencias de mayores.
Ampararse en la mentira de que al Gobierno esos ancianos no le competen
cuando desde el 14 de marzo en que nos estabularon, son responsabilidad
suya, y desde el 21, del vicepresidente. Si a 26.000 le sumamos los que Pablo Iglesias lleva a sus espaldas, ¿cuántos tendremos hoy? ¿Quizás 40.000?
El caos es mandar a luchar a los sanitarios contra
un enemigo implacable sin armas, sin pertrechos, sin protección o con
armaduras falsas, y negarles luego su lugar en el panteón de los caídos
por la pandemia, rehusando dar las cifras, de muertos, de contagiados,
para que ignoremos hasta qué punto se les ha puesto en riesgo a esos que
aplaudimos.
El caos es anunciar cada semana test que no
existen. Es haber puesto en manos de empresas fantasma, sociedades
opacas, compañías sin experiencia, de amigos, de parientes, de lo que
sea (lo sabríamos si nos dijesen quiénes son), la compra de lo que
necesitamos para que esos sanitarios se protejan y para protegernos a
nosotros. El caos es convertirnos en rehenes de su incompetencia y del
enriquecimiento de gente sin escrúpulos y de que de nada de eso den
cuenta gracias, precisamente, a ese estado de alarma que insisten en
prolongar.
El caos es recoger la triste cosecha de 950.000
parados en mes y medio, y tres millones sujetos a ERTE de los cuales
quién sabe cuántos se sumarán a esos parados que ya lo son. Lo es
insistir en ignorar a los que sostienen la economía, a las asociaciones
de empresarios, a las de autónomos, a las profesionales, en lo peor de
la crisis y durante la desescalada suicida.
Lo es alegrarse de las ayudas que se dan en lugar
de celebrar las que se evitan por innecesarias. Condenar a varias
generaciones al subsidio, plantear una “renta mínima vital” sin límite
temporal para crear una sociedad cautiva, abocarnos al paradigma del
Estado empleador (si se está en el lugar correcto, pongamos en el PSOE o en Podemos) y el Estado benefactor. Convertirnos en rehenes del Gobierno hasta el punto de que Pedro Sánchez
chantajee, si no se cumple su santa voluntad, con el pago de unas
prestaciones que en justicia pertenecen a quienes las reciben. El caos
es querer pagarlas recortando las pensiones y sangrando a los
bienaventurados que conservarán su empleo.
El caos es una desescalada a ciegas en manos de un gobierno autoritario, incapaz e inane.
El caos es volver a la casilla de salida sin que haya quien responda por ello.
El caos era, el caos es y lo que se nos ofrece, con esta nueva próroga, es el caos.
(Gary Durán/El Español/7/5/2020.)
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