Acaba de cumplirse el vigésimo aniversario de los atentados del 11-M, la peor masacre terrorista perpetrada en suelo europeo, que dejó 193 muertos y más de 2.000 heridos sin que hasta la fecha se haya podido demostrar fehacientemente la autoría intelectual de estos ataques.
Los atentados del 11 de marzo de 2004, cometidos a cuatro días de unas elecciones generales, permitieron la victoria electoral del PSOE encabezado por José Luis Rodríguez Zapatero y supusieron, además, un vuelco terrible en la Historia de España que nos ha llevado andando los años a la situación en que nos encontramos en la actualidad.
Es inaudito que una acción terrorista de esa magnitud se saldara con una instrucción tan chapucera como la que llevaron a cabo las autoridades del momento, llena de contradicciones, agujeros y decisiones asombrosas como la destrucción apresurada de todas las pruebas de las explosiones, lo que haría imposible un estudio detallado de las circunstancias del atentado y, en consecuencia, la identificación inapelable de sus autores.
Una sentencia lamentable, llena de incongruencias, inexactitudes y falsedades, daría carpetazo final al caso judicial más importante de nuestra democracia, dejando abiertos los principales interrogantes sobre la manera en que se llevó a cabo la masacre y, sobre todo, quién dio la orden de ejecutarla.
(Editorial Libertad Digital/12/3/2024.)
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