Los que se avergüenzan de descender de los que hace cinco siglos protagonizaron la gran hazaña del Descubrimiento abonan en pleno siglo XXI la deleznable Leyenda Negra, inventada como instrumento político por unos enemigos de España que, como la izquierda siniestra que tenemos la desgracia de padecer, no tenían un adarme de legitimidad para dar lecciones morales de nada.
Los mismos que se niegan a participar en la conmemoración de un hecho civilizatorio de primera magnitud aduciendo escrúpulos morales se proclaman orgullosamente comunistas, esto es, adeptos de la ideología más criminal de la Historia, que en sólo cien años, los últimos cien años, ha matado a 100 millones de personas.
Una ideología que sigue matando y esclavizando a la gente y que tiene por norma arramblar con los pueblos y culturas primitivos que se le pongan por delante. Los que retuercen de manera grotesca la historia de España para justificar sus desprecios acuden sin embargo en tropel a las bochornosas festividades inventadas por los separatistas, cargadas del odio feroz propio de personajes tan repugnantes y reaccionarios como el infame racista ultramontano de Sabino Arana o Heribert Barrera, tan semejante en tanto a la matriarca del clan Pujol, Marta Ferrusola.
España y su Historia están por encima de estos indeseables que pretenden dinamitar la una y reescribir la otra. La Fiesta Nacional es una ocasión inmejorable para echar la vista atrás y celebrar lo mejor de nuestro legado y tomar impulso ante los desafíos que tenemos planteados, el primero de los cuales tiene que ver con la derrota en todos los órdenes de los enemigos de la Libertad, no por casualidad los más sañudos enemigos de la propia España.
Siempre hay motivos para celebrar el Día de la Hispanidad, pero ahora es especialmente importante, a fin de poner en su lugar a los que se han juramentado para acabar con la Nación y su régimen de libertades. (Edit.ld.)
Roosevelt, el antiespañol que admiró España.
‘La Raza española descubrió un mundo y se lo ofreció a Dios’.
Juan E. Pflüger (La Gaceta)
Fue,
junto a McKinley, el responsable e inductor de la guerra contra España
en 1898. Fue un enemigo declarado de nuestra patria, pero en 1912 no
tuvo más remedio que reconocer su labor en América.
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