domingo, 5 de octubre de 2014

UN PAÍS DE CHORICILLOS

 (¿Nos animaremos a rememorar la fracasada Primera República?  ¡Ánimo camaradas! ¡Viva el cantón de Cartagena! ¡Y mil más!)
 
 
 

 
 
 
 
 UN PAÍS DE CHORICILLOS.
 
 
Desde Cataluña a las Canarias pasando por el País Vasco, los presidentes autonómicos han convertido la democracia parlamentaria en una suerte de democracia asamblearia parvularia, de consultas plebiscitarias disparatadas.
 
El proceso cantonalista que acabó con la I República se resume todo él en el tristemente célebre "Viva Cartagena" en virtud del cual hubo municipios con censos de quinientos habitantes que llegaron a declararse independientes... de España, claro. Hoy el "Viva Cartagena" muda en "Viva el Referéndum" que se extiende como un reguero de parvularia democracia asamblearia por toda España. Socapa del sacrosanto derecho a decidir, que es el únco derecho ilimitado, cualquier presidente autonómico, con vocación de sátrapa persa o de mandarín de la dinastía Ming, se cree investido, legitimado y capacitado para convocar un referéndum, al margen de la soberanía nacional española, para preguntarle a sus paisanos cualquier disparate.

Empezó disparatando Artur Mas, al que ni siquiera el adverso resultado del delirio escocés le hizo recapacitar  porque, mal que le pese, don Artur es el máximo representante de algo que es más genuinamente español que el chorizo (embutido del que él y CiU andan sobrados) : el "sostenella y no enmendalla", y también de aquél artículo constitucional único que el regeneracionista Ángel Ganivet decía que todo español debía llevar en el bolsillo y que rezaba así:"este español está autorizado a hacer lo que le dé la gana"

 En eso consiste el referéndum cantonalista del siglo XXI español: no hay más autoridad que la emanada de las urnas de mís plebiscitos, no hay más democracia que la de mí Parlament, ni nada más democrático que preguntarle a mis paisanos si quieren, o no, seguir siendo españoles.

En la senda del disparate maquillado de parvularia democracia asamblearia le siguen los nacionalistas vascos quienes, parapetados tras el cupo, el fuero y la chapela, esperan a ver si Artur Mas se rompe los dientes contra la Constitución o sale a hombros de sus costaleros separatistas por la puerta grande. Pero mientras esperan barajando en los batzokis del PNV van avisando ( ¡ culo veo, culo quiero ! ) de que ellos también quieren su propio referéndum identitario separatista pero, eso sí, dentro de la Carta Magna para que quede todo muy aseadito, muy pulcro y muy democrático. De momento, los nacionalistas vascos, que no son antitaurinos, esperan como la novia del torero en los tendidos de sombra a ver si Mas sale por la puerta grande o acaba en la enfermería.

Pero la quintaesencia del disparate la acaba de perpetrar Paulino Rivero, el presidente canario, que en un rapto de ecologismo democrático, está dispuesto a renunciar a la explotación del oro negro con el que la Madre Naturaleza ha bendecido al Archipiélago, poniendo a sus paisanos en la disyuntiva de elegir en referéndum entre petróleo o turismo, como si ambas industrias fuesen incompatibles. Se da la circunstancia de que sólo con turismo, Canarias es una de las regiones con más paro de Europa, lacra sociolaboral que el petróleo resolvería con largueza y prosperidad. 

Habría que hacerle un tour a don Paulino por Tejas, estado norteamericano en el que a nadie se le pidió elegir entre petróleo o vacas. Allí las vacas llegaron antes que el petróleo, como el turismo a las Canarias, pero conviven en perfecta armonia haciendo de Tejas uno de los estados más ricos de Norteamérica desde que se descubrió que debajo de las patas de las vacas había oro negro. Parafraseando a los mejicanos no cabe más que decir: "España, tan lejos de la democracia y tan cerca del referéndum cantonalista".

(Eduardo García Serrano/La Gaceta)
     

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