DEMOCRACIA
REAL.
Leo en la
prensa- mayo 2016- que, en más de setenta ciudades españolas, han salido
ciudadanos a la calle para reclamar ‘democracia real’.
Para estos
ciudadanos, ‘democracia real’ significa que sean ‘los ciudadanos los
que decidan el destino del país’... “y no los poderes financieros
y las grandes corporaciones empresariales”.
Si esto es
lo que proponen estos ciudadanos ‘indignados’, estamos con la vista puesta en
la democracia directa. En la democracia indirecta, que es la vigente en los
países democráticos realmente existentes, los ciudadanos eligen a sus
representantes. Los representantes políticos deciden, en el Parlamento, las
leyes que organizan la vida política, social y económica de una sociedad. Por
tanto, los ciudadanos, indirectamente, deciden. Pero es cierto que los sistemas
democráticos actuales no concentran el poder, exclusivamente, en el Parlamento.
Hay ‘poderes
fácticos’, es decir, personas y grupos, organizados o no, que, por la
importancia económica de sus empresas, y el elevado número de empleados, hacen
sentir su influencia en la sociedad, económica y políticamente. Por otra
parte, el poder ejecutivo suele inmiscuirse- aunque sea relativamente- en los
poderes legislativo y judicial. Es decir, la democracia no es perfecta. Y
nosotros, los ciudadanos, tampoco.
En las
sociedades con democracia directa, como en Atenas, los ciudadanos tenían que
dedicar mucho tiempo a la política. Claro que entonces había esclavos y era más
fácil para los que no lo eran. Pero hoy no es así. ¿Qué sucede si muchos
ciudadanos prefieren no dedicar tanto tiempo a la política? ¿Qué pasa si
prefieren ser representados por políticos? Es cierto que las riendas de la
política se trasladan- en gran medida- de las manos de los ciudadanos a las
manos de los políticos y sus partidos. A diferencia de lo que sucedía en la
Grecia clásica. Otra diferencia importante es que las minorías no tenían
derechos que pudiesen esgrimir frente a la mayoría. Estas diferencias son
cruciales.
Las
sociedades democráticas actuales son ‘poliárquicas’, si seguimos a Robert Dhal.
Dicho con otras palabras, estas sociedades se caracterizan por tener una
diversidad de grupos de poder que tratan de influir en los poderes públicos con
el objeto de satisfacer sus propios intereses.
Un ejemplo
está en los llamados ‘buscadores de rentas’. Estos grupos de presión tratan,
por diversos medios, de obtener el favor de los poderes políticos en forma de
subvenciones, modificaciones legislativas, administrativas, etcétera. Estas
decisiones favorecerán, se supone, a estos grupos. Un ejemplo clásico era la
concesión real de un monopolio. Por ejemplo, de harinas o de tabaco.
Actualmente, los sindicatos, la patronal, empresarios importantes, y los más
variados grupos con capacidad de presión, tratan de obtener el favor político y
dinero público.
Y suelen
conseguirlo porque los políticos, en general, no quieren enfrentarse con estos
grupos de presión, capaces de manifestaciones callejeras y de influencia a
través de los medios de difusión. O en la sombra.
A estos
grupos se contraponen ‘los buscadores de beneficio’. Se trata, centralmente, de
empresarios que aceptan las reglas de juego del mercado, sin hacer trampas. Es
decir, tratan de ser competitivos para que los ciudadanos compren sus productos
sin tratar de obtener ventajas, presionando o corrompiendo a los políticos.
Volvamos a
los buscadores de ‘democracia real’, como los de Podemos y sus marcas.
¿Pretenden eliminar a las grandes corporaciones y los poderes financieros, o
solamente tratan de tenerlos controlados? Si se trata de lo primero, estamos
ante experiencias de ‘socialismo realmente existente’, como la antigua Unión
Soviética y similares. ¿Saben la gran violencia que tendrán que utilizar? ¿Es
esto lo que quieren? ¿Se han enterado del rotundo y sangriento fracaso del
socialismo real?
Si, por el
contrario, los de Podemos, marcas y amigos de progreso, trata de tener
controlados a estos poderes antes citados ¿cómo piensan hacerlo? ¿Aumentando
las regulaciones? ¿Aumentando el número de inspectores de progreso para
controlar la correcta aplicación de las regulaciones? ¿Muchos más impuestos?
A menos que
impongan en todo el mundo este nuevo sistema antisistema, los capitales se
marcharán a los países con mayor libertad de empresa. Y el país controlado por
las fuerzas de progreso auténtico y verdadero, se arruinará. No se puede
mantener una economía de mercado sin respetar mínimamente la ‘lógica’ de la
economía de mercado. Y tratando de machacar a los empresarios, que serían
tratados como ‘explotadores y enemigos del pueblo’.
Otro de los
errores de los buscadores de ‘democracia real’ es el intento de conseguir ‘los
derechos básicos de vivienda, trabajo, cultura, salud o educación para todos
los ciudadanos, o a una “necesaria revolución ética” que no sitúe al dinero por
encima del propio ser humano’.
Si todos
tienen ‘derecho’- además del Estado de Bienestar actual-- a vivienda, trabajo y
otras ventajas sociales, es que los demás tienen el deber de materializar este
derecho. Pero este derecho no es gratuito. Cuesta dinero. ¿Cómo se materializa?
Obligando a los ciudadanos a pagar, por medio de impuestos, los nuevos derechos
de progreso que los buscadores de ‘democracia real’ han establecido. O sea, la
ruina. Aparte de que, en esta sociedad de progreso, se incentiva ser un vago.
Porque los demás me pagarán, además de educación y sanidad, vivienda, luz, gas,
agua, comedores sociales y un largo etcétera de prestaciones. Es mi derecho.
En lo que sí
estoy de acuerdo es en su ‘indignación por el panorama político,
económico y social que vemos a nuestro alrededor. Por la corrupción de
los políticos, empresarios, banqueros… Por la indefensión del ciudadano de a
pie”.
La situación
es preocupante y provoca indignación. Pero vivir en la utopía, suele
provocar melancolía y, a veces, violencia. ¿Por qué? Porque solamente
deberíamos proponernos lo que podemos conseguir. Aunque sea con esfuerzo. O
sea, utopías débiles, como mejorar la educación, disminuir la corrupción y un
largo etcétera.
Pero el
demagogo populista engaña prometiendo sin mesura- con el dinero ajeno-, ofrece
soluciones simples para problemas complejos y ocupa las calles con el amenazante
y rencoroso puño en alto. Si está en minoría en el Congreso. Imaginen si
tuviese mayoría…
Sebastián
Urbina.
(Publicado en ElMundo/Baleares/21/Octubre/2016.)
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