(O sea, Ciudadanos no quiere ni hablar con Vox porque es la 'extrema derecha', a pesar de que Vox es- según su programa- un partido constitucional.
Por otra parte, un sector de Ciudadanos- y destacadas figuras como Francesc de Carreras y otros- quieren que Rivera/Ciudadanos pacte con Sánchez/PSOE, exigiéndole- básicamente- que se pueda estudiar en español en Cataluña.
Ahora bien, Sánchez/PSOE tiene pactos con los comunistas de Podemos en diversos lugares de España. Pero eso no tiene ninguna importancia. Además, Sánchez/PSOE ha pactado en Navarra con Bildu, los herederos políticos de ETA. Tampoco pasa nada.
Eso sí, Ciudadanos no quiere ni hablar con Vox. No digo más. Cada uno que extraiga las consecuencias pertinentes.)
VOX ACIERTA.
Envuelto en
una presentación dura para que la cosa sonase a puñetazo sobre la mesa de
negociación, creo que Vox ha hecho este martes un movimiento estratégico
inteligente; rectificar buena parte del camino andado en las últimas
semanas. Conste que digo esto como un elogio, porque, como apunta el
viejo refrán, rectificar es de sabios; y más aún, añado, si es para volver a
una posición anterior que era más acertada.
No voy a
entrar en la cuestión de si el PP ha cumplido el pacto municipal o si ha sido
Vox el que no ha esperado lo suficiente, al final ese es un asunto accesorio, lo
que me parece sustancial es que Vox se estaba equivocando a la hora de
pedir esas concejalías –o esas consejerías, que tanto da–, ya que ni le
hacían bien, ni favorecía que se alcanzasen pactos ni, por supuesto, defendía a
sus votantes de una supuesta humillación.
Dicho sea de
paso, este es el argumento político más estúpido que he oído en años: para
empezar, porque los votantes no son suyos y para continuar, porque los
ciudadanos que depositan su confianza en una u otra formación política no
metabolizan lo que decidan hacer sus partidos como quien tiene una oveja negra
en la familia, simplemente toman nota y en las siguientes elecciones premian al
que en su opinión lo merece y castigan al que se lo ha ganado.
Vamos, que,
por mucho que nos pongamos grandilocuentes, si ninguno de los firmantes hace
algo deshonroso en un pacto para poner a un alcalde, no está en juego el honor
de nadie, y menos el de los votantes.
Del mismo
modo, lo ocurrido y los posibles pactos que se alcancen a partir de ahora no
deben leerse como una derrota
de Vox. En la ciudad de Madrid la única derrotada ha sido Carmena –y,
bueno, también un poco la comparsita Pepu–; y si hay acuerdo en la Comunidad
los derrotados serán Gabilondo, Errejón e Iglesias, dueño, señor y responsable
de la debacle cosechada por Isa Serra.
Es más, lo
único que puede permitir a Vox conseguir las victorias políticas a las que legítimamente
aspira son, precisamente, los Gobiernos del centro-derecha, ya sea municipales
o autonómicos, porque allí donde gobierne la izquierda, ¿qué cambios
legislativos va a poder impulsar? ¿Qué puntos presupuestarios estará en
condiciones de negociar? ¿Qué chiringuitos podrá decir a los ciudadanos que ha
logrado eliminar? Efectivamente, la respuesta a las tres preguntas es la misma:
ninguno.
He dicho
antes que la rectificación
de Vox es una vuelta al camino que habían trazado previamente, y yo creo
que eso es parte del acierto: los de Abascal se presentaron a las
elecciones como la herramienta más poderosa para echar a la izquierda, y no
hablaban ni de concejalías ni de votantes humillados, sino de sentido del deber
y de sacrificio. La mejor forma de honrar ese mensaje y esa promesa, que en
mi opinión animó a muchísima gente a votarles, es haciendo exactamente eso:
echando a Carmena de Madrid o al Santisteve de Zaragoza y, por supuesto,
impidiendo la llegada al poder de Gabilondo y Errejón.
Por último,
hay una cosa más que no conviene olvidar: ahora, con Vox centrado en una
negociación sensata, será cuando la posición de Ciudadanos, sus
contradicciones y su hipocresía, quede más expuesta. ¡Y en qué momento!
(Carmelo Jordá/ld/26/6/2019.)
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