CARADURAS DE CEMENTO ARMADO
El gobierno alemán, por ejemplo, ha decidido deportar a veintiocho criminales afganos que, llegados bajo la etiqueta de refugiados, se dedicaron al oficio de violador. Ha sido la primera vez que se toma esta decisión, mero maquillaje propagandístico para un problema formado por millones de personas.
Y hasta el progrérrimo Trudeau ha anunciado en Canadá su voluntad de restringir la inmigración.
Este tipo de decisiones, sólo reclamadas hasta hace unos días por la malvada extremaultraderechafascista, eran descalificadas por la unánime conciencia universal.
Pero ahora, de repente, han alcanzado la respetabilidad. Pero que nadie se lleve a engaño: ello se debe a que hasta los más férreos doctrinarios del progresismo han comenzado a comprender que en todos los países occidentales se está llegando a un nivel de hartazgo que no ha hecho más que provocar sus primeros estallidos. De ahí estas pequeñas operaciones de maquillaje que acabarán quedando en nada.
En España, obediente como siempre, ha sucedido lo mismo. Tras años de risas, indignaciones e insultos a VOX por proponer medidas contra el caos inmigratorio —risas, indignaciones e insultos que han partido tanto de los izquierdistas de Sánchez como de los derechistas de Feijoo—, de repente ambos partidos anuncian, por primera vez, la necesidad de dictar medidas contra el caos inmigratorio.
Pero, ¡atención!: cuando la extremaultraderechafascista de VOX sostenía esas opiniones, se debía a su egoísmo, su maldad, su inhumanidad.
Por el contrario, cuando socialistas y populares fingen cambiar su enfoque para evitar que aumente el descontento social, se debe a su voluntad de justicia y humanidad. Nunca lo olvidemos.
(Jesús Laínz/La Gaceta/2/9/2024.)
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