viernes, 8 de mayo de 2020

SIGUEN LAS MENTIRAS DE LA IZQUIERDA


 (Parece que tenga una fijación con las mentiras de la izquierda. Pero no. Es que mienten mucho. Rectifico. Muchísimo.)


Lecciones que debimos haber aprendido tiempo atrás: el ejemplo de Etiopía frente a España.

Ayer, sin ir más lejos, mantuvimos una teleconferencia con nuestros colegas etíopes en el marco de las acciones de cooperación internacional. El objetivo de la reunión era compartir con ellos nuestra experiencia durante la crisis que hemos padecido los pasados dos meses, por si ello fuera de su interés en la eventualidad de que les llegara la epidemia en las próximas semanas. Nosotros expusimos los efectos de la actual pandemia en la población española y ellos, a su vez, nos mostraron su impacto en Etiopía.

Las diferencias eran abrumadoras: más de 25.000 muertos en España frente a 3 –sí, solo tres– en Etiopía, un país con más de 109 millones de habitantes, más del doble que España, y una renta per cápita de 622 euros frente a los 26.440 euros de los españoles, siendo el gasto en salud estatal por persona de 7 euros frente a 1.617 € en España.

Y claro, la primera reflexión que a todos los «europeos desarrollados» se nos viene a la cabeza es que los etíopes desconocen el impacto real de la infección en su territorio, carecen de datos fiables, de test diagnósticos y no es posible que los datos que reflejan y comunican sean reales. Lo cierto es que la información es verídica, los centros sanitarios de Adís Abeba no están colapsados y han continuado con su actividad clínica y quirúrgica habitual.
 
Entonces, ¿en qué radica la diferencia? ¡Ah! Seguro que tiene que ver con factores genéticos o poblacionales que les hacen ser «genéticamente inmunes» a la infección o, sencillamente, que al ser la población mucho más joven que la española la enfermedad ha pasado desapercibida en la gran mayoría de los casos. De nuevo, ambas consideraciones no se ajustan a la realidad, ya que personas de origen africano (mismos genes) han enfermado en otros territorios afectados (EE.UU.), y, por otro lado, esta infección –aún siendo más grave en ancianos– afecta a personas de todas la edades, originando neumonías graves que no pasarían desapercibidas en las urgencias de los centros hospitalarios etíopes.

El origen verdadero de esta brutal diferencia en el impacto de la pandemia ha venido determinado por las diferentes decisiones tomadas por las autoridades sanitarias de uno y otro país. Muy posiblemente, el hecho de que el director general de la OMS sea un etíope habrá influido sobremanera en las acertadas acciones del gobierno etíope desde el comienzo de la epidemia en China. Sin ir más lejos, las primeras medidas en el aeropuerto internacional Bole de Adís Abeba, fueron tomadas a finales de enero, haciendo controles a los pasajeros y a la tripulación de los vuelos, particularmente aquellos procedentes de China.

Conviene recordar que la relación comercial de China con Etiopía es enorme, habiéndose incrementado de manera exponencial en los últimos diez años, cuando multitud de trabajadores especializados de empresas chinas se desplazan a Etiopía durante meses para llevar a cabo todo tipo de proyectos de desarrollo. A partir de ahí, fueron incrementando las medidas de detección y aislamiento de los casos y sus contactos, manteniéndolos en cuarentena durante 14 días y realizando pruebas diagnósticas (han hecho más de 28.000) cuando tuvieron disponibilidad de ellas. Igualmente, desde primeros del mes de febrero transmitieron a la población la importancia de la prevención, cerrando escuelas y universidades, evitando las aglomeraciones y recomendando las medidas de prevención y distanciamiento social. 

Además, transformaron el centro de convenciones de Adís en un gran hospital –al modo IFEMA de Madrid– con capacidad para 1.000 camas y 50 puestos de cuidados intensivos con respiradores, que, afortunadamente, no han tenido que utilizar.
Actualmente Etiopía está en estado de alarma, como España, pero la diferencia en el impacto de enfermos y muertos es abrumadora. Me resulta particularmente triste escuchar o leer a políticos y comentaristas varios que achacan todos los males de esta pandemia en nuestro país a los manidos «recortes» de la crisis económica pasada.  

No se equivoquen, los recortes habrán podido tener su importancia en muchos problemas, pero no han sido determinantes en el devenir de lo que hemos padecido por el Covid-19. Países mucho más pobres que nosotros lo han hecho mucho mejor; y no nos debe servir de consuelo que otros países tan ricos o más que nosotros también hayan sufrido la pandemia de forma similar. 

No hay nada más estúpido que no querer aprender de nuestros errores. El mayor de ellos ha sido, a mi entender, no haber sabido tomar las decisiones adecuadas en materia de prevención y salud pública a su debido tiempo y, esta responsabilidad, es de las máximas autoridades sanitarias del país en su conjunto y de cada una de las comunidades autónomas en particular. Si tuviéramos una cultura de la dimisión, cosa no muy arraigada todavía en nuestro país, deberíamos haber contemplado ya un rosario de las mismas, incluidos políticos y responsables de salud pública. Ciertamente, ¿hay alguien a día de hoy que se sienta en España protegido para las próximas pandemias que seguro vendrán en los años venideros? 

Está claro que grandes errores conllevan grandes males. Seamos sensatos, analicemos nuestros errores y tomemos las decisiones adecuadas, olvidando las prevenciones ideológicas que nos han llevado a este desastre.

* Miguel de Górgolas Hernández-Mora es profesor titular de Enfermedades Infecciosas de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM)/ABC/Miguel de Górgolas Hernández-Mora/8/5/2020.)

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