Un mínimo de honestidad intelectual y de coherencia obliga a posicionarse a favor de la dirección nacional de Vox en su decisión de expulsar a los cinco diputados autonómicos críticos con la estrategia de la formación que han dado un golpe de mano y se han hecho con el control del grupo parlamentario tras expulsar a la líder del partido en Baleares, Patricia de las Heras, y al presidente del Parlament, Gabriel Le Senne, ambos afines a Santiago Abascal. Tras el motín de los rebeldes no hay, por mucho que estos lo utilicen de argumento, demasiado sustento ideológico, pues no estamos ante una ruptura por profundas discrepancias de criterio, sino ante una acción orquestada por dinero y poder.
De esta forma cabe resumir el movimiento de los cinco: la codicia política en su grado más extremo, de manera que estamos ante una indigna rebelión que merece el mayor de los reproches. De las Heras, designada por la dirección nacional como su líder en Baleares, ha defendido en todo momento la necesidad urgente de la libre elección de lengua en los colegios del territorio, porque así se pactó con el PP en el acuerdo de investidura y porque esa medida formaba parte -era una de sus piedras angulares- del programa de Vox para las elecciones de mayo.
Los rebeldes han abdicado de esta medida y traicionado a sus votantes, por mucho que ahora vengan con la cantinela de que lo han hecho para avanzar en la estrategia del partido en las islas. Da toda la sensación de que el movimiento responde a la desatada ambición personal de cinco desleales que se han pasado por el forro de su ambición, una de las señas de identidad de su partido: el fin de la inmersión lingüística.
Los rebeldes se han retratado como unos consumados traidores a los principios de su partido, porque no lo han hecho por convicción ideológica, sino por mero interés económico.
(Edit.OkBaleares/30/1/2024.)
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