(¡Qué bajo ha caido el PSOE!)
CÓMO PROVOCA LA LIBERTAD.
Mira que era
fácil. Bastaba decir: no vamos a lo de Alsasua. Sin más. Pero el partido del
Gobierno anda en la crispación. Dice que la provocan las derechas. En
general y en cualquier caso particular. Lo de la crispación lo decían mucho los
peneuvistas. Lo decían por lo mismo, pero con ETA matando. No había que crispar
a los asesinos ni a sus cómplices ni a sus votantes. Se ve que han creado
escuela. La escuela socialista consiste en crispar acusando de crispar a otros.
Se hubieran podido mantener discretamente al margen del acto que protagonizaron
Rivera, Savater y Beatriz Sánchez.
Pero no quisieron. Lo que quisieron, y lo que
hicieron, fue culpar a los asistentes al acto de Alsasua de atizar el odio y,
en consecuencia, disculpar a los filoetarras que los insultaron, agredieron y
boicotearon.
La peripecia
nos ha descubierto a un portavoz socialista en el Senado, de nombre Ander
Gil, natural de Baracaldo y senador por Burgos. Fue el que puso la cara y
se le vio motivado, consciente de que la prioridad socialista es dejar claro
que el Mal son las derechas, y no los que siguen bebiendo del odio
destilado por la organización terrorista ETA.
No se ahorró ninguna inmundicia,
como decir que los que hicieron el acto no habían sentido nunca la amenaza de
ETA ni hecho nada contra ella. Eso, cuando estaban allí personas como Beatriz
Sánchez, como Savater, como Abascal, como otras víctimas del terrorismo, como
familiares de guardias civiles que estuvieron destacados en Alsasua en los años
de plomo, es de lo más obsceno que se ha oído en mucho tiempo en la arena
política española.
Gil dijo de
todo y nada bueno, aunque a mí me llamó la atención que reprochara a los
convocantes del acto que fueran "a avivar el conflicto y no a fomentar la
convivencia".
¿De qué convivencia
habla? ¿De la que consiste en aceptar sumisamente el dominio de los filoetarras
en Alsasua? Quien dice Alsasua dice otros lugares de Navarra y el País
Vasco donde pasa lo mismo. Ese tipo de convivencia la conocemos. Es la
convivencia de las dictaduras.
Uno puede
vivir su vida sin grandes problemas siempre que no cuestione a los que mandan.
Si uno renuncia a la libertad política, si uno se calla, si no alza la voz, si
no se mete en política –si no disiente en público–, la convivencia va como la
seda. El precio es el silencio. El precio es la libertad. Si no estás
dispuesto a pagar ese precio, cuidado. En las dictaduras, a esos que no callan,
que disienten, que se oponen, también los llaman provocadores y los acusan de
romper la paz de la convivencia.
La
rabia de los socialistas por el acto de Alsasua tendrá explicaciones. Tácticas,
estrategias, socios y demás. Pero lo
importante no es lo que hay detrás, sino el hecho mismo. El hecho de que el Partido Socialista, otra
vez, abandone la defensa de la libertad y los derechos civiles
cuando quienes los sofocan forman parte del nacionalismo excluyente. Como en Cataluña, donde retirar los
asfixiantes lazos amarillos también era, decían, avivar el conflicto. La
receta de convivencia del PSOE que se deduce de todo ello es simple: allí donde
el nacionalismo excluyente se ha hecho dueño y señor (de un territorio, del
espacio público, de las instituciones), hay que dejarlo.
En
Alsasua la receta resulta singularmente repugnante. Quien allí estaba
representando al dueño y señor, tutelando el boicot de los filoetarras, era Zabarte Arregui, apodado el Carnicero
de Mondragón por diecisiete asesinatos. Y
va y nos dice el PSOE que manifestarse contra lo que representa Zabarte es
atizar el odio y que la convivencia depende de no provocarle. Sorprendería si
fuera la primera vez.
(Cristina
Losada/ld./6/11/2018.)
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