(En esto ha terminado el socialismo. En mostrar- sin poderlo remediar- sus tics autoritarios.
¿Para qué? Para mantenerse en el poder. A toda costa. Sin ningún escrúpulo.
Sánchez va de la mano de Pablo Iglesias, un admirador de Fidel Castro y de Chávez.
¿Qué democracia se puede esperar de estos comunistas?
¿Será la sociedad española tan políticamente inmadura que apoyará a esta nefasta mezcla de socialismo sanchista y de neocomunismo?
¿De verdad creen que van a mejorar la calidad democrática y la calidad económica de nuestra sociedad?
Espero que no se engañen tan fácilmente.)
SÁNCHEZ BORDEA EL AUTORITARISMO.
El precio del poder en minoría de Pedro Sánchez es una galopante
erosión de nuestra arquitectura institucional. No se puede extraer otra
conclusión a la vista de su impúdico abuso del decreto-ley, a despecho del
requisito de «extraordinaria y urgente necesidad» que exige la Constitución
Española (CE).
Lejos de toda autocrítica, por pura supervivencia, el Gobierno anuncia
ahora una reforma exprés pactada con su socio preferente, Podemos, para
saltarse el voto del Senado al techo de gasto. Pero entregarse
al criterio populista de los enemigos del sistema del 78 tiene como
consecuencia el rápido desgaste de los contrapoderes democráticos, además de
enviar un mensaje de desafío a Bruselas y los mercados que devolvería a España
al estado de sospecha financiera que tan trabajosamente ha abandonado.
Todo para garantizarse un
plan expansivo de gasto que favorezca el clientelismo antes de que se agote la
legislatura.
Sánchez se está convirtiendo en
el campeón
de la fobia a la voluntad popular: la que se expresa en las
urnas, negándose a convocar las elecciones prometidas, y la ya expresada en
los escaños del Senado, cámara que pretende vaciar de funciones por la única
razón de que allí el PP cuenta con mayoría absoluta. «Una mayoría espuria»,
según Pablo Echenique, «el último reducto de poder» con el que debe terminar la
alianza entre socialismo, populismo y nacionalismo que forjó el triunfo de la
moción de censura.
Con razón advertía la oposición de la deriva chavista de semejante
plan del Ejecutivo para usurpar terreno al Legislativo, e incluso al Judicial,
pues el decreto-ley bloquea la capacidad de recurso hasta que el Tribunal
Constitucional se pronuncie.
De hecho, fue la abierta
ilegalidad de los planes del presidente lo único que finalmente hizo torcer su
voluntad y le va a obligar a pasar su reforma por el escrutinio del Congreso.
Por contra, lo que Sánchez pretendió
ayer hasta el último momento era un grosero ataque a la separación de poderes
más propio de Orbán o Maduro que de una democracia liberal. ¿Qué más da
sacar 84 escaños que 184 si todo presidente puede imponer su voluntad sin
frenos?
En lugar de asumir que no tiene suficientes escaños porque los
españoles lo han querido así, Sánchez siempre opta por intentar obviar el
Parlamento. Ayer lo volvió a hacer, aunque la advertencia que sin duda
recibió de que su intención era
clamorosamente inconstitucional, por pretender modificar por decreto una ley
orgánica como la Ley de Estabilidad Presupuestaria, que
desarrolla el artículo 135 de la CE, le hizo aceptar a última hora que el PSOE
presentara una proposición de ley en el Congreso.
Ser demócrata consiste en debatir
las leyes; en no invadir las competencias de otros poderes del Estado; en
abstenerse de una política de hechos consumados de ardua reparación. Por este
camino, el sanchismo rebaja la calidad
democrática hasta niveles desconocidos.
(ElMundo/edit/24/8/2018.)
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