MUJERES DIGNAS DE ELOGIO. (Ya era hora)
Berta González de Vega escribe cosas como que “si alguien se tomara la molestia de consultar los ficheros con las asesinadas a manos de sus parejas se daría cuenta de que el número no ha variado sensiblemente ni con más dinero ni con la entrada en vigor de la Ley de Violencia de Género”. Y esto, a muchos, puede sonarles tan políticamente incorrecto como para no seguir leyendo nada que haya escrito esta periodista de El Mundo. “¿Desde cuándo tiene que ser políticamente incorrecto, machista, exigir pedir cambiar lo que no está dando resultado? (…) Quizás porque es ya muy complicado desmontar todo un entramado de organismos oficiales con el apellido De la mujer”.
Y harta, precisamente, de esa generalización, de ese apellido ‘de la mujer’, González de Vega difunde ahora un manifiesto que, bajo el título Contra la generalización del género, denuncia que se hable en nombre de “las mujeres” y se pretenda etiquetarlas a todas como víctimas.
En los últimos años, sin embargo, coincidiendo con la entrada en vigor de la Ley de Violencia de Género, se ha instalado en el discurso predominante una corriente que presenta a las mujeres por defecto como víctimas del heteropatriarcado, de una sociedad machista, lo que nos parece dañino para las expectativas de cualquier mujer y, sobre todo, de niñas y jóvenes que deben saber que, ahora, en España, pueden llegar donde se propongan”. Así comienza un texto que ya cuenta con la adhesión de mujeres conocidas como las periodistas y escritoras Gabriela Bustelo y Emilia Landaluce, de Verónica Puertollano, María Jamardo, Lourdes Cano, Aurora Pimentel o Belén Rueda.
Como dice la propia González de Vega, el manifiesto ya llena un minibús… y subiendo.
Manifiesto íntegro:
“Las aquí presentes, que no abajo firmantes, tenemos algo que decir, por si alguien quisiera escuchar. No como mujeres. Como individuas, cada una con sus gustos, colores, lecturas, edades, canciones. Por si a alguien le sigue dando por hablar en nombre de “las mujeres”. Y nos sale esto.
La situación de las mujeres en España, según todas las estadísticas de organismos internacionales, es de las mejores del mundo, sin que ello signifique que no pueda mejorar. En la actualidad, hay más mujeres en la universidad que hombres, el fracaso escolar es masculino y la presencia femenina se hace cada vez más evidente en profesiones como la medicina, la judicatura, la alta Administración del Estado o los niveles más altos de la política.
En los últimos años, sin embargo, coincidiendo con la entrada en vigor de la Ley de Violencia de Género, se ha instalado en el discurso predominante una corriente que presenta a las mujeres por defecto como víctimas del heteropatriarcado, de una sociedad machista, lo que nos parece dañino para las expectativas de cualquier mujer y, sobre todo, de niñas y jóvenes que deben saber que, ahora, en España, pueden llegar donde se propongan.
Las desventajas para colmar las más altas ambiciones de las mujeres que las tengan pueden venir de un ámbito estrictamente doméstico donde el Estado no puede poner remedio con leyes.
La diferencia salarial se da entre madres frente a hombres y mujeres sin hijos. La conciliación atañe tanto a las madres como a los padres, ambos responsables de la educación de sus hijos y de un reparto de tareas que ellos estimen conveniente.
El número de víctimas de la llamada violencia de género no ha mejorado con la entrada en vigor de la ley. En estos diez años ha habido picos de sierra pero no ha bajado significativamente el número de víctimas mortales, por eso creemos necesario hacer una evaluación rigurosa de qué ha fallado para que se frustren las expectativas puestas en esa legislación.
Creemos que conviene estudiar científicamente el perfil de los asesinos y de sus víctimas para poder abordar las políticas necesarias con datos empíricos y no conjeturas como la que dice que cualquiera de nosotras puede ser víctima.
Cabe recordar que en los países nórdicos, paraíso del igualitarismo, hay más asesinatos de mujeres que en las sociedades del Sur de Europa. No podemos ignorar, además, la cantidad de hombres que se han asociado para denunciar atropellos en la aplicación de la ley de Violencia de Género.
Una sociedad sin miedo a la verdad debería investigar si hay padres a los que se les ha hurtado de una relación con sus hijos por una mala aplicación de esta ley. Investigando y evaluando es como siempre se ha progresado.
Además, nos rebelamos contra el uso de “las mujeres” como expresión de un bloque monolítico de pensamiento, iguales en sus aspiraciones y en sus quejas. Ya hemos visto esa estrategia con los nacionalistas, por ejemplo, cuando han usado “los vascos” o “los catalanes”.
Las mujeres en España son libres para elegir si quieren reducción de jornada en el caso de ser madres o si prefieren que sean los padres los que la pidan, libres para dar el pecho el tiempo que quieran o libres para elegir que el padre dé biberones, libres para aspirar a estar en una empresa del Ibex o en su casa. Son libres para elegir carreras universitarias que les lleven a trabajos muy bien pagados o para escoger otras de futuro laboral más incierto. Las niñas de hoy necesitan saber que ellas no son víctimas, que ellas tienen el futuro en sus manos.
En 2015, la revista Time votó como el antiguamente llamado Hombre del Año a Angela Merkel. Sigue habiendo menos mujeres en las jefaturas de Gobierno pero desde hace tiempo las ha habido en el poder de países tan importantes como Gran Bretaña, con Margaret Thatcher, hace ya tres décadas.
Nuestros hijos deben saber que han tenido la inmensa suerte de nacer en un país donde existe el respeto a las mujeres y donde las niñas llegarán donde quieran. Porque ya lo han hecho.
Porque ya ha hay rectoras, investigadoras, políticas, médicos, abogadas, escritoras de best sellers, diplomáticas, periodistas, empresarias y también juezas que han puesto coto a la corrupción. Como los hombres. Queda camino y, sobre todo, mucha negociación en cada casa donde haya parejas con aspiraciones profesionales.
En España, somos libres e iguales en derechos y en deberes a los hombres. No ocurre en muchos países del mundo.
Según UNICEF, se estima que 133 millones de niñas han sufrido mutilación genital, sobre todo en Oriente Medio y en África. Eso no es terrorismo machista, es barbarie en nombre de una religión. Las mujeres en España hace 40 años que dejaron de depender de los hombres para ser iguales que ellos. A muchas les sobra el paternalismo. No nacemos víctimas”.
(La Gaceta)
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