Una joven universitaria de 20 años, que trabaja en el mostrador de la palomitas de un cine, inicia un flirteo con un chico mayor que ella, de 34 años, que es un cliente habitual. Terminan intercambiándose los móviles e iniciando un cortejo virtual. A diferencia de las nuevas formas de ligar que han traído los avances tecnológicos, con frías aplicaciones, en esta ocasión se ha iniciado de una forma física.
El problema viene tras la primera cita; la apabullante imaginación de la chica hace que se lo imagine matándola o agrediéndola de mil formas posibles, ¿es él por tanto un agresor sexual?
(SÍÍÍÍÍÍ. HAY QUE METERLO EN LA CÁRCEL.)
(Libertad Digital/16/3/2024.)
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