¿POR QUÉ GANA TRUMP?
Yo
habría votado por Nikki Haley, de haber tenido derecho a voto en las
primarias republicanas, y habría sido arrasada, claro está, por los
partidarios de Trump, que han ganado por una goleada escandalosa. ¿Por
qué? No porque Nikki Haley fuera una opción perdedora para los
Republicanos. De hecho, las encuestas también la daban como ganadora
frente a Biden, si bien es cierto que por un margen más estrecho que
Trump.
Hay otros factores, de los cuales uno me parece relevante y muy
significativo. Y es la reacción de protesta de los votantes republicanos
a esa fábrica de fake news y radicalismo en que se ha convertido el
progresismo americano y que ha puesto a Trump en el centro de su diana.
Cuanto más mienten sobre él, más le votan.
El último ejemplo de la fábrica de fake news
es de esta misma semana, con varios medios supuestamente serios de
Estados Unidos «informando» de que Trump ha augurado un «baño de sangre»
si no gana las elecciones. Por supuesto, la prensa progresista española
ha aireado la fake news con total descaro. Y no porque
desconozcan el inglés, sino porque cuentan una mentira a sabiendas,
porque todo vale con tal de seguir con el falso relato de una peligrosa
ultraderecha mundial liderada por Trump.
Y el todo vale es exactamente
igual con Biden y su partido, a los que se supone conocimiento de su
propio idioma. Porque «baño de sangre», bloodbath, en el inglés
americano también significa recesión o grandes pérdidas, que es de lo
que estaba hablando Trump en un mitin en Ohio, en referencia a las
amenazas a la industria automovilística. Lo sabían los medios españoles y
los americanos, lo sabía el presidente Biden, y han mentido
descaradamente.
Pero
esto viene de lejos. Hay una inquietante historia de fake news sobre
Trump en la que han participado la inmensa mayoría de medios de
comunicación del progresismo.
RealClearPolitics publicó a fines de
febrero un artículo sobre la investigación de Sharyl Attkisson en torno a
las fake news sobre Trump, una investigación que pone en cuestión la
ética de numerosos medios, americanos y de otros países. Desde The New York Times, Time, la CNN, hasta la BBC, The Guardian
o France Presse.
Dos ejemplos de una lista terrible e interminable: la
agencia France Presse «informó» de que Trump tenía en centros de
detención a 100.000 niños inmigrantes ilegales, pero resulta que la
cifra correspondía a los detenidos por Obama en 2015; The New York Times y la CNN contaron
que Trump había llamado «animales» a los inmigrantes ilegales, pero la
verdad era que se lo había llamado a los integrantes de la banda
criminal Ms-13.
Trump
representa para muchos votantes la protesta contra una izquierda
americana que no solo lidera la cultura de la cancelación y la
persecución de la libertad en las universidades y los espacios
culturales, sino que ha dinamitado todos los estándares éticos del
periodismo.
De forma muy parecida a lo que ocurre en Europa. En España,
la prensa progresista da consejos sobre la necesidad de combatir las fake news
mientras reproduce noticias falsas sobre Trump y tantos otros o
contribuye con entusiasmo a sostener la inagotable lista de mentiras del
sanchismo. La última, esa gigantesca fake news de la amnistía
para la reconciliación. La izquierda sigue siendo mayoritaria en el
periodismo y en la creación cultural, pero su autoridad moral se está
desmoronando a marchas forzadas.
(Edurne Uriarte/El Debate/23/3/2024.)
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