EL NEOLIBERALISMO QUE NOS INVADE.
El
catedrático de Sociología, Ignacio Sotelo, dijo en ‘La salida de la crisis’, (Junio
2009, El País): ‘uno no sale de su
asombro al comprobar que el PP, proponiendo más de lo mismo, no haya logrado
desprenderse ni un ápice del neoliberalismo que nos ha llevado al desastre...
el PP sigue confiando en el mercado sin plantear siquiera la cuestión clave, qué política
económica habría que poner en marcha para cambiar el modelo productivo’.
Veamos más de cerca estos ‘asombros’.
El economista Guy Sorman dice que la URSS se desmoronó porque el sistema
económico socialista no era viable. Desde entonces, solamente hay una economía,
la economía de mercado, la economía liberal. No hay alternativa. Al menos de
momento.
Hoy está reconocido que la política económica (New Deal) de Roosvelt en los
años treinta, agravó la crisis. Hizo lo que tanto gusta a la izquierda,
intervenir. Ayudó a las empresas con problemas, las empresas improductivas
recibieron dinero público, lo que dificultó la competencia y la innovación,
retrasando la recuperación. Salvando las distancias, en la crisis económica
mundial de 1973 se siguió con las medidas keynesianas intervencionistas. Pero
tampoco funcionaron.
El economista Johan Norberg dice que la creciente prosperidad del planeta se
debe al capitalismo. Un estudio acerca de la política comercial de 117 países
entre 1970 y 1989 demuestra que con políticas librecambistas el crecimiento era
entre tres y seis veces superior al de los Estados proteccionistas.
El economista Xavier Sala nos dice que la historia nos da ejemplos de la
superioridad de las economías de libre mercado sobre las economías
planificadas. Es el caso de Alemania Federal frente a la llamada República
Democrática Alemana, o el de Corea del Sur, con una renta catorce veces
superior a la de Corea del Norte. O Hong Kong, Singapur, Taiwán y un largo
etcétera.
Otro economista, Carlos Rodríguez Braun dice que la percepción exclusivamente
asignativa del mercado (como asignador de recursos) oculta su eficacia
fundamental en el descubrimiento de recursos, el intercambio y la creación de
riqueza. O sea, los menos favorecidos tienen en el mercado una buena
oportunidad para dejar de serlo. Aunque la llamada cultura del subsidio
proclama lo contrario. Hablando de subsidios, recordemos que algunos grupos de
presión (los buscadores de rentas) tratan de identificar sus particulares
intereses (que pagamos todos) con el interés general. Aunque no sea cierto.
¿Y qué sucede con el origen de la crisis económica actual que, según Ignacio
Sotelo, es responsabilidad del neoliberalismo?
Según parece, tanto la administración Clinton como la administración Bush
presionaron a Fannie Mae y Freddie Mac (entidades esponsorizadas por el
gobierno) para que expandieran sus créditos a familias de renta baja, aunque
esto supusiera entrar en el mercado subprime, el de las famosas hipotecas. Como
dice el economista Juan Ramón Rallo, después del 11 de Septiembre, la Reserva
Federal de EEUU comenzó a inflar la oferta crediticia para tratar de impedir
una crisis económica. Los bajos tipos de interés, que llegaron a situarse en el
1% durante 2003, favorecieron que los bancos comerciales y otros agentes
financieros tuvieran tanto numerario como para prestar incluso a individuos de
escasa reputación y solvencia (subprime).
Milton Friedman recordaba que F.Hayek tenía razón al insistir en que las causas
de la crisis, el paro, la inflación y la depresión debían ser rastreadas en los
sistemas públicos intervencionistas y no en el mercado libre... Uno de sus
mayores aciertos fue advertirnos contra la tentación de buscar fundamentalmente
el atajo político en la lucha por la libertad. Atajo estéril y peligroso
porque, como muy bien escribió, ese es el mundo de los socialistas de todos los
partidos. Pues bien, el ‘socialismo de todos los partidos’, el
intervencionismo, es una enfermedad que también afectó a la Administración Bush
y Carter. No sólo a la de Clinton. Ahí estaría el origen de la crisis y no en
el neoliberalismo que nos invade.
Ignacio Sotelo critica al PP que siga creyendo en el mercado. Esto nos empuja a
la siguiente pregunta. ¿Y si no confiamos en el mercado, en qué? A menos que
confiemos en la bondad natural de las personas para organizar la economía,
tendremos que apelar a Papá-Estado. Es típico de la izquierda. Y de la derecha
acomplejada, como el Partido Popular.
Volviendo a la izquierda, la apelación al todopoderoso y
benefactor ‘Papá-Estado’ es una tramposa manera de afrontar el problema. Es
comparar una realidad (la economía de mercado actual) con una idealidad (una
sociedad utópica de izquierdas). Por supuesto, siempre gana la idealidad. Sin
embargo, para no hacer trampas hay que bajar de la nube y comparar dos
realidades. ¿Cuál es el modelo productivo alternativo real a la economía de
mercado? No lo hay. Al menos de momento.
La visión de la izquierda y de Sotelo, es la de un capitalismo ‘salvaje’ (el
capitalismo siempre es ‘salvaje’; en otro caso, no es capitalismo) que nos
lleva al desastre y que sólo el socialismo ‘civilizado’ (el socialismo siempre
es civilizado; en otro caso, no es socialismo) nos lleva a la felicidad
colectiva.
Pero hay que rechazar esta
simplona visión izquierdista, así como la propuesta, explícita o implícita, de
más Estado. Se han dado cuenta, incluso en Suecia, el modelo a imitar por todos
los socialdemócratas del mundo. Han tenido que adelgazar y repensar el llamado
Estado del Bienestar para que pueda subsistir. Por no hablar del fracaso del
‘socialismo realmente existente’.
¿Es que acaso el capitalismo no necesita el Estado de Derecho? El
mejor capitalismo (ya que el capitalismo puede subsistir incluso sin
democracia) es el que se apoya en instituciones democráticas que garantizan la
propiedad privada, la seguridad jurídica y los derechos individuales. Pero no
se trata de más gobierno o de más Estado. Al contrario, se trata de Estados más
pequeños, eficaces y controlados.
En fin, decir que el PP no se ha desprendido ni un ápice del
neoliberalismo que nos ha llevado al desastre, es no entender nada. Y eso que
Sotelo es un reputado catedrático de sociología. Progresista, eso sí.
Sebastián Urbina.
(Publicado en ElMundo/Baleares/24/Julio/2015.)