LA MAFIA CATALANISTA.
COMO AL CAPONE.
Tras mil crímenes a sus espaldas, Al Capone acabó dando con sus huesos en Alcatraz por evadir impuestos. Injusto, sí, pero al menos se descabezó a la mafia. Lo mismo ha sucedido en Cataluña, aunque en este caso sin delitos de sangre: al final va a ser la codicia la que ponga fin a las andanzas de un delincuente hipócrita hasta el último aliento y una banda familiar singularmente dotada para las finanzas.
Pero la principal culpa de Pujol no es haber defraudado al fisco, aunque, dado el paupérrimo nivel político español, probablemente acabe teniendo más peso en la opinión pública que cuarenta años de atropellos impunes. Porque no son las mangancias pujolenses la clave del nacionalismo catalán, y ni siquiera su insostenibilidad legal, democrática o económica, aspectos recordados a diario, sino su profunda inmoralidad.
Pujol ha sido el principal inspirador ideológico y el fundador de un régimen que, con irritante deslealtad, se ha valido de las instituciones no para gobernarlas con eficacia sino para destruir el Estado del que forman parte. Ahora estamos asistiendo al desenlace.
Es inmoral porque, en estricta ortodoxia totalitaria, ha usado las competencias educativas para reírse de los derechos lingüísticos constitucional e internacionalmente consagrados y para adoctrinar a los más indefensos: los niños.
Es inmoral porque su discurso descansa en una perpetua mentira histórica para convencer a los catalanes de que no son españoles y de que España es su eterna enemiga.
Es inmoral porque sus ingenieros de masas llevan cuatro décadas agitando el odio contra los demás españoles.
Y es inmoral porque durante cuarenta años los nacionalistas de todo tipo y procedencia han disfrutado del monopolio social que les ha facilitado la intimidación terrorista, que no olvidemos que no ha actuado ni desplegado sus efectos solamente en tierras vascas.
Sería tremendamente injusto olvidar todo esto.
(Jesús Lainz/ld)
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