En el estado alemán de Sajonia se votará en septiembre el nuevo parlamento y gobierno. Los actuales sondeos ofrecen cifras que no dejan dormir al gobierno federal y a las elites socialdemócratas alemanes y de la Unión Europea. Porque según todos ellos, el partido Alternativa por Alemania (AfD) obtendría el 35 % de los votos y sigue creciendo.
Ante
tal situación la mejor idea que se le ocurre a una parte del SPD y de
los sesudos analistas de los medios «progresistas» –que desde la era de Angela Merkel
ya son el 98 % de todos los medios del país, con una homogeneidad que
recuerda tiempos terribles– es que hay que prohibir el partido al que
quiere votar el 36 % de los electores para evitar que desaparezca el que
tiene el 6 % y que quizás ya esté hoy en el 3 % y sin representación
parlamentaria.
Es
cierto que en el AfD hay elementos de extrema derecha. En algunas
regiones más que en otras. Aunque como me decía un parlamentario de este
partido la pasada semana, «la radicalización no se está produciendo
dentro del AfD sino en toda la sociedad alemana».
Son
los votantes traicionados de los grandes partidos tanto CDU como SPD
los que cada vez más se unen a un partido que no tiene un liderazgo ni
un programa muy desarrollado pero que defiende todo lo contrario a lo
que están haciendo los partidos tradicionales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario