¡Que sea fácil y ‘diver’¡
Los rectores de las Universidades europeas reunidos en Bolonia, con ocasión del IX Centenario de las más antigua de ellas, cuatro años antes de la supresión de las fronteras intracomunitarias y ante la perspectiva de una colaboración más amplia entre todos los pueblos europeos, estiman que tanto los pueblos como los Estados deben tomar conciencia como nunca del papel que las Universidades deberán tener en el futuro en una sociedad que se transforma y se internacionaliza, y consideran ...
Principios Fundamentales: 1. La Universidad es una institución autónoma que, de manera crítica, produce y transmite la cultura por medio de la investigación y la enseñanza.
Reconozco que es bonito pero, tan alejado de la realidad, que produce escalofríos. Peor. A mucha gente ni le va ni le viene.
Repasemos algunos datos. Según el reciente informe ‘Pisa’, España está situada en el puesto 23 sobre un total de 29 países de la OCDE. No sólo es que estamos en puestos de descenso (hablando en términos futbolísticos) sino que vamos a peor. ¿Por qué? En dos ámbitos básicos, como las matemáticas o la comprensión lectora, volamos a ras de suelo.
¿A qué se debe el fracaso de nuestro sistema educativo? Hay variedad de causas y no voy a analizarlas a todas. Me centraré en algunas, de la mano de opiniones de adolescentes que son, en general, más de fiar que sus propios padres. Los jóvenes reconocen (en el estudio ‘Fracaso y transición al mundo laboral’, de la Fundación para la modernización de España) que la falta de interés y el aburrimiento son la causa del fracaso escolar. Insisto en que los jóvenes no atribuyen su fracaso escolar ni a la familia ni al instituto sino a su falta de interés y aburrimiento.
Lo siento por los padres superprotectores que imaginan querer más a sus hijos porque los exculpan de todo mal. ¡Angelitos! ¡Qué lección de honestidad dan sus hijos! Pero además de este loable reconocimiento hay fallos del sistema. Una de las peores estupideces ‘progresistas’ es la de eliminar o ‘ver mal’ el esfuerzo. Todo tiene que ser fácil y divertido. De esta manera se ayuda a la infantilización de los estudiantes. ¡Pobrecito, no quiero que sufra lo que sufrí yo! Y es que hay amores que matan. Otra de las idioteces ‘progresistas’ es la igualación por abajo, que castiga a los mejores. ¡No destaques! ¡Podrías humillar a los otros!
Veamos otros datos. Según la Sociedad Española de Matemáticas, en el cómputo del sexenio 1998-2003 (en las Olimpiadas de Matemáticas) quedamos en el puesto 11 entre 14 países de la Unión Europea. Según La Sociedad Española de Física, en el cómputo del decenio 1991-2000 (en las Olimpiadas de Física) quedamos en el puesto 34 de 39 países presentados. Algo parecido sucede en las Olimpiadas de Química. Imagino que si se celebrasen Olimpiadas de las Lenguas seríamos de los primeros, dada la obsesión enfermiza (al menos en ciertos reinos de Taifas) por ‘La Lengua’, objeto de culto. En muchas ocasiones se ha primado más el vehículo de transmisión que los contenidos transmitidos. Así nos va.
Otro aspecto nefasto de nuestro sistema educativo (especialmente en la enseñanza secundaria) es la pérdida de autoridad del profesor. La hipocresía y el autoengaño generalizados ignoran o minimizan este fracaso. Es más, algunos superprogres ni siquiera lo ven mal. Pues bien, muchos profesores resisten. Sí, resisten. Se produce la desmotivación de muchos profesores. En general, esto se ignora voluntariamente. Además, siempre podemos decir que los profesores son vagos y tienen muchas vacaciones. Como decía un cretino inspector de Educación (¿) de Valencia (en un caso de insultos de alumno a profesora): ‘estas cosas van en el sueldo’. ¡Qué se puede esperar! Lo que tenemos.
Otra estupidez ‘progresista’ es la educación en sentimientos más que en conocimientos. La consecuencia es fatal. Mientras que los conocimientos pueden objetivarse y argumentarse (al menos hasta cierto punto), los sentimientos no. Yo tengo los sentimientos que tengo y punto. La consecuencia es que se minusvalora la argumentación y la justificación en favor de afirmaciones o negaciones de sentimientos. Además, no hay nada que justificar. Todo es igualmente respetable. Todo este conjunto de idioteces (que darían risa si no fueran tan perjudiciales) favorecen el que los jóvenes tengan poco respeto al profesor, dificultades para la comprensión lectora, dificultades para expresar lo que piensan, y serios problemas para asumir que el esfuerzo es necesario para el aprendizaje.
Dado que el esfuerzo es antiguo y casposo, mejor soñar con milagros. A este respecto, el director de la Unidad de Calidad de la Facultad de Educación de la Universidad de La Coruña nos ha mostrado el profesor ideal, el profesor 10, el preferido por los estudiantes. Es fácil de encontrar y nos solucionará el problema. Tiene las siguientes características: Es claro y coherente; ordenado; atento y respetuoso; entusiasta con la asignatura que imparte; exigente en su justa medida; interactivo; ‘sabio’ en su materia; puntual; está al día en su materia; divertido (o sea, ‘diver’); accesible y práctico.
Pero hay más. Es participativo; incitador (en el buen sentido); equitativo; activo; con amplitud de miras, y tolerante. Como ven, fácil. Y todo esto sin cobrar mucho porque un buen profesor no se interesa por las cosas materiales. ¡Qué envidia nos tendrán en los otros países!
Antes de que saquen el pañuelo, unos últimos datos. Según la encuesta presentada por el Centro de Innovación Educativa (CIE-Fuhem) y elaborada por el instituto IDEA, los profesores españoles de secundaria atribuyen las causas de los conflictos que viven en la escuela a las familias, sobre todo a la permisividad que tienen con los hijos. Y tanto los docentes ( 66%) como los propios escolares (50’8%) consideran que se debería intervenir más duramente con los alumnos que causan problemas.
Un dato final para la esperanza. El científico español Joan Ginovart ha dicho que si seguimos por este camino, y dado que vivimos (es decir, viven) en la sociedad del conocimiento, ‘España se convertirá en un parque temático para venir a tomar el sol’. Eso sí, con talante dialogante.
Sebastián Urbina.
Mayo 2005.
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