PORQUÉ
ES TAN IMPORTANTE LA EDUCACIÓN.
Uno de los aspectos más trascendentales en la historia de
la humanidad se produce cuando- en un largo y difícil proceso- se pasa de la
tribu, de la sociedad cerrada, a la sociedad abierta, en la que el individuo se
hace responsable de sus actos. Piensa por sí mismo. Deja de ser miembro de un
rebaño, sometido al jefe. Todo esto, dentro de vaivenes y de límites más o
menos imprecisos.
Tal vez, el lector advierta que hago referencia, aunque sea
indirecta, a la obra de K. Popper, ‘La
sociedad abierta y sus enemigos’. No para recensionar su obra, ni comentar-
una vez más- sus críticas al historicismo, es decir, sus críticas a la
inevitabilidad histórica, la sacralización de las raíces, la existencia de
leyes históricas, o que la historia tiene una finalidad. O las críticas a
Platón, dado que ‘La República’ sería lo contrario de una sociedad abierta.
Sería más bien, una pesadilla totalitaria.
Dado que el paso de la tribu a la sociedad abierta no se ha
dado nunca de manera absoluta e irreversible, siempre estamos en peligro de
retroceder a las sociedades cerradas. No necesariamente en sentido primitivo.
Es decir, convertidos en seres que luchan a diario para sobrevivir y rodeados
de graves peligros, en forma de hambre, tribus enemigas o animales fieros.
Incluso en nuestras sociedades desarrolladas, con viajes a
Marte, inteligencia artificial y robots sofisticados, podemos volver a la
sociedad cerrada. Porque la sociedad cerrada, en sentido amplio, es aquella en
la que se minimiza la libertad y la responsabilidad individual, y se maximiza
el sometimiento- aunque no se dice así- al Estado benefactor que todo- o casi
todo- lo controla. Esto es mejor que luchar a muerte con las fieras para
conseguir el sustento diario, pero la consecuencia es la pérdida- o grave
disminución- de la libertad y la responsabilidad individual.
Cuando esto sucede,
vamos entrando en una sociedad cerrada. Uno de sus múltiples efectos es la infantilización
de la sociedad. Con un Papá-Estado, que controla y lo ve todo, o casi todo, y una
sociedad civil que se empequeñece. Y el individuo, también. Y se convierte en
un ser gregario.
Tenemos que volver al conocido libro de Erich Fromm, ‘El miedo a la libertad’. Su idea central
es que el hombre moderno, en vez de asumir la responsabilidad propia de su
libertad individual, se deja domesticar por las seductoras y sofisticadas redes
del Estado cuasi-omnipotente. ¿Y por qué se entrega, con armas y bagajes, a la
subvención estatal y a Papá-Estado? Porque tiene miedo a la libertad.
Le angustia la propia responsabilidad. Prefiere ser un
niño perpetuo. Otros decidirán por él, y tendrá la sopa boba. Y será un niño, aunque
lleve pantalones largos. Y ahora que está de moda, también una niña perpetua. Y
ser ‘niños’ dará derecho a subvenciones. Otra de las consecuencias de la
infantilización, es el aumento descontrolado del victimismo
En tales circunstancias, los seres humanos se
convierten- a diversas velocidades e intensidades- en súbditos del Estado
benefactor. En seres incapaces de afrontar las dificultades de la vida. Necesitan
el soma, la droga de ‘El mundo feliz’
de A. Huxley. Carne de cañón para demagogos, populistas y demás gentuza. Se
tragarán lo que les digan, con la ayuda de las televisiones de progreso y redes
sociales. Les han enseñado a ser niños consentidos. Mimados por una cultura del
no esfuerzo, de la no disciplina, de la no responsabilidad. De este modo, pasan
de los mimos de ‘mamá me mima’, a la escuela moderna.
O sea, experiencias, actividades, juegos eróticos, no
al esfuerzo y el mérito, y buen rollito. No destaques, que supone esfuerzo y es
de derechas.
Son las ovejas ciudadanas prestas a repetir consignas
más que a reflexionar. Reflexionar es trabajoso y, encima, si estudio y
reflexiono podría no estar con la tribu. Yo quiero ser como Vicente. ‘¿Dónde va
Vicente? Donde va la gente’. No tengo
personalidad para seguir mi propio camino. Es arriesgado. Me podrían criticar
por no ser uno más del grupo. El siguiente paso es balar. Las consignas
políticamente correctas.
¿Usted quiere esto para sus hijos? ¿Para qué educamos
a nuestros hijos, en la familia y en la escuela? No solamente para que
socialicen, sientan empatía hacia los demás, adquieran hábitos de buena educación
y respeto, etcétera. Quiero pensar que esto es lo habitual. Pero no sólo esto,
que es muy importante. Además, hay que
preparar a las jóvenes generaciones para adaptarse al mundo que les ha tocado
vivir. No es lo mismo prepararlos para vivir en una sociedad de cazadores que
prepararlos para vivir en una sociedad de inteligencia artificial, bioingeniería,
automatización y robótica. Pero esto, siendo muy importante, tampoco basta.
¿Por qué?
Los maestros que merezcan tan honroso nombre, no adoctrinan
a los estudiantes. Se preparan para poder formar ciudadanos libres, cultos,
críticos y responsables. Es una labor de enorme responsabilidad e importancia.
De ahí que no baste preparar a las jóvenes generaciones para adaptarse a su
tiempo. Pues si esto bastara, también se adaptarían a cualquier ignominia,
dictadura, o populismo.
De ahí que necesiten, también, tener sentido crítico y
ético. Esto no se aprende en facebook, twitter, o enviando uasaps. Por eso hay
que formarlos- y no sólo informarlos- evitando que se conviertan en ‘técnicos
bárbaros’, como decía Ortega y Gasset. Se refería al peligro del
‘especialismo’. Alguien que sabe mucho de su especialidad, pero altivamente
ignora el resto. Y se aplica a científicos, ingenieros, médicos, profesores, etcétera.
Ya no hablemos de los que ni siquiera son especialistas en nada. ‘Ninis’ o
analfabetos funcionales. Solamente son ‘bárbaros’ enchufados al móvil e
internet y sumergidos en redes sociales.
No permita que los maestros- que no merecen tal
nombre- adoctrinen a sus hijos, para convertirlos en miembros de algún rebaño.
PD. La automatización (infotecnología, biotecnología y
robótica) provocará cambios tan fundamentales que se necesitará mucha
inteligencia para entenderlos y formular modelos sociales adecuados. Preservando
la libertad y la dignidad. No se rinda, ni se deje engañar.
Sebastián Urbina.
(Publicado en ElMundo/Baleares/23/11/2018.)
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