El derecho a votar a Vox
El PP debería dejar de buscar socialistas presuntamente moderados. Primero, porque no los hay. Y segundo porque los que quedan necesitan media pelotilla de plástico para volver al redil
Existe
la creencia entre los analistas políticos de que, allí donde Vox es
débil, el socialismo cae en la irrelevancia. Y ponen como ejemplo
Galicia e incluso Madrid, casos recientes de dos territorios donde
gobierna el PP con mayoría absoluta... y el PSOE es tercera fuerza.
Detrás de esa reflexión demoscópica, que podemos considerar correcta,
existe sin embargo una pulsión un tanto antidemocrática y antiestética: y
es que tres millones de personas dejen de votar a un partido porque sí,
por las circunstancias, alegando la hora tan crítica que atraviesa
España (y que también es cierta).
Sin
embargo, votar a Vox es tan legítimo como abstenerse, incluso cuando su
efecto sobre el resultado sea el mismo: cero escaños. Lo que el Partido
Popular y los pedagogos del voto útil no pueden pretender es que les
vuelvan a apoyar por pragmatismo (no dividir el voto) en vez de por
convencimiento (porque creen en su modelo de país).
El PP, por decirlo
brevemente, no ha hecho nada especial para seducir a quienes dejaron de
apoyarle hace al menos cinco años. Mantiene prácticamente el mismo
ideario en materia de fiscalidad, gasto político, eutanasia o aborto, y
espera que la masa les vuelva a votar como cuando la única alternativa
en frente era José Luis Rodríguez Zapatero.
El
PP gobierna con Vox en varias regiones y con ejecutivos homologables a
cualquier otro. Acertarán o se equivocarán, naturalmente, pero en ningún
caso se ha producido la involución en derechos que presagiaba el
tenebrismo mediático. Soy de Castilla y León, mi familia y mis amigos
viven allí.
No me consta que se persiga a las mujeres ni a los
homosexuales.
Siguen incluso a la cabeza del Informe PISA, cosa que no
ocurre por ejemplo en la gloriosa Cataluña, que está más cerca del
califato que de la república. Solo en Barcelona –supimos esta semana– se
registran cada día tres denuncias por agresión sexual. Y nadie mira
allí por las mujeres: todos callados como puertas.
Puestos a hablar de
machismo, tenemos la ley del 'solo sí es sí', que ha mejorado la
situación procesal de Dani Alves.
Puestos a hablar de homofobia, está
Dolores Delgado, que llamaba «maricón» a Marlaska en presencia de
Villarejo.
Ahora
que a Pedro Sánchez se le está moviendo el suelo, ahora que solo la ley
evita un adelanto electoral, si el PP quiere llegar a las próximas
elecciones con más garantías que el pasado 23 de julio debería dejar de
buscar socialistas presuntamente moderados. Primero, porque no los hay. Y
segundo porque los que quedan necesitan media pelotilla de plástico
para volver al redil socialista.
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