miércoles, 20 de diciembre de 2017

CATALUÑA HACIA EL FASCISMO



 (Cataluña hacia el fascismo.)





ELECCIONES CATALANAS 21-D.

ALTÍSIMO NIVEL DE PELIGROSA ESTUPIDEZ.




El cabeza de lista de la CUP, Carles Riera, chocó también con Inés Arrimadas.

 El representante de la CUP reiteraba en cada intervención que el Estado es "franquista" y que el Gobierno de España ha dado "un golpe de Estado", y que de las fuerzas "neofranquistas" de Ciudadanos y PP solo se puede esperar "represión". 

 (TVE-Noticias.)




La candidata de Ciudadanos se ha visto insultada por unos energúmenos cuando daba un paseo cerca de su casa. (LD.)




 (EFECTOS COLATERALES.)

La inversión extranjera en Cataluña cayó un 75% en el tercer trimestre.

El «procés» y los atentados hunden las operaciones: en el conjunto de España bajaron un 43% a los 4.673 millones de euros mientras que en Madrid crecieron un 20%.

 

(ABC) 

 

 LOS HILOS ROTOS.

 No esperes demasiado de mañana. Aunque nunca haya que desistir de la esperanza, conviene que el pensamiento ilusorio no nos lleve a crearnos expectativas falsas. En estos meses se han roto muchas cosas, quizá demasiadas: hay una fractura que parte en dos mitades la sociedad catalana y, por si fuera poco, la revuelta de octubre ha deshilvanado muchos de los hilos invisibles que cosían la relación de Cataluña con el resto de España.

El independentismo ha hecho bien su trabajo de zapa: ha alzado barreras emocionales, fronteras de agravios y suspicacias, y ha logrado que crezca el recelo mutuo. La desconfianza, esa mirada recíprocamente antipática. Muchas heridas y muy recientes para pensar que unas elecciones por sí solas, y además autonómicas, pueden cicatrizarlas.

El conflicto catalán va a tardar en resolverse, si tal cosa se logra, muchos años. A corto plazo sólo es posible reconducirlo un poco, encauzarlo, conllevarlo según el famoso decir orteguiano. Esto significa apaciguarlo en el paradigma político contemporáneo, en el que está mal visto frustrar expectativas, decir que no, dar portazos. Y mientras eso no ocurra, mientras el Estado no haga entender al nacionalismo que aspira a un imposible -otra vez Ortega: «Cataluña quiere ser lo que no puede ser»-, todas las soluciones serán transitorias en el mejor de los casos.

Hipótesis que traducida a estas elecciones sería un Govern constitucionalista presidido por la candidata de Ciudadanos; un partido que, como el PSC, tiende hacia un catalanismo de baja o media intensidad, relativamente mimetizado con el paisaje identitario. La fórmula más viable que hay en el horizonte consiste en aplazar el problema mediante un pacto, y eso es sin duda mejor que lo que ha habido hasta ahora pero todo lo que no sea desmontar el soberanismo, sus estructuras hegemónicas y su pensamiento dominante, quedará en papel mojado.

Por todo eso, no confíes mucho. Porque en estas elecciones falta España, el pueblo español, y esa la gran, inevitable paradoja: que no puede opinar el verdadero sujeto soberano, el que ha visto su proyecto de convivencia amenazado. Faltas tú, y los que como tú aún tienen colgadas las banderas que expresan su hartazgo. Los que habéis sido señalados por los secesionistas como enemigos opresores de su presunto destino milenario. Los que habéis sufrido humillaciones supremacistas y afrentas basadas en argumentos falsos. Los que habéis aguantado que vuestra democracia sea motejada de autoritaria, que vuestro legítima soberanía quede cuestionada y que vuestros símbolos nacionales sean ultrajados.

 



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