jueves, 11 de agosto de 2022

BIENVENIDO, Mr. RACIONAMIENTO.

 

Bienvenido, Mr. Racionamiento

Por Gabriel Le Senne

Entran en vigor las nuevas medidas del Dr. Sánchez, así que es probable que comiencen a pasar calor en ciertos lugares: edificios públicos, centros comerciales, cines, etcétera. Ello vendrá acompañado de cartelería y termómetros, porque se trata principalmente de que seamos conscientes de las medidas y de sus (supuestos) motivos. Así entra en escena el racionamiento, y cabe suponer que nos acompañará una buena temporada, si es que nos deja algún día.

Y digo que se trata principalmente de que seamos conscientes, porque tiene toda la pinta de que estamos, una vez más, ante una campaña de propaganda. Atendamos a la visión de conjunto: debido a la tensión generada entre los bloques geopolíticos de la OTAN, por un lado, y Rusia, China, Argelia y demás, por otro, no podemos seguir confiando en el suministro de gas ruso (y argelino). Muy bien.

El gas se emplea, no sólo directamente en industria y consumo doméstico (calefacción, agua caliente, cocina). Sino también en la generación eléctrica, pues en las últimas décadas se ha realizado un gran esfuerzo por pasar a un modelo basado en renovables respaldadas por gas (cuando no hace viento ni sol, quemamos gas). De acuerdo.

Por tanto, ante una previsible escasez de gas, de duración incierta, no sólo experimentaremos problemas con el funcionamiento de ciertas industrias o con el suministro doméstico, sino también con el propio suministro eléctrico, verdadero sistema vascular de nuestra sociedad, sin el cual casi nada puede funcionar.

Ante este serio problema, lo lógico sería realizar un estudio global y proponer medidas serias y suficientes. Así lo hizo el ejército austriaco hace un año, y si la memoria no me falla, el alemán y alguno más, cuando advirtieron a la población que convenía prepararse para apagones prolongados. Probablemente eran conscientes de la tensión con Rusia, y actuaban en consecuencia. O iban preparando a la población. Noten que aquello fue ya antes de que estallara la guerra de Ucrania (señal de que algo preveían).

Si uno gobernara en estas circunstancias, probablemente estudiaría fuentes alternativas de suministro. Es evidente que habría que actuar en dos sentidos: reducir demanda e incrementar oferta, es decir, reducir el consumo y aumentar la producción eléctrica. Pero la más importante es la segunda, incrementar la producción eléctrica por medios distintos del gas, porque reducir el consumo sólo es posible en escasa medida sin que suponga también reducir la economía y por consiguiente el bienestar de la población.

Y sin embargo, ¿cuáles son las medidas que nos llegan, un año después del comienzo de la perturbación? Medidas cosméticas en términos de ahorro real, pero que sin embargo implican auténticas molestias para la ciudadanía en general y un daño económico cierto, porque no cabe duda de que el consumo se resentirá cuando salir de casa sea exponerse a temperaturas desagradables (hay quien habla del ‘confinamiento climático’).

Al mismo tiempo, vemos cómo el (des)gobierno europeo mantiene su alocado plan de transición hacia el coche eléctrico. Que en nuestra humilde opinión siempre fue una locura, pero que ya en estas circunstancias es directamente suicida. Lo primero que podemos hacer ante este problema de probable insuficiencia de suministro eléctrico es intentar frenar el incremento de demanda: debemos mantener los vehículos de combustión, en lugar de incrementar la demanda de electricidad con los vehículos eléctricos.

Acto seguido, deben estudiarse y impulsarse de inmediato proyectos de generación eléctrica: alargar la vida de centrales nucleares y de carbón, construir nuevas. Pero vemos todo lo contrario: voladura de centrales térmicas, planes de cierre de las nucleares.

Adicionalmente, deben tomarse medidas para explotar nuestros recursos naturales: dicen los expertos que tenemos gas para cuarenta años. ¡Acabamos de desmantelar nuestro sector del carbón! Rectificar es de sabios. Adelante.

Sin embargo, al mismo tiempo, lo que vemos es que los bancos comienzan a informarnos de nuestra ‘huella de carbono’. El tuitero Chak Norris aporta pantallazos de cómo su banco, atendiendo a sus recibos domiciliados, le informa de su huella y le anima a pagar para compensarla, supuestamente plantando árboles en España o en Colombia. Chak advierte ahí el embrión de un sistema de control y racionamiento vinculado a la Agenda 2030, pero seguramente el bueno de Chak es un desconfiado. Y yo también.

En conclusión: ante la guerra y sus consecuencias, lo primero debería ser detener o al menos aplazar esa ‘transición ecológicaque incrementa artificialmente la demanda eléctrica y encarece todo. Pero vemos todo lo contrario. Por la guerra o por el clima, me temo que no nos libraremos del racionamiento. 

Salvo que nos libremos de estos gobernantes globalistas que quieren que seamos menos y respiremos poquito, que el CO2 alimenta las plantas pero dicen que es ‘mu malo’.

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