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domingo, 14 de abril de 2019
POR SER CONSERVADORA.
(Todavía hay mucha gente que no quiere darse cuenta de que la dictadura cultural de la izquierda lleva ejerciéndose hace mucho tiempo. Con la crueldad que haga falta.
Que no lo reconocan los rojos, es normal. Su enfermizo sectarismo no se lo permite.
Pero que 'la derecha' no lo vea claro, es de una estupidez y cobardía intolerables. ¡Entérese de una p. vez!)
POR SER CONSERVADORA.
Es cierto que en los últimos años, y gracias al esfuerzo de pequeñas editoriales e investigadores infatigables, hemos recuperado las voces literarias de numerosas mujeres que, por su género, habían sido olvidadas o relegadas a un papel menor que el que realmente tuvieron en nuestra Historia. Valgan, a modo de ejemplo, libros como «Las sinsombrero» (Espasa, 2016), de Tània Balló, o la labor que, desde la Universidad de Exeter (Reino Unido), está llevando a cabo Nuria Capdevila-Argüelles, responsable de que hayamos vuelto a leer a Elena Fortún, redescubierta como mucho más que la creadora de Celia.
Pero no es menos verdad que en ese camino de reparación de nuestra memoria nos hemos dejado a uno de los nombres más importantes y singulares de la literatura española: Concha Espina (1869-1955). Y el pecado parece aún mayor, porque todo apunta a que el hecho de que nadie haya reparado en que mañana se cumple el 150 aniversario de su nacimiento se debe a la etiqueta de «mujer conservadora» que se le colgó tiempo ha y que nadie se ha preocupado de revisar o, incluso, ignorar, pues con la grandeza de su literatura debería bastar. Pero, ay, las poses, cómo pesan.
(Inés Martin Rodrigo/ABC/14/4/2019.)
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