sábado, 13 de febrero de 2016

EL ENGAÑO DEL PROGRESO.










EL ENGAÑO DEL PROGRESO.

Noticia de primeros de Febrero de 2016. ‘El líder de Podemos mantiene su propuesta y se ofrece como vicepresidente. Iglesias dice que el socialista tiene la llave para elegir entre PP, PSOE y C's o un ‘gobierno de progreso’.

 ¿Qué significa ‘progreso? Habitualmente se considera que es: ‘Mejora o avance que experimenta una persona o una cosa hacia un estado mejor, más avanzado o más desarrollado’. O bien, ‘Desarrollo continuo, gradual y generalizado de una sociedad en los aspectos económico, social, moral, científico, cultural, etc’.

Cualquier persona con dos dedos de frente se quedará perpleja. ¿Quiere decir, Pablo Iglesias, que PP, PSOE y Ciudadanos no quieren el progreso? O sea, más de catorce millones de españoles son tan idiotas que votan partidos que no van a favor del progreso. ¿A favor de qué votan?

Resulta que para el líder de la camisa y la coleta, el PSOE se convertiría en progresista solamente si formara gobierno con Podemos. Se produciría una transmutación. Pablo les tocaría con su mano milagrosa y convertiría al PSOE en progresista.

No es posible creer tal idiotez. Mejor dicho, sí es posible. Digámoslo una vez más. Gracias a la LOGSE, los medios de difusión, que en su gran mayoría son ‘de progreso’, el sistema de enseñanza- controlado por la izquierda y nacionalistas- y la estúpida cobardía ideológica del Partido Popular, han dado como resultado que millones de personas se traguen las melonadas de progreso como las que dice Pablo Iglesias. Y similares.

Hagamos una primera distinción. La izquierda radical, no la socialdemocracia tal como se entiende en Europa, entendería el progreso de otra manera. Nos lo sugiere Porta Perales:

‘... La izquierda- falta de ideas y proyectos- ha devenido un partido que todo lo atrapa- que recoge todo cuanto de ‘progresista’ y ‘buenista’ encuentra en la calle: altermundialistas, neonacionalistas, anticlericales, antinucleares, pacifistas, feministas, multiculturalistas, movimientos de liberación del cuerpo, tercermundistas e indignados diversos’.

Ahora está más claro. Cuando Pablo Iglesias habla de progreso no habla de lo que la gente sensata entiende por progreso, sino otra cosa. Iglesias quiere que este maremagnum de protestones indignados tenga protagonismo político y reciba generosas subvenciones. Pero no sólo eso. La izquierda radical y los movimientos que ampara son antisistema. ¿Qué quiere decir? Que Pablo Iglesias y Podemos no se conforman con reformar esto o aquello. Ellos quieren volver el calcetín del revés. Por ejemplo, salir del euro, de la UE, de la OTAN, no pagar la deuda, expropiar a las bravas, como hacía Chavez, el venezolano, apoyar referendos independentistas y otros disparates de progreso que nos conducirían a la miseria.

Y en este absurdo quiere acompañarle Pedro Sánchez, el secretario general del PSOE. Resulta que no ha querido hablar con el PP, que ha ganado las elecciones. Esto, por lo visto, es una muestra de progreso. ¿Por qué? Porque pactar con ‘la derecha’ es una ‘línea roja’. Pero no lo es llegar a acuerdos con partidos o grupos separatistas y antisistema que se pasan la Constitución y España por la entrepierna. Esto es progreso.

Aunque lo mejor sería que sustituyeran a Sánchez y Rajoy, el líder socialista no puede negarse a llegar a acuerdos con los partidos constitucionalistas para dar estabilidad política. Un político responsable debe mirar por el interés general de España y de los españoles. No el suyo propio, ni el de su partido. En todo caso, si PP, PSOE y Ciudadanos llegaran a un deseable acuerdo, deberían formalizar, entre otras cosas, un fuerte compromiso legislativo anticorrupción. Con severos controles.


Sigamos con la corrupción. Resulta que los socialistas inmaculados no pueden sentarse al lado de los populares porque apestan. Por ejemplo, Gürtel, Operación Púnica, Caso Bárcenas, Caso Noós, Palma Arena, etcétera.

En cambio el PSOE está limpio y puro como las monjas ursulinas. Por ejemplo, solamente los ERE de Andalucía tienen a más de 170 imputados y el fraude va por los mil millones de euros. Y si vamos un poco más atrás: La creciente corrupción entre la clase política española se ha traducido hoy (18/11/2009-Público.) en datos de boca del fiscal general del Estado, Cándido Conde-Pumpido, quien ha revelado que se están tramitando un total de 730 causas contra cargos públicos por corrupción. PSOE y PP acumulan 464 del total de las causas, 264 el Partido Socialista y 200 el PP.

En todo caso, el irresponsable desprecio del socialista Sánchez al negarse a hablar con el partido que ha ganado las elecciones, porque es de ‘derechas’, confirma el dicho de Alain Finkielkraut: ‘La izquierda ya no tiene ideas. Sólo enemigos’.


¿Qué enemigos? No los antisistema, los comunistas, los separatistas antiespañoles e indignados varios. No. El enemigo es el Partido Popular.  Y resulta sorprendente este odio enfermizo porque una de las señas de identidad de la izquierda de progreso auténtico y verdadero es el ‘buenismo’. Aunque el ‘buenismo’ tiene diversos rasgos, destaco uno de ellos, el ‘diálogo’ como solución para todos los males. Dado que la noción de ‘autoridad’ es de derechas, la única autoridad es, y debe ser, el diálogo. Así pues, diálogo con todos. Con todos menos con el PP. Esto es progreso.

Pero, afortunadamente, no toda la izquierda babea con el progresismo fraudulento. Fernando Savater lo vio con claridad: ‘Pues bien, por mi parte, me niego a considerar ‘progresista’ en ningún sentido respetable del término a los que en veinticinco años de hostigamiento etarra a la democracia y de mangoneo nacionalista desleal jamás han hecho nada mejor que condenar la violencia ‘venga de donde venga’ o lamentarse que ‘entre unos y otros...’ ...’

En este basurero cabe gran parte de la izquierda y de la derecha acomplejada, con las honrosas excepciones de rigor. A pesar de que tanto PP como PSOE han aportado víctimas del terrorismo. Lo que hace aún más despreciable este falso y sectario ‘progresismo’ de pandereta. Y, encima, con aires de superioridad moral.


Sebastián Urbina.

 (Publicado en El Mundo/Baleares/12/Febrero/2016.)

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