(El gran peligro de Ciudadanos es que, de cada vez más gente, los vea como un partido oportunista.
Un partido cuyo principo fundamental es estar 'Al sol que más calienta'.
Cuidado. En Cataluña- en 18 meses- han perdido 930.000 votos.)
LA DESNORTADA (Y SUICIDA)
INTRANSIGENCIA DE CIUDADANOS.
Al parecer,
un día Jaime Mayor Oreja sentenció: "Hay quienes, de tanto buscar el
centro, han terminado perdiendo el norte". Aunque dirigida en su día a ciertos compañeros
de partido del célebre exministro, algo parecido se podría decir ahora de
Ciudadanos y de su impresentable negativa a negociar con Vox para desalojar o cerrar el paso a socialistas y
comunistas en plazas tan cruciales como Madrid.
El tozudo e injusto rechazo de Cs a
llegar a algún acuerdo con Vox es un ejemplo acabado de sectarismo irracional y
desnortado, que no sólo contradice el proclamado talante liberal de la
formación de Rivera sino que pone en cuestión su propio leitmotiv, que no es
otro que la lucha sin cuartel contra el nacionalismo disgregador.
Naturalmente,
Ciudadanos está en su derecho de no llegar tan lejos como Vox en materia de
liberalismo económico. Incluso puede olvidarse de sus críticas al bodrio
antiliberal y antijurídico conocido como Ley contra la Violencia de Género, que
desgraciadamente ya sólo critica Vox.
Lógicamente,
también puede aspirar a una reforma de la Constitución para suprimir las diputaciones
provinciales con la misma legitimidad con la que Vox puede aspirar a una
reforma de la Carta Magna que posibilite la eliminación de las comunidades
autónomas. El partido de Albert Rivera tiene, asimismo, todo el derecho a
ser menos severo con la inmigración ilegal que la formación de Santiago
Abascal... o que Manuel Valls en sus tiempos de ministro del Interior y primer
ministro de Francia.
Lo que no tiene sentido es que en Ciudadanos
se nieguen siquiera a conocer de primera mano a qué está Vox dispuesto a
renunciar, o qué pretende proponer, para llegar a
un acuerdo tanto con ellos como con el PP para contener la amenaza
frentepopulista. Como si el partido de Abascal, plenamente democrático y de
trayectoria impecable en lo relacionado con el acatamiento del orden
constitucional, fuera una banda de apestados a los que sólo cupiera imponer un incondicional y
humillante "trágala".
Ciertamente,
Rivera podrá confiar en los aprietos que podría experimentar Vox si no
respaldara Gobierno locales o autonómicos no frente populistas. Pero el
partido apestado no sólo sería el menor de los culpables de una deriva tan
perjudicial para España, sino que podría de hecho verse en graves problemas
ante su electorado si se dejase tratar de cualquier manera e imponer la imagen
de partido lacayo del PP y del propio Ciudadanos.
Así las
cosas, no es de extrañar que personajes tan tóxicos como Manuela Carmena anden
frotándose las manos y
acariciando la idea de volver al poder, pese al rotundo rechazo manifestado por
capas muy mayoritarias del electorado.
Confiemos en
que la sensatez, el pragmatismo y la flexibilidad se acaben imponiendo y los
tres partidos del centro-derecha den satisfacción al más ferviente deseo de sus
electorados: generar
zonas de resistencia al Gobierno liberticida de Pedro Sánchez y sus
indeseables aliados separatistas y comunistas.
(Edit.ld/30/5/2019.)
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